Compromiso
La creación artística es un camino difícil. Los proyectos son una apuesta profesional que es llevada adelante desde una necesidad vocacional y en ocasiones, vital. Cualquier decisión por la que elijamos apostar, sacrificará gran parte de nuestra energía y estará plagada de más dudas que certezas. Los procesos creativos ligados al arte contemporáneo son una batalla que se libra en múltiples frentes. Desde la cuestión técnica o disciplinar, al trabajo conceptual y poético pasando por cuestiones mucho mas banales pero igual de relevantes tales como el sustento presupuestario o la difusión. En muchas ocasiones la producción artística es intermitente. Deseos que se abandonan y que luego se retoman o investigaciones que aunque de diferente manera, siempre acaban por resurgir. Es por eso que la conexión del arte con la vida es tan profunda. El arte es más que un anhelo. Puede ser un motivo para avanzar, un descubrimiento introspectivo o una manera de habitar el mundo. Cuando como público nos enfrentamos a una obra no debemos pasar por alto que todo esto y mucho más está detrás de ella.
En el año 2007, el fotógrafo donostiarra Jon Cazenave (Donostia, 1978) inició un proyecto llamado “Galerna” en el que desde un proceso íntimo y personal se acercó al conflicto vasco y al imaginario que de este se desprendía. Para ello, Cazenave utilizó la fotografía no solo como objetivo si no como una forma de relación con el propio entorno. Esta búsqueda de identidad se ramifica en varias etapas que han ido conformándose a lo largo de todo el periodo, aludiendo a cuestiones como el paisaje, la naturaleza o el territorio. La fotografía no es solo capturar el instante, sino que requiere pensar sobre ella e intentar dar sentido a todo el material resultante de tantos años de trabajo.
La última fase del proyecto, que comprende desde el 2017 hasta la actualidad, tiene que ver con la propia relación del artista con su obra en la etapa de visionado, selección y edición. Trece años después del inicio de “Galerna” la sala Kutxa Kultur, situada en la planta baja del edificio Tabakalera de Donostia, inauguró en noviembre del pasado año una muestra que recoge la evolución de las diferentes etapas del proyecto. Hasta el 14 de febrero podremos asomarnos a una propuesta llena de compromiso y honestidad.
El montaje en sala rompe la percepción habitual que tenemos de este espacio. Una entrada en forma de pasillo nos invita a comenzar la visita por los primeros trabajos que comenzaron a hilvanar las bases del proyecto. Tras esto, entramos en un habitáculo cerrado en el que las piezas fotográficas abandonan la pared y se soportan sobre caballetes que incluso nos dan la espalda. Sin ninguna pretensión de disimular su condición escenográfica, la luz nos entorna la mirada y el techo bajo nos acoge para proponernos un recorrido dentro de la quietud. En la siguiente parte de la sala nos enfrentamos a paisajes de gran presencia y a una pieza audiovisual que rompe la observación estática. Cazenave juega a desprenderse de la fotografía sin renunciar a ella. Los obras positivadas asumen formas tubulares y se disponen en el suelo. Algunos cuelgan del techo y hablan el lenguaje de la escultura. Todo ello, guardando salvo algunas excepciones, rigurosa fidelidad a un blanco y negro plagado de textura y profundidad. En el piso de arriba nuestra mirada respira y también el formato. El gran mosaico de 210 instantáneas que ofrece en una mirada la cadencia de las olas del mar rompiendo en la costa, fue ya objeto de reseña en estas páginas cuando en el año 2018 el autor donostiarra presentaba su exposición “Ur Aitz” en la Sala Amárica de Gasteiz. Como cierre, encontramos una serie de imágenes de piedras de rio teñidas con pigmento y que se nos presentan con un fondo negro, casi neutro en contraste con la viveza del color. Tras trece años de búsqueda entre la exuberancia del mar, el silencio de la niebla, los valles o los bosques, la respuesta a todas las preguntas parecía encontrarse en las pequeñas piedras que arrastra el agua. La identidad era finalmente aquello que vamos recogiendo y que poco a poco va conformando el sedimento de nuestro camino.