Patxi Irurzun
NUEVOS TERRITORIOS EN EL FESTIVAL DE TEATRO DE OLITE

Las bodas de plata de un festival que explota y se expande

El Festival de Teatro de Olite celebra su veinticinco aniversario con Ane Pikaza y María Goiricelaya en la dirección artística durante los últimos tres años. Un certamen que, tras perder en su denominación la etiqueta de clásico, se ha abierto a nuevos territorios y lenguajes y se ha marcado objetivos como la visión social, la paridad o los textos de creación propia. En sus bodas de plata rinde homenaje además a quienes les precedieron y pone en el centro a un agente imprescindible del Festival: la ciudad de Erriberri y su gente.

«Negua», representación de 2018. Fotografías: Villar López - Festival de Teatro de Olite
«Negua», representación de 2018. Fotografías: Villar López - Festival de Teatro de Olite

Las noches de verano de Erriberri durante su famoso Festival de Teatro, tal vez contagiadas por el espíritu del mismo, suelen a veces interpretar papeles otoñales, tornarse frías y ventosas, o, como si de una representación del Siglo de Oro se tratara, recurrir a toda su ingeniería y maquinaria de ruido y luz: truenos, centellas o diluvios bíblicos que en ocasiones descargan aparatosamente sobre La Cava, el escenario del Palacio de Olite en el que se llevan a cabo los montajes principales. El puesto en el que suelen alquilarse mantas, en pleno julio y agosto, es ya, de hecho, uno de los iconos de este festival que este año cumple y celebra sus bodas de plata del 19 de julio al 4 de agosto.

Al frente del mismo están desde 2022 las vizcainas Ane Pikaza y María Goiricelaya. Su dirección artística es la primera compartida y comandada por mujeres. Llegaron con la intención de explotar y expandir el Festival y lo cierto es que durante su legislatura ha tenido lugar seguramente la principal transformación a lo largo de estos veinticinco años, tal y como nos cuentan en una conversación telefónica solo unos días antes de la inauguración: «El cambio más notorio ha sido el paso de festival de teatro clásico a una línea artística más contemporánea y muy centrada en los textos de creación propia y en la nueva dramaturgia», nos explica María Goiricelaya. «Por otra parte, el Festival también ha ido ampliando las disciplinas artísticas: si antes estaba muy centrada en el teatro, Ane y yo hemos abierto el festival, aunque sea en menor medida, a la danza, el circo, la música..., y también lo hemos diversificado, llevándolo de sus lugares de representación más tradicionales a otros menos convencionales».

«Artxipielago», obra presentada el año pasado.

A pesar de ello, afirman también que ellas solo son un pequeño tramo dentro del ya largo recorrido del Festival y, de hecho, la programación que han preparado para esta edición dedica buena parte de la misma a conmemorar lo que les ha precedido y recordar ese cuarto de siglo. «Toda esa trayectoria, las personas y acontecimientos claves, se va a recoger en las exposiciones que hemos preparado, en el podcast que se va a realizar con Iker Bengoetxea o en la gala conmemorativa», nos cuenta por su parte Ane Pikaza.

Efectivamente, a lo largo del festival se podrán ver tres exposiciones: una con la cartelería histórica del certamen y dos fotográficas: “El Festival de Olite en el objetivo”, y “25.º aniversario del Festival de Teatro de Olite”. Y, además de ello, varias mesas redondas o la gala que se celebra hoy, sobre la que las directoras no quieren desvelar detalles, más allá de que dará especial protagonismo a uno los agentes más importantes, sino el que más, del Festival: la propia ciudad de Erriberri y sus habitantes. La gala, además, tendrá una maestra de ceremonias de lujo, la autora teatral y actriz Estefi de Paz, buena conocedora del Festival, pues ya aparcó a las puertas del Palacio, durante la pasada edición, su caravana, un teatro rodante y de pequeño formato en el que recuperaba la memoria del circo Anastasini, parte de cuyo elenco fue muerto en Lodosa durante el golpe militar de 1936; o en 2022 llevó al Festival la vida en el alambre de la funambulista iruindarra Remigia Echarren.

