Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Ver y sentir

La percepción visual tiene que ver con el ojo humano y el proceso de captación de ondas de determinado espectro. Los materiales y los colores absorben parte de la luz que incide en ellos y aquello que rebota es lo que somos capaces de recibir. Según cuál sea la radiación que se refleja, veremos uno u otro color. Nuestro sistema visual es el encargado de detectar toda esta información para trasladarle al cerebro todas las señales que posteriormente serán decodificadas hasta componer una imagen. El acto de ver no depende únicamente de las leyes de la óptica ni de la conexión entre retina, nervio óptico y cerebro. La cultura y el contexto marcarán una serie de patrones que, junto a nuestra experiencia vital, nos ayudarán a desarrollar los significados de lo que miramos. Es por eso que no existe una visión neutral. La fotografía primero y el cine después nos han enseñado cómo ni siquiera una cámara sin alma ni conciencia registra por sí misma, pues siempre hay alguien que dirige su enfoque, posición o encuadre y, por lo tanto, condiciona los resultados. Lo que parte de un hecho físico se convierte entonces en emoción y es en este lugar desde donde se desarrolla el arte.

Nuestra manera de entender la cultura centrada en los estímulos visuales, tiende a reducir todo a una mera relación entre objeto y mirada. Incluso la pintura, cuya identidad se ha basado siempre en el mirar, desprende desde su forma, textura, composición o cualidad cromática un sinfín de lugares por los que transitar. Múltiples lecturas que completamos en nuestra labor como público y que dotan de sentido estético y poético. El acto de ver es, por tanto, un acto de sentir y el arte así nos lo presenta.

El pasado noviembre, la galería bilbaina SC Gallery inauguró una exposición a cargo del pintor navarro Gabriel Coca (Iruñea, 1989). Bajo el título “Petricor”, se presentan algunos de sus trabajos más recientes en un proyecto que podremos visitar hasta el próximo 22 de febrero. La palabra que bautiza la muestra responde a un concepto creado en el año 1964 por dos geólogos australianos que en uno de sus artículos científicos se refirieron así al olor que se produce cuando llueve sobre el suelo seco. Una serie de procesos químicos son los encargados de desprender esta esencia que envuelve el lugar donde sucede. En las piezas de Coca toda su pintura parece estar regida por esta imagen de atmósfera volátil. Un juego de abstracciones dominado por una paleta plagada de azules y grises conforman una colección de cuadros de diferentes formatos. Casi podríamos hablar de una misma instalación compuesta por varias obras. Se desdibujan los límites entre ellas para proponer una visión paisajística marcada por manchas de color, superposiciones de capas, veladuras, materia y trazo. La pintura es la gran protagonista pues todo referencia a la disciplina. El propio acto de pintar es en sí una manera de experimentar e investigar en torno a materiales, profundidades o composiciones y a una sensación tan frágil como la de un olor que notamos al respirar.

“Furtiva” es el título de la exposición que el Espacio Marzana de Bilbo ha programado para el último periodo del año. Abrió sus puertas a finales de noviembre y hasta el 5 de enero la podremos visitar. Fermín Moreno (Bilbo, 1970) es el artista que está detrás de ella y plantea una serie de trabajos que abordan la pintura desde un terreno en constante cambio. El mundo actual y las nuevas tecnologías de producción visual influyen directamente en la investigación desarrollada por Moreno. Entendiendo la práctica artística como una manera de abrir espacios de experimentación, nos enfrenta con unas obras que difuminan los límites de lo pictórico. En sus formas y colores aparecen rasgos de la ilustración digital, el diseño gráfico e incluso la arquitectura fantástica. Algunos elementos se repiten y crean resonancias entre cuadros, aludiendo a la creación seriada y a la pérdida del sentido único. Sin duda, un camino del que ya formamos parte y que aún tiene mucho que mostrar.