Zucchini, zapallito o calabacín para dar y tomar
¿Sabías que al calabacín también se le llama zucchini o zapallito? En este artículo encontrarás unas cuantas formas de preparar esta verdura: en puré, laminado, con salsa picante, relleno... Es un producto de temporada que abunda.
Amigos, familia, hacía tiempo que no me animaba a hablaros de un producto en concreto, pero ahora que se acerca la temporada del calabacín, siento la necesidad y el compromiso de ser la primera persona que os hable sobre este querido producto. El mensaje va con cierta ironía, sí, pero es que el nivel de oferta, que supera por mil la demanda real, se torna en un problema. Ya no sabemos qué más hacer con los calabacines de tu primo, vecino, padre, madre, amigos, compañeros de trabajo o del equipo de crossfit. Sí, todos hemos sentido la presión y el compromiso de aceptar una bolsa o una caja llena de calabacines. Y para que este compromiso no sea un marrón, hoy os dejaré varias propuestas. Ahora que se acerca la temporada, es mejor estar prevenidos y dosificar las ideas. Así que vamos.
Lo primero es que no sea uno mismo quien los plante, pues si sumamos la producción propia a la que todo nuestro entorno nos va a hacer llegar, este artículo, en dos páginas, probablemente no sea suficiente. Segundo, es importante saber de qué producto hablamos y para eso saber qué características tiene, su historia y de dónde viene. Y ya para hilar fino, saber por qué está tan extendido su consumo en puré. A mí no me caben más tápers en el congelador…
Resulta que el calabacín (cucurbita pepo) es originario de Mesoamérica y sur de Estados Unidos. Esto por si lo queréis poner en las etiquetas del táper. También se le dice zucchini o zapallito y se trata de una planta herbácea anual; es decir, su ciclo frutal es anual. Lo que comemos de esta planta, el calabacín, como tal, es el fruto. Este fruto suele estar unido a la flor de la que nace, la cual es unisexual. Es decir, o macho o hembra. Y que, por cierto, también se come. En nada os dejo alguna que otra idea…
Ahora que ya sabemos algo más sobre esta “plaga” y, sabiendo las terribles ganas que nos invaden de cocinar calabacín, vamos al lío. Poneos el delantal, montad una tabla, cuchillo, pelador y cazuela que, sin perder más tiempo, arrancamos en cocina. Sí, hoy antes que nunca, el contenido culinario se va a apropiar de más de medio artículo, porque las alternativas necesarias para dar salida a toda la producción que se viene no son pocas.
Lo primero de todo es el puré. Si lo hacemos rehogando bastante ajo, con un poco de mantequilla y chalota en la base, os lo compro. Sería así: rehogad 4-5 dientes de ajo bien picados con dos cucharadas grandes de mantequilla y pimienta negra. Esto a fuego medio. Un 6 de 10, aproximadamente. Cuando el ajo coja algo de color, añadid tres calabacines medianos en trozos, bien limpios y rehogad el conjunto 2 minutos. Cubrid hasta la mitad con agua, tapad y coced 5 minutos. A la hora de triturar, añadid una cucharadita pequeña de miel. Triturad todo lo más fino posible y colad. Y, he aquí, amigos, familia, vecinos y enemigos, el puré de calabacín 8.0.
Sigamos. Pasemos por aliñar en crudo el calabacín. Para ello, solamente tenemos que laminar un calabacín con un pelador de patata, esquivando la pepita. Una vez laminado, se añade una pizca de sal sobre cada lamina y se extiende en una bandeja. El calabacín empezará a sudar, por lo que conviene quitarle la sal y el agua sobrante. Una vez seco, quedará totalmente maleable y perfecto para acompañar en una ensalada o comértelo así, tal cual. Yo os lo recomiendo solo, con salsa picante.
La siguiente propuesta va de rellenarlos. Se trata de aprovechar las láminas anteriores y preparar un relleno de queso de cabra, calabaza y salvia. Picamos lo más fino posible un par de chalotas, las rehogamos con mantequilla y añadimos unos 150 g de calabaza potimarrón en dados, medio vaso de vino blanco y tapamos la cazuela. Cuando la calabaza esté tierna, añadimos un par de hojas de salvia y dejamos enfriar un par de minutos. Se tritura el conjunto y se añaden unos 150 g de queso de cabra a la mezcla. Se hace una crema y se deja reposar en frío en un táper.
Colocamos en cruz las láminas de calabacín, un poco de la mezcla en el centro y cerramos, añadiendo las láminas que hagan falta para asegurar que la mezcla no se escapa. Recomiendo calentar estos raviolis al vapor o en horno y que cojan la temperatura justa. Y, como colofón, derretid un poco de mantequilla en una sartén, añadid pimienta negra recién molida, tomillo fresco, un par de hojas de salvia e incorporad aquí los raviolis. Manipuladlos con muuuuucho cuidado, son muy frágiles.
¿Vamos bien? Pues preparaos que llega la macarrada. Cortamos una rodaja de calabacín y dejamos reposar en frío. Mezclamos 200 g de harina y cerveza. Primero 150 g. La idea es obtener una crema áspera, pero que sea una crema, no una masa. Salpimentamos los calabacines y los pasamos por la mezcla para seguidamente freírlos a fuego fuerte hasta que doren bien. Este calabacín en “tempura” lo vamos a servir con lima rallada, miel de melaza (o azúcar moscovado), y pimiento de Ezpeleta. La mezcla os va a enamorar y os van a faltar calabacines…
Por último, vamos a rellenar los calabacines con pollo asado y setas. Para esto, partimos los calabacines en cilindros iguales y, con un aro de cocina o un descorazonador de manzanas, vamos vaciando el centro, dejando algo de carne en el contorno. Por otro lado, en una sartén, vamos a dorar a fuego muy vivo un par de pechugas de pollo. Una vez doradas, las desmigamos con la ayuda de dos tenedores y, mientras tanto, en la misma sartén rehogamos una cebolleta picada con un puñado generoso de seta shitake bien picadita. Cuando este conjunto coja color, añadimos medio vaso de vino blanco y un vaso de nata. Mezclamos el pollo desmigado y cocinamos todo hasta que espese el conjunto y tenga textura cremosa, parecida a una bechamel sólida. Dejamos enfriar y rellenamos los calabacines en vertical. Rallamos mucho queso de vaca por encima y horneamos a 180º cinco minutos.
Amigos, familia, ya no tenéis excusa para rechazar un calabacín. Porque los calabacines también “tienen personas y son sentimientos”. On egin!