Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Renfield»

Hace tiempo que venimos defendiendo que Nicolas Cage es un género en sí mismo, por lo que supera la condición actoral para convertirse en un ente superior, un ser de otra galaxia dotado del gen Coppola, al que el cine de autor le empieza a reconocer como una forma de inspiración metanarrativa, lo que quedó demostrado con la película “El insoportable peso de un talento descomunal” (2022), en la que el director Tom Gormican le brindó la oportunidad de conjugar realidad y ficción en compañía del chileno Pedro Pascal, hijo de exiliados, cuya vida se merece un biopic dramático. Pero Cage tiene tanta filmografía que ha hecho de todo, también una de vampiros. Sí, nos referimos a “Besos de vampiro” (1989), una comedia fantástica de Robert Bierman que le valió el premio de Mejor Actor en el festival de Sitges por su papel de un tipo paranoico al que una extraña muerde en el cuello y, a raíz de ello, se convence de que se ha convertido en un chupasangres. La cuestión es que el actor siempre ha querido hacer de Drácula, y lo acaba de conseguir, aunque no del todo, o no como a él le gustaría, en una película dedicada de principio a fin al personaje creado por Bram Sotker en 1897.

A nuestro venerado Nicolas Cage su caracterización draculiana en “Renfield” (2023), que se estrena internacionalmente el próximo 14 de abril, le ha servido para experimentar y profundizar en la psique del Príncipe de las Tinieblas, preparando así el camino para cuando le toque ser protagonista absoluto. Parece ser que Universal ha decidido volver sobre Drácula en un orden inverso, empezando por secundarios que normalmente darían lugar a varios “spin-off” o derivados. Por eso abren con Renfield, para seguir seguramente con otros tres más, que serían Harker, Westerna y Van Helsing. De paso el estudio le hace sufrir al hiperactivo Cage, que desea que la quinta entrega sea la suya, con todo el merecimiento del mundo.

Parte de la idea de que es el indicado para interpretar a Drácula, porque conoce las adicciones y considera que la versión ficcional de Vlad El Empalador no deja de ser un adicto a la sangre, por lo que lo trabajaría desde la perspectiva de la dependencia en su expresión más extrema y eterna. Admira las actuaciones maestras de quienes le precedieron en el papel, especialmente las de Bela Lugosi, Christopher Lee, Frank Langella y Gary Oldman. Y de todas ellas se queda con la de Christopher Lee, porque le conoció personalmente y le recordaba a su padre. Además de la cercana referencia paterna, para su intervención en “Renfield” (2023) estudió a Max Schrek en el clásico mudo de Murnau “Nosferatu” (1922), convencido de que la gestualidad muda y expresionista es la que mejor le va a esta inmortal creación gótica. Y así se lo hizo saber al director Chris McKay, responsable de “Batman: La Lego Película” (2017) y “La guerra del mañana” (2021), aunque no ha visto el montaje final y no sabe si quedará reflejado en la pantalla su particular tratamiento gestual.

Por su parte, a Nicholas Hoult le ha tocado fijarse en los Renfield que en el cine han sido, y que son bastantes. Empezando por Klaus Kinski en el “Conde Drácula” (1970) de Jess Franco. Luego fue Jack Shepherd en el “Conde Drácula” (1977) de la BBC. Y llegamos al ilustrador y fundador del movimiento Pánico Roland Topor a las órdenes de Werner Herzog en “Nosferatu, el vampiro” (1979). De ese mismo año es el “Drácula” (1979) de John Badham, con Tony Haygarth; y también la parodia de Stan Dragoti “Amor al primer mordisco” (1979), con Arte Johnson. Tom Waits hizo de Renfield para el tío de Nicolas Cage, Francis Ford Coppola, en “Drácula de Bram Stoker” (1992). Por último, Peter McNicol fue el Renfield cómico de Mel Brooks en “Drácula, un muerto muy contento y feliz” (1995).

En “Renfield” (2023) el lacayo del tenebroso Conde está harto de su amo, de comer insectos y de verse encerrado en un manicomio, y ve una oportunidad de redención al enamorarse de la policía encarnada por Awkwafina.