Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Gûzen to sôzô»

Hasta hace poco no sabíamos gran cosa de Ryûsuke Hamaguchi, porque las distribuidoras todavía no se atrevían a estrenar sus películas. Y, a decir verdad, su éxito internacional es reciente, ya que comenzó en el festival de Locarno con “Happy Hour” (2015), que quedó inédita en nuestras pantallas debido a su duración de cuatro horas y media. La confirmación del joven cineasta japonés llegaría en Cannes con “Asako I & II” (2018), como paso previo a su definitiva consagración en la última edición gracias a “Drive My Car” (2021), ganadora del premio al Mejor Guion y del FIPRESCI de la crítica. Paralelamente, triunfaba en la Berlinale con la película que ahora comentamos, y que fue traducida al inglés como “Wheel of fortune and fantasy” (La ruleta de la fortuna y la fantasía). Se llevó el Oso de Plata del Gran Premio del Jurado, así como los comentarios más elogiosos de la prensa especializada al certamen. Sus dos películas de este año han estado en Donostia, festival con el que tiene una íntima relación, ya que vino cuando era un director novel con “Passion” (2008), su primer trabajo profesional tras su proyecto universitario de una nueva adaptación de la novela de Stanislaw Lem, “Solaris” (2007).

Por fin la distribuidora Caramel Films estrena el viernes 5 de noviembre “La ruleta de la fortuna y la fantasía” (2021), y es una oportunidad perfecta para iniciarse en el cine de Hamaguchi, porque se trata de una obra que define muy bien su personal estilo. Sus primeras películas de ficción, porque también hace documentales como los que ha dedicado a la catástrofe nipona de marzo del 2011, le supusieron comparaciones con el coreano Hong Sang-soo y, por extensión, con el maestro Eric Rohmer. Pero, a medida que se afianza en la dirección, muestra características muy suyas, que le convierten en un autor único y perfectamente distinguible.

Para comprender mejor sus intenciones hay que fijarse en el título original en japonés, y no en el anglosajón. “Gûzen to sôzô” (2021) quiere decir “coincidencia e imaginación”, que son términos mucho más exactos y precisos que “fortuna y fantasía”, que resultan algo más genéricos y abstractos. Al nombrar las coincidencias se refiere a la influencia del azar en nuestras vidas, tanto en el día a día como en el destino que nos aguarda. Con la imaginación introduce el elemento de la voluntad humana, de la capacidad para intervenir en la cotidianidad fortuita mediante nuestros recursos imaginativos para dar la vuelta a una determinada situación.

Lo que podría parecer un enunciado temático conlleva también un tipo de solución estilística, pues Hamaguchi no busca sorprender a la audiencia con giros argumentales sorpresivos o inesperados, sino que es su manera de expandir la narración, de hacer que crezca y evolucione, mediante la apertura de nuevos escenarios. Sus personajes se mueven en ambientes modernos, fríos y asépticos, con lo que su gran reto consiste en ir haciendo que vayan revelando poco a poco su mundo interior, su carga vital por sacar al exterior.

En “Gûzen to sôzô” (2021) tenemos un repertorio completo de tales actitudes a través de los tres episodios que componen este largometraje de dos horas, con una duración aproximada de cuarenta minutos cada uno, suficiente para el desarrollo emocional a fuego lento aludido.

El primer capítulo se titula “Magia (o algo menos reconfortante)”. El segundo, “Una puerta abierta de par en par”, y el tercero, “Una vez más”. El primero presenta un triángulo amoroso que arranca con la conversación en un taxi de dos amigas, una de las cuales descubre que la otra está en relaciones con su antiguo novio. El segundo es una historia de venganza por parte de un estudiante hacia su profesor, utilizando a una mujer y el chantaje sexual. El tercero y último describe el encuentro casual entre dos mujeres maduras que creen conocerse del pasado, aunque tal vez no sea así en realidad.