Berta Garcia
Consumo

Etiqueta energética

Desde el 1 de marzo ha entrado en vigor la nueva etiqueta energética para diferentes categorías de electrodomésticos: lavadora, frigorífico/congelador, secadora, televisión... Aunque dista de la ideal, al menos de cara a los consumidores resulta más clara y comprensible, pues permite a primera vista de la escala clasificatoria –va de la A a la G– tener una noción de cuál es la opción más eficiente.

De entre las novedades de esta clasificación, los aparatos más eficientes –los que antes pertenecían a la clase A+++–, quedan asignados como mucho a la clase B, para dejar un espacio de mejora a la eficiencia energética de los nuevos productos, por lo que la clase más eficiente, la A, está inicialmente desierta. Es decir, esto es una manera de incentivar a los fabricantes para mejorar sus productos hacia consumos más sostenibles y se crea el Registro europeo para etiquetas energéticas (EPREL) lo que facilitará la comparación entre productos similares.

Alargar la vida de los electrodomésticos. Otra novedad, por ejemplo, en el caso de una lavadora, es que mostrará de un vistazo la cantidad de litros de agua por ciclo, la duración de un ciclo y el consumo de energía, medido por un programa estandarizado. También entran en vigor una serie de normas de diseño ecológico, en particular sobre la reparación y la necesidad de que los fabricantes mantengan las piezas de repuesto disponibles durante varios años después de que los productos ya no estén en el mercado (entre 7 y 10 años). Ir ampliando el tiempo de vida de los aparatos, facilitando su reparación y poniendo trabas a la obsolescencia programada.

No es el etiquetado ideal, aunque mejoran las exigencias, pero hay que seguir incidiendo en la huella del producto: desde que empieza su fabricación con los altos consumos de agua, energéticos y de materia prima que se necesita, hasta llegar a su inoperabilidad. Los y las consumidoras también sabemos apreciar el coste medioambiental, y ya si nos dicen el respeto a los derechos humanos ni les cuento, dada la tendencia a externalizar partes del proceso de fabricación a países con mano de obra barata, al igual que con la ropa.