Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión
Entrevue
Roberto Moso
Músico y Periodista

«Zarama siempre fue coherente con el euskara y su propia ruta»

Tras cuarenta años de singladura en Radio Euskadi, Roberto Moso inicia una nueva etapa vital en la que pervive su pasión por la música y la literatura. El que fuera vocalista de Zarama, rememora su ruta al frente de la emblemática formación de Santurzi y las crónicas que surgieron alrededor de ella en unos tiempos salvajes, alegres, insurgentes y coherentes con el humo de las fábricas y las barricadas.

(Monika del Valle | FOKU)

Cuarenta años después, Roberto Moso dijo adiós a Radio Euskadi para asumir una nueva etapa vital en su jubilación. Nacido en Santurtzi en 1960, su ruta tuvo un episodio fundamental en 1977, cuando en compañía de un grupo de amigos se convirtió en el frontman de Zarama, una formación de rock en euskara que surgió en unos frenéticos días de humo, convulsión política y mucha creatividad e insurgencia.

Moso prologa la entrevista revelando que «me encuentro feliz e ilusionado, he viajado recientemente a México con mi familia, ensayo música junto a mis amigos, sigo escribiendo… Me dedicaré a las cosas que me gustan y tengo algún proyecto pendiente que quizás cobre forma algún día».

Música y radio. Mi encuentro con el mundo de la radio y la música fue un giro inesperado en mi vida. Por entonces yo estudiaba periodismo con la idea de ser profesor. Eran los años setenta, y un grupo de amigos y yo montamos un grupo de rock para pasar el tiempo y disfrutar. En realidad, era más entusiasmo que habilidad musical, y nuestro dominio del euskara dejaba mucho que desear. A pesar de eso, optamos por seguir aquella senda. La elección del nombre Zarama fue bastante curiosa en sí misma. A pesar de nuestra fuerte inclinación hacia lo euskaldun, nuestro conocimiento del euskara era muy pobre. Hojeamos un diccionario y allí encontramos la palabra “sarama”. Buscábamos algo contundente y con matices punk, y ese nombre encajó perfectamente. Pero siempre quiero destacar con orgullo que desde el principio fuimos coherentes al elegir un nombre, construir un repertorio íntegramente en euskara y con nuestra propia ruta.

Una época social y política muy convulsa, pero repleta de actividad insurgente y cultural. Sí, así fue, una etapa de gran actividad en todos los aspectos. Fueron tiempos duros y grises, pero paradójicamente también vibrantes y llenos de color. Varios elementos convergieron en la década de los ochenta en Euskal Herria. El cierre de grandes fábricas, que habían sido el motor económico, dejó su huella en un declive económico palpable. A su vez, la irrupción de las drogas coincidió con la búsqueda de nuevas experiencias por parte de miles de jóvenes. Estos años estuvieron marcados por la intensa actividad de ETA y grupos afines, desencadenando una respuesta represiva por parte del Estado. En este contexto, se materializó el Plan ZEN, aquella estrategia que fue diseñada por Barrionuevo para marcar las pautas represivas de las fuerzas de seguridad en nuestro territorio. Aquel mismo Barrionuevo que fue condenado por su implicación en la creación del GAL. Por otro lado, surgieron las radios libres, los gaztetxes, el auge de la insumisión y un caudal de grupos que expresaron, desde diversas posturas y estilos, un desencanto y una furia acorde a lo que se veía en las calles.

 

 

¿Y cómo recuerda Roberto Moso aquellos días? Me refiero al ámbito musical. Era increíble. Mira, los mejores recuerdos que tengo de aquella época no eran los conciertos o los ensayos, que eran impresionantes, lo que recuerdo con mayor cariño son los viajes en furgoneta con el resto de compañeros mientras nos trasladábamos a otros lugares alejados de Sestao. Bueno, también estaba la gran molestia que suponía siempre cruzar la muga y tener que vaciar la furgo y volver a meter los instrumentos tras el habitual registro que siempre nos hacían cuando tocábamos en Ipar Euskal Herria. Era un frenesí, una fiesta y con el resto de grupos, pues imagínate, hubo de todo. Recuerdo que al inicio de aquella explosión musical todo era cordial y muy cercano, muy natural. Pero, con el paso del tiempo, salieron a relucir los ramalazos de la fama, las diferencias en el caché, la tontería del tamaño de las letras en los carteles a la hora de anunciar a los grupos y la no menos ridícula cuestión de tener que dirigirte a los mánagers para tratar ciertos aspectos.

