Sopa, cuenco y cuchara
A migos, familia, ¡feliz domingo, dominguero! Y más, a todos y todas las soperas y soperos. Octubre ya nos ha regalado algunos días que nos avisan de que el verano ya se ha ido y de que se acercan esos días de peli y manta, de caldito y sopita, de dormir haciendo cucharita, solo o acompañado. Para ir preparándonos y mentalizándonos, el tema de hoy abarca todo el rango de tiempos y temperaturas habidas y por haber, pero nos sirve también para hacer una transición gastronómica que nos haga pasar del refresco al temple. La sopa en verano refresca (gazpacho, ajoblanco, leka ura –agua de vainas–, tomate) y en otoño-invierno calienta (porrusalda, sopa de castañas, sopa maravilla, minestrone, miso…). Qué maravilla la cuchara y todo lo que se coma con ella. Sin duda la mejor herramienta para disfrutar de una de las mejores maneras de cocinar que existen, la sopa.
También hablamos de una de las recetas o maneras de cocinar más antiguas que existen. Y es que este es el primer debate, ¿es la sopa una receta o una manera de cocinar? Habiendo tantos millones de versiones, hablar de una receta de sopa es como hablar del aire. Tenemos que poner en contexto la sopa, especificar ingredientes y entender dónde la estamos cocinando para tener claro de qué sopa estamos hablando. Yo prefiero pensar que hacer sopa es hablar de una manera de cocinar y no de una receta en sí. La receta viene después. Además, ¿os habéis fijado en que la sopa es uno de los platos-maneras de cocinar de los que más se respeta su raíz semántica en todo el mundo? Zopa (euskara) – Sopa (castellano) - Suop (inglés) – soupe (francés) – suppe (alemán) – soúpa (griego) – zupa (polaco)… A excepción de algunos países de oriente, se ve claramente que la sopa es prácticamente universal. Esto la convierte en un plato que comunica la gastronomía en todo el mundo y, bajo la misma idea de preparación, es fácil reflejar la identidad de un pueblo o un territorio. No se trata más que de presentar una serie de ingredientes locales, territoriales, hervidos en un caldo o agua y emplatados de la manera que proceda allí donde se emplate. Al fin y al cabo, todo sigue siendo sopa.
Volviendo al inicio del párrafo anterior y al origen de la sopa, se dice que su origen se relaciona con las primeras vasijas en las que se calentó agua por primera vez. Concretamente en la época del neolítico. Al final, infusionar agua con otro alimento, ya sea sólido o líquido, se considera sopa. Pero mi pregunta va más allá, si hoy en día aceptamos las sopas frías como sopas, casi cualquier líquido que se consumiera macerado o acompañado de otro elemento que no fuera agua y sin calentar, ¿podría considerarse sopa? Es curioso cómo a medida que evolucionamos y clasificamos las cosas, la lectura que hacemos de la historia cambia. Si esta afirmación anterior fuera cierta, la sopa se hubiera creado mucho antes. No cambia la historia, cambia la lectura de esta. Hemos creado desde 0 nuestra identidad. También la gastronómica. Amigos, se puede cambiar la historia con una simple sopa. Ahí es nada.
Y, ¿cómo se consume la sopa? Pues igual que tenemos mil versiones de preparación, también tenemos mil maneras de consumirla, pero la que seguro es la más extendida es en la que utilizamos una cuchara. La lectura del origen de la cuchara también tiene su aquel. Su nombre está relacionado con “cochlea” del latín, que significa “concha de molusco”. Pero, sabiendo qué es una cuchara, para qué sirve y cómo se utiliza, el origen del cuenco y la cuchara, ¿podría ser el mismo? En este caso, el tamaño importa, pero cuando por primera vez se utiliza un objeto para mantener recogido un líquido y después consumirlo, se da pie a la creación de la cuchara y también del cuenco.
Amigos, familia, a este paso, antes de terminar el artículo, habremos desvelado todos los misterios y secretos de la vida. Sopa, cuenco y cuchara. Pudiera entrar ahora a analizar los miles de millones de sopas de todo el mundo, pero me parece más práctico y acertado invitaros a que las preparéis para seguir fomentando y asegurando su consumo. Así que, allá que voy.
Sopa Nº1 – Salda badago. El caldo de toda la vida es la mejor sopa que existe. Agua que ha absorbido el sabor del zancarrón, de la cebolla, de los pimientos, de la zanahoria, de los garbanzos, del puerro… un caldo rico, que en su punto justo de sal y servido con unas gotitas de vino rancio o amontillado se convierte en el elixir de la vida.
Sopa Nº2 – Porru salda. Otro clásico con un margen de reconversión brutal. La primera propuesta pasa por añadir maíz cocido y tostado además de un par de chiles serranos para que pique. Suena “raro” pero os aseguro a los fanáticos del picante que os va a gustar. La segunda propuesta es hacer la porru salda tostando el puerro y añadiendo una pizca de mantequilla y pimienta blanca al final.
Sopa Nº3 – Talo zopak. Si hay otra sopa que cuente la historia de un pueblo tal y como lo han hecho las “talo zopak”, preparádmela y contadme lo que cuenta. Luego, ya veré si os creo o no. En este caso, leche, talos de maíz y azúcar. De aquí también el AIE o la morokila, que, manteniendo los ingredientes, cambian las formas. Mi propuesta pasa por cambiar la leche de vaca por la de oveja, cuajarla y servirla con un bizcocho de maíz. Lo sé, no es una sopa, pero parte de una que sí lo es.
Sopa Nº4 – Sopa de pescado. Otra sopa con la que entrar en casa de nadie debería considerarse una falta de respeto. La mejor sopa de pescado del mundo se cocina en cada casa. Esto no se discute. Partiendo de la sopa que preparéis en casa, coladla y guardad el caldo. Picad muy fino jengibre, chalota y ajo en partes iguales. Una cucharada de cada ingrediente por litro de sopa sería suficiente. Rehogad a fuego vivo estas verduras y, fuera del fuego, añadid una punta de pasta de choricero, rehogad todo 2-3 segundos, añadid pedazos de pescado y terminad mojando con la sopa. Guisadlo todo junto unos minutos y ¡listo!
Sopa Nº5 – La sopa Chanel. Batxuizopak o sopas de ajo. Tan sencillas como ricas y con mil versiones de elaboración. De esta también os dejo dos versiones. La primera, aprovechando la temporada, con hongos. Añadir un buen puñado de hongos troceados y un extra de avellanas tostadas, también de temporada, elevan la sopa a otro nivel. La otra versión es haciéndolas finitas (sin pedazos de pan muy grandes), añadidles un chorro de miel. Sí, a la sopa de ajo un chorro de miel le va mejor que el Chanel Nº5 a cualquier actor/actriz hollywoodense.
Amigos, familia, creíais que para innovar con la sopa había que hacer kilómetros y no es así. Con las sopas que tenemos en nuestro propio repertorio nos es más que suficiente para seguir guisando de manera divertida, rica, fácil y ¡local!
¡Gora zopak eta koilarak!
On egin!