 

En 2023, un momento de «Sexpiertos», una comedia sobre la sexualidad de las personas con diversidad funcional.

LA PREHISTORIA DEL FESTIVAL

Erriberri cumple, pues, un cuarto de siglo de Festival, pero en realidad hay unos cimientos sobre los que se asienta, una prehistoria que comenzó en los años 80 del pasado siglo, cuando el volcánico y ya fallecido Valentín Redín consiguió convencer a la Institución Príncipe de Viana para que el Palacio de Olite, uno de esos lugares en los que emplear la expresión “marco incomparable” no resulta impostado, se convirtiera en el escenario perfecto para atraer espectáculos y a artistas de renombre internacional. De la mano de Redín desfilaron por las primeras ediciones de los “Festivales de Olite” Alicia Alonso y el Ballet de Cuba, Lindsay Kent y su teatro de vanguardia, grupos de postín en la época como Alaska y los Pegamoides… Redín llegó a imaginar incluso que los mismísimos Pink Floyd podrían ofrecer uno de los que habría sido, sin duda, sus conciertos más psicodélicos, pues la propuesta, que finalmente no salió adelante, consistía en hacerlos tocar en unas plataformas que se descolgarían desde las almenas del Palacio.

Valentín Redín, por cierto, conocía bien Erriberri, localidad en donde pasó muchos veranos de su infancia. Tal vez por ello El lebrel blanco, histórico y rompedor grupo de teatro navarro, que llegó a sufrir un atentado perpetrado por grupos de extrema derecha, y del cual Redín fue uno de los fundadores, llevaba ese nombre: para rememorar el emblema real, el lebrel o galgo blanco que ostentó la dinastía de los Evreux, a la que pertenecía el Príncipe de Viana, probablemente el morador más ilustre del Palacio de Olite.

A la gestión de Redín le siguieron las de otros como Tako Pezonaga y José María Bengoechea, que descabezaron dichos festivales, los renombraron como “Festivales de Navarra” y los llevaron a otras ciudades y pueblos de Nafarroa, hasta que finalmente, con el inicio del milenio, volvieron a recalar en Erriberri, en una nueva etapa en la que se activó el contador de los festivales tal y como los conocemos hoy, primero como Festival de Teatro Clásico, al estilo de otros del Estado como el de Mérida o el de Almagro, y en el tramo actual abierto, como antes hemos señalado, a propuestas contemporáneas e interdisciplinares.

«Erritu», en 2019, en un escenario mágico.

SIGNO IDENTITARIO DE LA CIUDAD

La ciudad de Olite lleva, pues, décadas unida a un Festival que siente y vive de una manera intensa y con el que colabora estrechamente: «Desde el Ayuntamiento hay que organizar la logística y es algo que lleva mucho trabajo: pensar cómo se organizan las cosas, cómo se preparan los escenarios, buscar o ubicar algunas actuaciones…», nos cuenta Maite Garbayo (Agrupemos/Elkartu), concejala de Cultura en la legislatura de 2015-2019 y en la de 2019-2023 alcaldesa de la ciudad, quien también nos señala que ese trabajo mano a mano provoca en ocasiones anécdotas divertidas, como cuando el anterior director artístico, Luis Jiménez, le pidió ayuda para buscar un burro, y ella estuvo preguntando entre los vecinos que tenían animales, hasta que el propio Jiménez le reveló entre risas que en el argot teatral el burro es el carro en el que colgar el vestuario de las funciones. «Ese trabajo logístico es la cara B del Festival, la cara A sería que se conoce a mucha gente interesante, los vecinos se encuentran paseando a actores, directores, a veces hasta pueden conversar con ellos sobre las funciones que acaban de ver…, lo cual culturalmente es algo impagable», dice Garbayo, quien completa sus palabras relatando otra anécdota personal: la ocasión en que ejerciendo de alcaldesa celebraba una boda y como inesperado y privilegiado fondo musical se escuchaba un ensayo de la cantaora Carmen Linares. «Fue algo muy especial, luego se lo comenté a la propia Carmen y me dijo que, de haberlo sabido, habría cantado un palo que pegara más con la ceremonia. Son cosas que, en fin, premian con creces todo el trabajo invertido».

