Igor Fernández
PSICOLOGÍA

No estás hablando de mí

Que cada uno vive en su mundo es algo más que constatable. Cada persona opera, en su mente, desde una realidad virtual que mezcla percepciones, aprendizajes, conclusiones y fabulaciones. Y en ese entorno escénico interno, mental, los otros tienen papeles asignados en la obra, que no necesariamente conocen, o aceptan. Cada persona con la que nos cruzamos tiene una experiencia distinta de nosotros, de nosotras.

Si se trata de desconocidos, quizá solo nuestro aspecto físico, movimientos, edad o tono de voz ya nos coloquen en una categoría para quien nos mira. Si se trata de alguien conocido solo en un escenario de la vida (una compañera de trabajo, por ejemplo) las cualidades personales que destaquen harán referencia a ese escenario; podrían decir que somos trabajadores incansables, o perezosos, que nos gusta tener todo al día o que tenemos buena -o mala- cabeza para las jugadas en el campo.

Quien nos ha conocido en una época, hará referencia a nosotros, a nosotras, con características de aquella época. Si se trata de alguien que nos acaba de conocer, tampoco podrá hacer referencia a nuestro pasado, así que nos describirá, nos tratará, según lo que conoce y nada más. Y, es más, quienes nos conocen desde hace tiempo, probablemente nos conocen desde un rol particular, como hijo, hija, pareja, hermano, etc., y si no compartimos otros aspectos, o incluso aunque lo hagamos, estos se tratarán de encajar en el rol particular en el que se nos conoce.

En definitiva, cuando nos describen (y halagan o critican), realmente lo que la persona está haciendo es hablar de sí misma. De su experiencia -limitada- de nosotros, de nosotras, de lo que a él o ella le ha evocado lo que ha percibido o concluido de nosotros, de sus conclusiones, y por tanto, de sí. Las críticas nos duelen, los reproches también, y quizá estamos condicionados en nuestra cultura a tomárnoslas muy en serio, pero no podemos perder de vista que las personas solo podemos hablar desde nuestra perspectiva, nuestra subjetividad, y poco más.

Quizá, antes de sentirnos atacados, de dolernos profundamente por un comentario sobre nosotros, sobre nosotras, de hacerlo propio como si fuera ‘La Verdad’, podamos tomarnos el tiempo de indagar: «¿Qué te hace pensar eso? ¿Qué he hecho que te hace sentir así -a ti, porque quizá a otra persona no-? ¿Qué te has imaginado que quería decir cuando he dicho esto o aquello?». Con un poco de tiempo es fácil llegar a ver cómo esa persona habla de algún modo de sí. Entonces quizá podamos conocer el impacto que tenemos en otros y en su mundo interno, sin darnos cuenta.

Desmenuzar una opinión o una crítica recibida, sin asustarnos de más, en pequeñas impresiones que causamos, en actos concretos, nos permite asumir la responsabilidad si es preciso, pero también no coger lo que no sea nuestro.