Mariposa Technicolor
Sin incertidumbre, el deporte pierde emoción. Y sin emoción, no hay sino un trámite que los medios vestimos como épico, alabando al campeón, sin atender si algún aspirante que ha elevado el valor del título. El remo está de enhorabuena en ese sentido; la «costera» de julio y agosto ha repartido trapos por varios equipos, y si bien no todos pelearán por los «Juegos Olímpicos del Remo», sí que abren un abanico que le da color y vida a la prueba.
Este año no se busca a la ballena blanca, básicamente porque aquel encuentro fatal era el irremediable desenlace de una tragedia imposible. Este año la Bandera de La Concha, edición número 126 en categoría masculina y 14 en la femenina, sabía desde el minuto uno de la pretemporada que septiembre de 2021 iba a llegar con su cita ineludible de los dos primeros domingos, previo paso por la «clasificatoria del miedo». No había incertidumbre y sí un plan para entrenamientos, regatas y contingencias; contingencias tales como brotes de covid-19 que han ido apareciendo a lo largo de la temporada, brotes que han obligado a parar a las traineras afectadas, pero que no han impedido su regreso, ni han paralizado las ligas porque no ha habido contagios masivos. Aunque entre la vacunación y las medidas de profilaxis, la idea primigenia fuera «erradicar» el maldito SARS-CoV-2, como mal menor se está aprendiendo a convivir con el virus, sin que su mediación paralice la realidad cotidiana.
Y en esa realidad cotidiana está el remo, que en este verano de 2021 ha empezado a su vez a recuperar a los aficionados. Todavía no estarán en masa sino en número reducido, al tiempo que ha provocado ajustes como separar la clasificatoria de La Concha en dos jornadas en vez de hacerla de corrido, como en ese mundo previo a la covid-19. Todavía la «antigua» normalidad está lejos de regresar y consolidarse, pero vuelve a haber público, color y calor, y la rampa del puerto donostiarra volverá a teñirse de camisetas y banderas multicolores, esas alas que ondean al viento y vuelan, en el breve rasante que supone la Bandera de La Concha: tantas largamente esperada, tan breve en su resolución, como una mariposa que irisa el campo cromático cuando despliega sus alas, en una vida que nace de la oruga y muere al poco tiempo.
Con la Liga Eusko Label en la mano, Santurtzi ha llegado a la Bandera de La Concha con la opción de lograr el doblete y ondear este trapo por primera vez desde el año 1985. Argazkia: Andoni Canellada | Foku
«Todos yiran y yiran...». Las regatas son, por definición, un enloquecido ir y venir de unos botes que entrecruzan el sonido de las palas al meterse en el agua y desplazar toda esa masa líquida, el grito continuo de los patrones, la respiración acompasada de quienes bogan, las olas que golpean, atrapan o empujan las traineras. Es por eso que esa masa tan heterogénea de lanchas balleneras pugne no tanto por ser el más rápido sino el más moldeable a las condiciones.
Es por eso que hoy Santurtzi es el líder de la Liga Eusko Label, a pesar de haber ganado menos regatas que Hondarribia. La «Sotera» ha llegado a la Bandera de La Concha con más papeletas que nadie para repetir su éxito del año pasado en el «torneo de la regularidad», sobre todo gracias a un fichaje de campanillas como es el patrón Gorka Aranberri, un joven y menudo patrón que esconde a un lobo de mar en pos de una ola, una corriente o el punto de inflexión de una calle para hacer correr un poco más a su trainera.
El nivel de los chicos de Donostiarra ha valido una bandera y optar a ganar en casa. Pero Hondarribia, triple campeón de La Concha, no está para regalos.
Argazkia: Aitor Arrizabalaga, Gorka Rubio | Foku
Pero Hondarribia es el triple campeón de forma consecutiva de La Concha, aunque su triunfo de 2018 esté hoy en entredicho después de que el Tribunal Supremo español haya dado la razón a Bermeo en su recurso sobre la sanción que le impusieron en la Bandera de La Concha de 2018 por un supuesto abordaje a Zierbena en el primer fin de semana de aquella edición, tras lo cual el Ayuntamiento de Donostia relegó a Bermeo –que acabó haciendo el mejor tiempo en la sumatoria de no haber habido sanción– al último puesto de la clasificación. Ante la sanción impuesta, Bermeo recurrió y el Tribunal Superior del País Vasco dio la razón al equipo vizcaíno. Ante dicha resolución el Ayuntamiento donostiarra recurrió al Tribunal Supremo español, que el pasado mes de julio ratificaba la decisión del Tribunal Superior del País Vasco que le daba la razón a Urdaibai.
