Mariona Borrull
CINE

«La zona de interés»

Escena de «La zona de interés», película aterradora sobre el Holocausto que ha cosechado unos cuantos premios, entre ellos el Gran Premio del Jurado en Cannes.
Escena de «La zona de interés», película aterradora sobre el Holocausto que ha cosechado unos cuantos premios, entre ellos el Gran Premio del Jurado en Cannes.

Nadie nunca ha filmado el horror. Nadie nunca ha mirado a ese vértigo que nos sube por la espinilla cuando sabemos que algo está mal, terriblemente mal. Nadie nunca lo ha conseguido, porque de hacerlo volveríamos los abismos del alma en postalita. Si miramos atrás, quienes trabajaron sobre el gran interrogante de la Solución Final en el mundo del cine reconocieron esta imposibilidad y eligieron los campos vacíos (“Shoah”, Claude Lanzmann, 1985) o los cogotes (“El hijo de Saúl”, László Nemes, 2015). También hoy Jonathan Glazer estudia los márgenes de lo representable para evocar el horror, tangible y caliente. Y nos regala “La zona de interés”, un bebé infernal y feo al que sostener con todo el peso de la historia.

La “zona” en sí se refiere a la jerga usada para describir los 40km2 que rodean el campo de Auschwitz, un término que rescató en su absoluta perversidad Martin Amis, escritor británico responsable de “Dinero” o “La flecha del tiempo” y fallecido pocas horas antes del estreno mundial de la película en Cannes. “La zona de interés” era ya el título de la novela que Jonathan Glazer, cineasta y amigo de Amis, leyó cuando aún no estaba publicada: era 2013 y Glazer venía de acabar “Under The Skin”, otra obra capital para leer y comprender las imágenes del presente, aunque su estreno no llegara al Estado español, de la mano de Avalon, hasta 2020. Si no han visto “Under The Skin”, corran a verla (Movistar Plus+, Filmin).

Del libro, una suerte de novelización de la vida del comandante nazi Rudolf Höss, Glazer tomaría el interés por ese fuera de campo inmediato que rodeaba la casa del militar y que llenaría cada uno de sus días y sus noches de los aullidos humanos y mecánicos provenientes de las máquinas incineradoras. Acérrimo defensor de un cine formalista, político desde los huesos del audiovisual, comprendió que en ese fuera de campo se esconde el horror que -decíamos- no podemos ni ver, ni quitarnos de encima. Por ello, todo lo presente en pantalla, desde las imágenes fotografiadas por Łukasz Żal (“Cold War”, “Estoy pensando en dejarlo”) hasta la banda sonora de Mica Levi (“Jackie”), debía ser monstruoso, insoportable y, aun así, terriblemente contemporáneo.

Así emprendió una tarea titánica de documentación, convenció a un puñado de actores que habían prometido no actuar nunca como nazis (Sandra Hüller, una intérprete en estado de gloria después de “Anatomía de una caída”, acabó trayendo a su propia perra al set), incorporó a A24 como productora y distribuidora y rodó eso, el horror. No añadiremos mucho más: solo que sabemos que no apetece ver “La zona de interés”, ni avalada por el Gran Premio del Jurado en Cannes y su puñado de premios y nominaciones. Sin embargo, cuando alguien por fin empuja los límites del lenguaje en el cine, debemos responder…