Al respecto de esto, Rebeca Esnaola, la consejera navarra de Cultura, señaló en la presentación de esta edición que en su 25º aniversario se pretendía «reconocer a Olite y sus gentes por acogerlo y cuidarlo durante estos años y posicionarlo a nivel nacional e internacional en el mundo de las artes escénicas». Y las directoras Ane Pikaza y María Goiricelaya subrayan que «este año hay varios espectáculos en los que hay participación no solo de gente de Erriberri, sino de los lugares cercanos. Los vecinos están invitados a participar para vivir el Festival no solo como espectadores, sino también para poder aportar su parte creativa y que el Festival sea lo que es: un festival en el que la comunidad se vuelca y que vive como propio».

Curiosamente ni Pikaza ni Goiricelaya conocían Erriberri antes de codirigir el Festival: «La razón quizás es que era un festival más centrado en el clásico, que también nos encanta, pero como nuestra parte artística o creativa está yendo hacia otro lugar, no habíamos tenido esa posibilidad de acercarnos como espectadoras. En contrapartida, para nosotras estos tres años están siendo muy especiales, porque estamos conociendo esa ciudad con ese sello identitario tan marcado y ligado al Festival».

Representación de «El sol amarillo» en 2022.

«Calígula debe morir», en 2019.

LA CASA DE LAS COMPAÑÍAS NAVARRAS

Otro de los colectivos a los que el Festival de Teatro y sus directoras artísticas prestan especial atención son las compañías navarras: «Para nosotras es vital remarcar que esta es su casa, el Festival por excelencia en donde tienen una presencia importante a través de una programación que tiene gran eco a nivel estatal, y a través también de los talleres y las dos residencias, una para emergentes y otra para compañías profesionales. Para nosotras es un placer poder acompañar a esas compañías desde el inicio, conocer sus necesidades y generar para ellas un marco ad hoc», señalan las directoras.

Por su parte, desde las propias compañías navarras reconocen ese apoyo: «El de Olite siempre ha sido un festival importante, en la medida en que suelen asistir programadores, y para las compañías navarras estar allí significa que te puedan contratar desde otros sitios», nos cuenta Miguel Goikoetxeandia, director de Iluna Producciones y autor de “Ezkaba”, la obra sobre la gran la fuga del penal franquista del monte Ezkaba, que será representada en La Cava el día 31 de julio.

Otro autor y actor navarro, Txori García, quien también participará en esta edición (en concreto, en el reparto de la compañía In extremis Teatro, que representará en el Centro Cultural Tafalla Kultugunea el día 24 la obra escrita por Harkaitz Cano “El mundo está roto pero se puede caminar”) confiesa tener sensaciones encontradas, pues considera que el de Erriberri es un un festival con un presupuesto institucional muy alto y que quizás el beneficio para el sector no lo sea tanto. Aunque también señala: «Pero sí lo recuerdo de joven como una buena oportunidad para ver grandes montajes clásicos, como el ‘Sueño de una noche de teatro’ de Ur Teatro. Además, yo tuve la posibilidad de participar como actor, cuando perdió su apellido de clásico, lo cual ha supuesto un mayor apoyo para las compañías navarras, mi presencia, por ejemplo, ha sido mayor gracias a eso, dentro de los programas de residencias, en los que la convivencia y la relación con el pueblo ha sido intensa. Y la programación de este año me parece superbuena».

«Daimon y la jodida lógica», en 2020.