Una trainera de Bermeo que en este año 2021 pasa por una travesía desértica que lo ubica en la segunda tanda de la Liga Eusko Label, lejos de la élite, pero que no le ha impedido ganar una regata, que no una bandera, la segunda jornada de la Bandeira da Coruña, una regata en la que los txos ganaron bogando en la primera tanda y en la que Hondarribia, sancionado con tres segundos por romper el remo corto en la primera ciaboga, no pudieron pasar de la octava plaza, un lance de principio de temporada que quién sabe si no marcará el devenir de la Liga Eusko Label de 2021.
Tras varios años de dominio de Orio, la Liga Euskotren ha vivido este verano un revolcón con el triunfo de Arraun Lagunak, a pesar de que las «aguiluchas» hayan forzado el empate a 39 puntos. Una bandera de más ha hecho sonreír a la «Lugañene». Argazkia: Jon Urbe | Foku
Una Liga Eusko Label que tiene en Santurtzi, Hondarribia, Donostiarra, Zierbena, Ondarroa y el antes mencionado Urdaibai los seis ganadores de al menos una regata en esta campaña, con la figura de un Orio en reconstrucción todavía de vacío –al cierre de esta edición–, pero que amaga con dejar de amagar y volver a dar, y más en vísperas de una Bandera de La Concha que no en vano ha ondeado en 32 ocasiones en categoría masculina.
Las retransmisiones televisivas son una bendición para el remo, sin duda, sobre todo los planos de adentro de las traineras o los planos cenitales desde los helicópteros, en los que 14 personas no solo se mueven, sino que se respiran al mismo compás, en una enloquecida ida y vuelta que recuerda al estribillo de la canción «Mariposa Technicolor» del argentino Fito Páez. «Todos yiran (sic) y yiran / todos bajo el sol / se proyecta la vida / Mariposa Technicolor...»
Una ida y vuelta de botes que se convierten en un solo ente, tratando de negociar lo que el agua –sea ría, mar o lo que sea– propone y en las condiciones que propone –olas, viento, corrientes, pleamar, bajamar...–, erigidos en los colores que irisan una realidad cambiante, efímera, con unos pocos largos y unas pocas ciabogas, tres millas náuticas en las que las regatas, nacen, crecen, se desarrollan y mueren.
Un desarrollo vital que tiene en meta su mayor contradicción. Nuevamente Fito Páez: «Vi sus caras de resignación / los vi felices llenos de dolor». ¿Cómo es eso posible? El minuto siguiente al final de cada regata es una agonía, más aún cuando las regatas se deciden por un menos de un segundo y hay que tirar del «video finish» para dirimir al ganador. Es un minuto agónico, después de un esfuerzo llevado hasta el límite, hasta la explosión de la competición y el desenlace final, con un único ganador que recibe lo que, por merecimientos, bien pudiera ser compartido. Una escena que se vuelve a repetir después de cada regata y que, a sabiendas de lo que va a suceder, los remeros atienden y van a su encuentro, porque no se concibe que sea de otra manera.
La trainera femenina de Orio es la vigente campeona de la Bandera de La Concha. Cierto que la Liga Euskotren de 2021 no ha ido a sus vitrinas, pero nadie en su sano juicio espera que las «aguiluchas» cedan su trono así como así; no sin pelear.
Argazkia: Jagoba Manterola | Foku
«Ellas cocinaban el arroz...». Si la Liga Eusko Label está siendo igualada, ¿qué podemos decir de la Liga Euskotren? Se acabó la «tiranía» de Orio, que en Zarautz cedía su trono a Arraun Lagunak, nuevo campeón de la máxima categoría femenina, a pesar del empate final a 39 puntos. Una bandera ha marcado la diferencia, una bandera de más que ha conquistado la «Lugañene» ha servido para que haya un nuevo vencedor en la Liga Euskotren.
Pero que haya un nuevo vencedor no significa, o no parece significar, que el club que dirige Itziar Eguren vaya a levantar una «dinastía ganadora», como pudieron ser «Batelerak» en su día o la misma Orio, que además esta campaña ha rejuvenecido su plantel.
