Entre lo artificial y lo natural
El arte ligado a la naturaleza, a la ciencia, a la antropología… la obra como un ecosistema vivo en constante evolución. La tecnología al servicio del arte nos permite plantear la exposición como un organismo vivo que se desarrolla y se transforma a través de la participación del público. El arte digital lleva muchos años posibilitando crear objetos no solo para ser observados, sino que también responden a las acciones y estímulos del público. En un mundo cada vez más digitalizado, el arte no solo puede reflejar la vida, sino también ser una parte integral de ella. La obra como un sistema de interdependencias, donde confluyen varias variables y donde podemos tomar consciencia de cómo un pequeño gesto puede ser un elemento transformador a través del cual especular sobre futuros alternativos, creando nuevos significados.
La exposición “The Artwork As a Living System”, del dúo artístico formado por Christa Sommerer (Ohlsdorf, 1964) y Laurent Mignonneau (Angouleme, 1967), se puede visitar hasta el 26 de mayo en la Alhóndiga de Bilbo. La exposición es el resultado de 30 años de investigación y reúne 18 instalaciones donde podemos ver el desarrollo tecnológico desde los años 90 hasta ahora. Él estudió videoarte en la Academia de Bellas Artes de Angulema y ella, botánica y antropología en la Universidad de Viena. Estos conocimientos se plasman en una exposición que desafía los límites convencionales, explorando temáticas ligadas a la genética molecular, la inteligencia artificial, la realidad virtual y la ecología.
Su objetivo no es solo crear experiencias estéticas, sino también provocar reflexiones sobre cuestiones contemporáneas y futuras relacionadas con la sociedad y el medio ambiente. Para las instalaciones desarrollan interfaces intuitivas que no son el resultado de la creatividad o inspiración de los artistas, sino que son fruto de un proceso dinámico y abierto vinculado a unos indicadores que permiten interactuar y hacer evolucionar las imágenes en base tanto a códigos artificiales como a la intervención humana. En la sala, los mundos natural y artificial conviven de tal manera que estimulan nuestros sentidos y nos invitan al juego y a la prueba.
Entre las obras presentes, “LifeSpacies II” (1999) es un hábitat de vida artificial que se conformó a través de emails. Cada participante creaba su propia criatura artificial usando un código de textos donde cada letra correspondía a un código genético. Las palabras iban generando seres, y así, de una acción muy sencilla se llegó a conformar una complejidad que de otra forma habría escapado a nuestras capacidades. Una de sus últimas obras es “Acqua ma non troppo” (2023), presentada en Venecia, y que a través de una animación digital evidencia cómo el patrimonio cultural puede verse afectado por el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. Las obras flotan y van desapareciendo en un paisaje acuático.