CLIMATOLOGÍA INCIERTA EN UN MARCO INCOMPARABLE

En algo en lo que coinciden ambos es en que, aunque le reconocen su encanto, en muchas ocasiones tampoco el escenario es el más favorable para trabajar, por imponderables como la climatología. Algo que las directoras intentan sobrellevar con alegría: «El año pasado Marina Salas, con ‘La infamia’, que además abría el festival, se quedó a veinte minutos de acabar. Nosotras intentamos bailar con las fuerzas de la naturaleza, porque no nos queda otra. Teniendo eso presente, hay que ir tomando decisiones en función de lo que sucede», dicen.

Es lo que pasó por ejemplo con el concierto, también el año pasado, del grupo Raimundo el canastero, igualmente suspendido por las inclemencias del tiempo… o medio suspendido, en realidad, porque los rumberos de Lizarra trasladaron de manera espontánea su música a los porches del Ayuntamiento.

La incertidumbre climatológica se ha convertido, pues, en un rasgo propio del festival, e incluso hay “refugiados climáticos” que reconocen que las noches de teatro de Erriberri son un buen lugar para escapar del sofoco de otras latitudes; eso cuando la temperatura atmosférica no se aclimata o empatiza con la emocional, como sucedió con la representación hace unos años de “Luces de bohemia”, en la que el público terminó tiritando de frío al mismo tiempo que Max Estrella, interpretado sobrecogedoramente por Roberto Quintana, agonizaba sobre el escenario entre otro tipo de temblores.

«La reina del Arga», en la representación de 2022.

Los caprichos de la climatología en todo caso están necesariamente ligados al principal contenedor físico del Festival, el Palacio Real, que es en realidad quien lo dota de singularidad, así como la propia ciudad de Erriberri, con ese marco incomparable del que hablábamos antes. El Palacio de Olite, uno de los mayores atractivos turísticos de Nafarroa, visitado cada año por miles de personas, fue residencia de los Reyes de Navarra, albergó en sus fosos animales exóticos, leones, jirafas, permitió a los monarcas -según cuenta la leyenda- escapar a través de sus galerías subterráneas y pasadizos secretos de enemigos, sitios y conspiraciones hasta otras localidades cercanas (otro de los objetivos actuales del Festival es, por cierto, extender su radio de acción, y así en esta edición hay programados actos en Pitillas, Beire, Tafalla, San Martin Unx…). Más recientemente el Palacio Real ha sido una academia de vampiros, albergando una de las localizaciones para el rodaje de la serie estadounidense “Vampire Academy”, o hace unos años se convirtió de manera involuntaria en el escenario de un drama real, una historia de pasión y muerte, con final trágico, cuando una pareja fue sorprendida haciendo el amor en una de las almenas, en un vídeo que se convirtió en viral. Ella resultó ser la alcaldesa, miembro del Partido Popular Europeo, de una pequeña ciudad belga. Tiempo después moriría asesinada a martillazos en un crimen machista. Pero, por lo general y por suerte, los dramas que tienen lugar en el Palacio de Olite suelen quedar en el terreno de la ficción. Y así por el escenario de La Cava han desfilado Segismundo, Romeo y Julieta, Hamlet…

«La batalla de los ausentes», obra que se pudo ver en 2021.
El público asiste a la representación en 2021, con mascarilla, a la de «Titi Andrónico».