De las cuatro participantes en la competición femenina –también hay voces cada vez más afinadas, altas y claras que sugieren que la Liga Euskotren se queda muy corta con solo cuatro participantes, así como con la única regata puntuable de Zarautz en agosto para poner el punto final– solo Hondarribia se ha quedado sin ganar, aunque alguna segunda posición sí que ha logrado. El mano a mano entre Arraun Lagunak y Orio se ha dado desde el primer momento, pero Donostiarra siempre ha estado ahí, latente y agazapado, al punto de que ganó en Lekeitio después de una remontada agónica en una no menos agónica empopada en la que la ola final fue la buena.
«Seguiremos mordiendo», aventuraba una Ane Pescador de vuelta a la élite del remo aquel día en Lekeitio, en una «Torrekua II.a» que no ha pasado de la tercera plaza final pese a la presencia de un buen puñado de la tripulación que en su día formó la mítica «Batelerak». Eso no puede significar otra cosa que el nivel del remo femenino cada vez es mayor y más parejo y que de cara a La Concha, si la mar lo permite, promete vuelcos en el corazón, lejos del dominio que Orio ha conseguido en las últimas temporadas, pero sin que las «aguiluchas» abandonen su condición de favoritas. «Si de verdad creemos en lo que hacemos, tendremos una oportunidad», declaraba a GARA, por su parte, la patrona de Arraun Lagunak Andrea Astudillo, que sabe que los nervios por tocar la gloria con la punta de los dedos son muy traicioneros.
«Ellas cocinaban el arroz / se levantaban sus principios / de sutil emperador», canta Fito Páez, en otro reflejo de su mariposa. Esos mismos principios que exigía Itziar Eguren en el Ayuntamiento de Donostia de no ser tratados «como extranjeras en nuestra propia casa», delante de toda la corporación municipal, con el alcalde Eneko Goia allí presente. «Todo al fin se sucedió / solo que el tiempo no los esperó / la melancolía de morir en este mundo / y de vivir sin una estúpida razón», espeta Fito Páez, unos versos igual de encendidos que encendida es la defensa de una Arraun Lagunak que no ha tenido ni la clasificación automática ni aún posee las ayudas prometidas.
Por desgracia, el deporte femenino aún tiene mucho que remar para alcanzar ciertas cotas de normalidad que se asumen como cotidianas en el deporte profesional masculino, y no es, desde luego, una cuestión de falta de nivel o de implicación. Pero eso tiene un precio. En el segundo domingo de La Concha de 2017 las mujeres decidían saltar a una mar imposible para hacerse valer a ojos de todo el mundo, aunque aquel día por poco el bote de Arraun Lagunak no acabó contra las rocas luego de un golpe de un mar bravío. Este mes de mayo, la remera de Orio Sandra Piñeiro confesaba en su libro «Remando en la oscuridad» el infierno de una anorexia nerviosa causada por una competitividad enfermiza y que ha requerido –está requiriendo– ayuda profesional. «Llevo la voz cantante / llevo la luz del tren / Llevo un destino errante / llevo tus marcas en mi piel / Y hoy solo te vuelvo a ver», revolotea una vez más la Mariposa en Technicolor, pero bien pudieran ser versos escritos en su propio diario por Sandra Piñeiro, dos veces ganadora de La Concha, otras tantas de la Liga Euskotren, y que hoy afronta su bandera más importante con la sola ayuda de quienes pueden echarle una mano en su día a día.
Y en ese día a día que Fito Páez narró en una de sus canciones más recordadas –en el que resume sus recuerdos de infancia en imágenes trágicas, cómicas, románticas o evocadoras todas entremezcladas–, el remo abandona las Ligas y se zambulle en la Bandera de La Concha, un punto y aparte que, a su vez, crece como un cúmulo de recuerdos de mares en calma o enfadados, regatas emocionantes o polémicas, de récords, de avenidas «pertenecientes» a tal o cual trainera, a las aficiones que volverán, aún en minoría, a la rampa y botes que volverán a respirar al unísono mientras los patrones gritan órdenes y referencias y el mar salpica con su indiferente curso hacia la orilla. La incertidumbre por dar con la ballena blanca del año pasado deviene ahora en las alas de una mariposa que, en dos semanas, volará para morir, para retornar a la misma bahía el año que viene, cumpliendo así su ciclo vital repleto de esperanzas, cábalas, nervios, lanchas balleneras y colores iridiscentes por todas partes. «Todos yiran y yiran / todos bajo el sol / se proyecta la vida / Mariposa Technicolor...».
Donostiarra también se llevó una Bandera en la Liga, fue en Lekeitio.
Argazkia: Marisol Ramirez | Foku