Teresa Moleres
SORBURUA

Helechos inmortales

Hace 420 millones de años, los helechos ya poblaban la tierra y la dominaban. Podemos encontrarlos desde el Ártico hasta el Polo Sur, pasando por los trópicos y regiones de climas moderados como el nuestro. Son anteriores a las angiospermas o sea las plantas de flor. Se adaptaron a condiciones de cambios climáticos siempre evolucionando durante 150 millones de años, en el periodo en que el CO2 de la atmósfera era diez veces superior al actual. Esta capacidad evolutiva es de interés para la comunidad científica ante el cambio de clima que nos amenaza.

Los helechos no tienen flores, ni semillas, ni frutos y se reproducen por esporas, que son unos cuerpos microscópicos que se encuentran en el envés de sus hojas. Estas esporas, al no tener reservas alimenticias, no interesan a los animales pero sí a hongos y bacterias. Los helechos caducos o perennes pueden ser gigantescos como los arborescentes o diminutos colonizando las rendijas de una tapia. En nuestro país es muy popular el Pteridium, helecho águila, usado en nuestros caserío como cama para el ganado y componente del estiércol.

En jardinería, los más utilizados son los Asplenium, perennes que pierden sus frondas en invierno cuando ya aparecen las nuevas hojitas. Para un lugar seco y rocoso el ideal es el americano Cheilanthes tomentosa, de frondas azuladas con pelillos plateados. El para nosotros gigante Osmunda tiene de 1 a 2 metros. De color verde fresco y dorado en otoño, está amenazado de extinción ya que molido se utiliza en los cultivos extensivos de orquídeas. Polypodium, con frondas rizadas parecidas al perejil, aguanta el frío aunque prefiere algo de sol. Al helecho Onoclea sensibilis le gusta tener los pies en el agua y se utiliza para colonizar los bordes de los estanques.

Procedente de China, el Coniogramme o helecho de código de barras, recibe su sobrenombre por el original diseño de sus frondas. Rústico, crece rápidamente hasta alcanzar 70 cms y es apropiado para cultivar en tiesto. De Japón es el Athyrium niponicum, especial por su follaje que se colorea en tonos vinosos o plateados. No podemos olvidar el espectacular Matteuccia cultivado en colonias en espacios abiertos donde puede extender sus raíces rastreras.