OBJETIVOS CUMPLIDOS

Respecto a la programación de este año (que se puede consultar al completo en la página web del festival: festivalteatroolite.es), a Ane Pikaza y María Goiricelaya les cuesta destacar solo algo entre las decenas de funciones, talleres, espacios, conciertos, experiencias… que conforman el cartel. «Si tenemos que nombrar algo, quizás porque marcan el inicio y el final, la obra con la que hemos decidido abrir, ‘Forever’, de Kulunka Teatro, que acaban de ganar dos Max, a la mejor dirección y a la mejor autoría, sentando además en esto último un precedente, pues la autoría se extiende más allá de la palabra; y el cierre con ‘Iribarne’, de ButacaZero, una pieza muy ácida, muy crítica, sobre Fraga. Son dos compañías, una vasca y una gallega, que también sirven de ejemplo para mostrar la diversidad de géneros, formatos, lenguajes, territorios…», señala Ane Pikaza. María Goiricelaya añade, por su parte, la producción chilena “Villa”, por la importancia que supone abrir Erriberri al mundo, incluyendo en la programación a compañías internacionales, tal y como también hicieron en ediciones anteriores, como en 2022 el Teatro de los Andes, de Bolivia, o el año pasado a La congregación, de Colombia.

En lo que ambas directoras sí están de acuerdo, es que a lo largo de su etapa al frente de la dirección artística están cumpliendo prácticamente al cien por cien con los objetivos que se marcaron al asumirla: «La cuota de paridad la hemos ido instaurando y respetando hasta tal punto que probablemente Olite sea uno de los pocos festivales que existen en la actualidad en el Estado con una proporción de mujeres por encima del 50%. En cuanto a las temáticas sociales, atraviesan todos los espectáculos. Y los textos nuevos o de autoría propia están presente en casi todos ellos. También hemos ganado en accesibilidad, inclusividad, euskara, mirada intergeneracional… A veces tener estos criterios tan definidos desde el inicio resulta duro pero a la vez ayuda muchísimo a hacer la programación, porque es un lugar desde el que tomar decisiones y de alguna manera nos ordena para ofrecer una programación equilibrada que cumpla esos objetivos y nos permita avanzar».

Unas bodas de plata, en definitiva, que, tal y comoseñalaron en la presentación oficial del Festival, «tiende la mano al pasado para no olvidar de dónde venimos; celebra el presente dando espacio al encuentro, a la diferencia, a la reflexión; y mira al futuro como ese lugar que habita la esperanza, donde lo vivido es tierra fértil para generar nuevas miradas, nuevos caminos. El Festival de Teatro de Olite es un lugar donde todas somos bienvenidas para mirar a nuestro alrededor y ver que formamos parte de una diversa, bella y solidaria comunidad; una celebración de la cultura en su máxima expresión; un pilar fundamental de la vida en esta tierra».

De izquierda a derecha, Ane Pikaza y María Goiricelaya.

Una dirección a cuatro manos

Dirigir el festival a cuatro manos no supone para Ane Pikaza y María Goiricelaya ningún problema, y el mejor ejemplo de ello es esta entrevista telefónica que conceden a 7K, en la que sus respuestas se complementan de una manera espontánea, de tal manera que a veces cuesta distinguir una voz de otra. «Nos conocemos muy bien, sabemos que juntas somos mejores y capaces de ofrecer una mirada más amplia, poliédrica e ilusionada», dicen. Creadoras, mujeres de teatro y gestoras culturales, María Goiricelaya y Ane Pikaza llevan años trabajando juntas en el sector de las artes escénicas. En 2017 crearon La Dramática Errante, un sello artístico que se desarrolla en proyectos de diversa índole, cercanos a la realidad y comprometidos. Miembros estables de Kabia Teatro desde 2007 como actrices e investigadoras, han desarrollado su carrera en instituciones y entidades culturales tanto públicas como privadas. Entre sus producciones más destacadas se encuentran “El Patio de mi Casa - Harri Orri Ar” (finalista en los Premios Max 2021 a la Mejor Autoría Revelación), “Lyceum Club” (candidata en los Premios Max 2019 a Mejor Espectáculo Revelación y Mejor Autoría Revelación) u otras obras estrenadas con gran éxito como “Yerma” y “Altsasu”. Ambas creadoras consideran que las direcciones colegiadas son el futuro de los espacios artísticos porque «empujan al diálogo, diversifican la mirada y, en definitiva, enriquecen los proyectos».