No tengo buen recuerdo de esos tiempos, pero desde una perspectiva actual, lo veo incluso normal porque se ajusta a los cánones del mercado y eso creo que no cambiará nunca. De aquellos días tengo también la tristeza de ver que, en muchas fotos, han ido desapareciendo músicos y amigos que se quedaron en el camino por diferentes cuestiones y, hoy en día, tengo una gran relación con quienes pudieron sobrevivir a toda aquella vorágine.

¿Cómo arrancó la ruta de Zarama? En un bar de Santurtzi, y nos repartimos el trabajo. Uno tenía que aprender a tocar la guitarra, otro tenía que aprender a tocar la batería y yo tenía que aprender euskara. Fue una etapa marcada por cambios en la formación y una actividad constante, centrada principalmente en la promoción de un grupo que aún no despegaba. Un episodio muy significativo se dio en 1978, cuando participamos en un concurso realizado en la discoteca Jai Alai de Eibar, organizado por Radio Popular. En aquella ocasión, nuestra formación contaba con Nekane Alonso y Txus en las guitarras, Juan Pablo en la batería (quien fue reclutado de manera urgente debido a la falta de soltura de Putre, que asumiría el papel de mánager de la banda), y Iosu Expósito en el bajo. A pesar de la poca idoneidad del entorno para la propuesta del grupo y de no obtener resultados positivos (excepto disfrutar de un buen momento juntos y ser descalificados sin siquiera poder interpretar su segundo tema preparado), la formación experimentó nuevos cambios. Entre ellos, la incorporación de Ernesto Alava como baterista titular, quien anteriormente formaba parte de una banda de rock progresivo llamada Némesis y más tarde participaría en Bahía de Kotxinos. Este cambio contribuyó a estabilizar Zarama.

Y Nekane y Iosu decidieron tomar rumbos distintos. Así es. Mi relación con Iosu se remontaba a una conversación que tuvimos sobre los Rolling Stones, que coincidió con los primeros días de Zarama. Sin embargo, al parecer, considerando que las cosas no avanzaban lo suficientemente rápido, Iosu decidió emprender un nuevo proyecto, con un sonido influenciado por Ramones y punk rock muy directo. Antes de emprender su viaje con Eskorbuto, Iosu nos presentó a Javier Álvarez como el nuevo bajista. Participamos en un concurso organizado por Los 40 Principales en la discoteca Garden de Bilbo, y obtuvimos resultados similares a los de Eibar al quedar antepenúltimos. En una curiosa vuelta del destino, superamos a La Polla Records, que sorprendentemente ocupan el último lugar (ríe).

A pesar de estos tropiezos, el año 1980 trajo consigo un rayo de esperanza para nuestras aspiraciones musicales. Logramos el segundo puesto en el certamen Euskal Musika 80 celebrado en Itziar, dejando atrás a Ziper, una banda que contaba con Iñaki Garitaonaindia (Gari) como vocalista antes de unirse a Hertzainak. Este logro nos ayudó mucho a creer en nuestro proyecto.

 

 

Obligado capítulo el que hay que dedicar a Eskorbuto. ¿Cuéntenos cómo era Iosu Expósito y cómo definiría a este grupo? Bueno, todo el mundo sabe que yo los bauticé y me siento muy orgulloso de ello. Iosu era entonces un auténtico volcán, muy telúrico. Un chaval con un gran caudal creativo. Vivía en la ladera de un monte, en una casa modesta pero con unas vistas increíbles. Allí orquestaba todo tipo de iniciativas. Mis recuerdos asociados a él en aquel tiempo son imborrables, impresionantes. A veces, solía tocar con nosotros. Era un visionario, un tipo arrollador en todos los sentidos. Y siempre pienso que quizás no supimos estar a su altura. Eskorbuto fueron fieles a lo que siempre fueron. Eran amados y odiados. Tenían un repertorio impresionante y un sonido muy reconocible y directo. Es algo que todavía hoy perdura en la actualidad, las nuevas generaciones siguen escuchando su música. 

Un episodio determinante en su recorrido se produjo en 1983, con la publicación del segundo single, «Zaramaren erdian», publicado por Discos Suicidas. Llevábamos un año sin ensayar de manera constante y seria, estábamos en muy baja forma. Incluido yo, tenía la voz muy cascada por culpa de todo el tabaco que me había fumado en la mili. La voz no me daba para grabar ‘Gasteizko gaua’, la cara B del disco. Sin embargo, esta canción, dedicada a la memoria de los obreros en huelga fallecidos en Gasteiz a manos de la Guardia Civil, se transformó en un auténtico himno. La grabación de este single tuvo lugar en los estudios Tsunami de Donostia, y nos retrasamos en su grabación un día que invertí en tragarme litros de miel y limón, para poner a punto mis cuerdas vocales. En este punto, surgió la necesidad de grabar un disco al completo. Con estas urgencias, nació ‘Indarrez’, que tuvo a Ángel Altolagirre como productor. Con quien ya habíamos coincidido en ocasiones anteriores. Un encuentro posterior, mientras acompañaba a Alaska y Dinarama, certificó aquel acuerdo de colaboración conjunta.

