Xandra  Romero
Nutricionista
Salud

Adiós a los mitos sobre la menstruación

Muchos comentarios chistosos y muchas bromas hemos tenido que escuchar las mujeres acerca de la menstruación y sus efectos. En no pocas ocasiones he oído a alguna mujer justificar su ingesta de algún tipo de comida “inadecuada” porque tenía la regla. Pareciera que hablamos de algo aún molesto, difícil de decir, y de escuchar. Sin embargo, el ciclo menstrual no es más (ni menos) que otro de los procesos fisiológicos de nuestro organismo, al que, como a los demás, debemos prestar atención y dar la importancia que requiere.

Para más inri, es un proceso que depende o involucra a dos sistemas: endocrino (hormonas) y sistema nervioso (hipotálamo), con lo que no hace falta ser muy listo para imaginar que afecta a ambos (hormonas, cerebro, emociones).

Así, el ciclo menstrual de la mujer se divide principalmente en dos fases: folicular o proliferativa (aumento de los estrógenos) y lútea (disminución de los estrógenos). Los niveles de estrógenos de la mujer tienen una gran influencia en su estado anímico durante este ciclo y no solo eso, también en nuestra forma de alimentarnos. Esto se debe a que los estrógenos, no solo tienen efecto en el útero, sino que en el hipotálamo (zona del cerebro que influye en los sistemas endocrino y nervioso) también existen receptores donde se ven reflejadas diferentes sensaciones y necesidades, dependiendo del nivel de estrógenos que tenga la mujer en el momento del ciclo en el que se encuentre.

Esto está relacionado, a su vez, con que el mantenimiento de los ciclos menstruales requiere energía (calorías). Por ejemplo, la adolescencia es un momento del desarrollo en el que debe haber un balance energético positivo (meter más calorías de las que se gasten) pues es crucial para la pubertad, la menarquia (primera menstruación) y la menstruación regular posterior. Por eso, la mayoría de las preadolescentes aumentan de peso sustancialmente antes de la primera menstruación, y esto es normal (para las chicas, los padres y los pediatras).

Tanto es así, que, en ocasiones, durante la juventud o, posteriormente, si bajamos rápidamente de peso aunque no sea mucho, hacemos excesivo ejercicio o estamos expuestas a un gran estrés, podemos desarrollar amenorrea hipotalámica (desde el cerebro) debido a que en estas circunstancias nuestras reservas e ingestas son incapaces de satisfacer las necesidades energéticas del cuerpo. La disfunción del eje hipotalámico-pituitario-ovárico conduce a un estado hipoestrogénico, es decir, niveles bajos de estrógeno que a su vez tienen un efecto negativo sobre la salud ósea, la maduración sexual, la función sexual y la fertilidad.

Cuando los estrógenos aumentan (fase folicular), provocan sensación de saciedad, se reduce la sensación de hambre y aumenta la señal sistémica para que el cerebro crea que hay mucha energía. Por lo que va a promover el gasto energético. Sin embargo, durante el descenso de los estrógenos en la fase lútea, el cerebro interpreta que le falta energía, siente más cansancio y fatiga muscular y promueve la sensación de hambre (para obtener energía) y evita que la mujer se mueva en exceso, para que esta no gaste energía.

Por eso, numerosos estudios han mostrado que la ingesta calórica se incrementa durante las fases periovulatoria y lútea, en comparación con la fase folicular, con un aumento significativo en la ingesta de carbohidratos, grasas y proteínas. Concretamente, aumenta el apetito total, y la predilección por carbohidratos tipo chocolate y ultraprocesados y proteínas principalmente de origen animal. Esto puede influir en un aumento leve pero significativo del peso corporal durante estas fases, aunque sin ningún cambio significativo en la circunferencia de la cintura o en otros parámetros.

Recordemos que esto es ciencia, son hormonas (sexuales y reguladoras del apetito) y el sistema nervioso actuando interrelacionadamente, de modo que dejemos las excusas, las bromas y tomémonos tan en serio este proceso fisiológico como lo hacemos con otros. Sí, también la posible variación de peso que tengamos.