¿Cómo se desarrollaba su proceso creativo? Todo variaba, era bastante imprevisible. Había veces que llegaba en forma de melodías y otras en función de las letras. Todo surgía de manera abstracta, incluso en sueños y ejemplo de ello fue el tema ‘Iñaki, ze urrun dagoen Kamerun’. Durante un buen tiempo, la frase ‘ze urrun dagoen Kamerun’ revoloteaba en mi mente y, a partir de ahí, construimos una canción que resultó ser un verdadero éxito. Curiosamente, otras canciones que requerían más esfuerzo y dedicación no lograron alcanzar la misma trascendencia. ‘Iñaki’, por otro lado, quizás debido a su naturaleza más emotiva, es un tema que ha resonado en los oídos de prácticamente todo el mundo en alguna ocasión. No me veo como la persona más indicada para entender por qué se hizo tan famosa; tal vez la suerte también desempeñó su papel. En el momento en que lanzamos la canción coincidió que Euskadi Gaztea estaba en su apogeo y logramos llegar al número uno.

 

 

Paralelamente, aquel micrófono sobre un escenario lo compartió con otro radiofónico. Recuerdo que recibí una llamada telefónica porque estaban buscando gente para un programa de música. En ese momento, ya colaboraba con la revista ‘Muskaria’, y cuando me dijeron ‘oye, llamo de Radio Euskadi’, lo primero que pasó por mi mente fue que me llamaban para una entrevista sobre Zarama, no para ofrecerme un trabajo. Sin embargo, después de hablar con él, me ofreció la oportunidad de hacer un programa de música los sábados. Cuando se abrieron las oposiciones, en Radio Euskadi y siendo yo hijo de un obrero de la Margen Izquierda, no me podía permitir el lujo de decir ‘oh, no, porque tal vez luego me hagan hacer cosas que no tienen que ver con mi amada musiquita’. Me lancé de cabeza, sabiendo que en cualquier momento podrían asignarme tareas en diferentes áreas, ya sea informativos, programas nocturnos, lo que fuera. Y así fue, he tenido que realizar tareas que no precisamente son el placer de la radio, algo que también ha formado parte de mi experiencia. He enfrentado de todo. Nunca olvidaré los nervios que tuve cuando me dijeron que mi primera entrevista iba a ser con ‘El Lute’.

En el 94 se produjo la despedida de Zarama, tal vez en su mejor momento y, 15 años después, volvieron para realizar una gira de la que salió un disco en directo que incluía algunos temas nuevos. No sé, creo que llegó el momento de decir adiós. Nuestra relación era muy buena entonces y sigue siéndolo todavía hoy. Creo que fuimos coherentes con el momento en nuestra despedida y aquel reencuentro en 2009 lo certificó. Esta vez, estábamos centrados en lo esencial, queríamos disfrutar de la música y de las canciones de una manera clara y directa, de la manera más inteligente posible. Aunque éramos un poco más mayores, lo vivimos con la misma intensidad que la primera vez. Fue como redescubrir el placer de la música en su estado más puro. Casi tan bueno como en los primeros días, ya sabes, cuando lo seminal es lo que más se disfruta, como el primer amor. Recordamos ese regreso con cariño. El día en que logramos tocar todas las canciones que queríamos incluir en el repertorio, fue un momento mágico. Nos dimos cuenta de que lo habíamos logrado de nuevo, teníamos el repertorio completo. Nos abrazamos todos juntos, fue una subida de adrenalina increíble. Ese día, recuperar todas las canciones fue como experimentar otra primera vez.

Tampoco podemos olvidar su faceta como escritor. En «Loreak zaraman», por ejemplo, abordó todo el contexto que vivió junto a Zarama. Sí, sentía que no se había abordado el tema de manera exhaustiva hasta ese momento. Solo había encontrado algunos artículos dispersos, lo que me motivó a embarcarme en el proyecto. Además, deseaba explorar la historia de mi grupo y distanciarme un poco de mi conexión con Eskorbuto, sobre el cual he escrito varios artículos y trabajado en un documental. Aunque en el libro también abordo mi relación con ellos, mi enfoque principal fue Zarama y expresar mi perspectiva sobre el movimiento. Es verdad que podría haber profundizado más en diversos temas, como la insumisión, los gaztetxes, y otros. No obstante, creo que el libro fue muy bien recibido, y los lectores con los que he tenido la oportunidad de hablar siempre me han agradecido por abordar el movimiento de esa manera.