Las vacaciones y el equilibrio del comer
El chef de 7K disfruta de sus vacaciones gastronómicas, aunque admite que mantener una dieta medianamente equilibrada en esos días de ocio -en su caso siempre basados en las cosas del comer- es difícil. Y más en Asturias, donde la calidad, la abundancia y los buenos precios se dan la mano.
Amigos, familia, hoy, ahora, en este preciso instante, me encuentro disfrutando del primer día de mis preciadas vacaciones. Vacaciones, que al igual que vosotros, gastronautas, organizo según dónde y qué vaya a comer. Aprovecho para deciros también que este es el primer artículo que escribo en presente, desde el pasado. El pasado no es un restaurante en el que me encuentre ahora mismo, al pasado me refiero, cómo concepto temporal, cómo unidad de tiempo referente a lo que ya ocurrió. Pues eso, que yo, ahora, para vosotros estoy y estaba aquí, disfrutando de este pequeño viaje en el tiempo con el que os hablo hoy, en presente, pero en diferido.
No sigo, que vais a pensar que estoy kuku y que se me ha olvidado que lo mío son las cosas del comer.
Como os decía, mis vacaciones se organizan en función de algunas premisas, gastronómicas la mayoría, en base a las cuales decido si ir a un lugar u o a otro. Y aquí estoy, frente a casi tres semanas de cuchipandas gastronómicas, que prometo contaros. Algunas se repetirán de años anteriores, pero como todo en la vida cambia y evoluciona, seguro que me topo con algún cambio interesante. Mis últimos cuatro años o, mejor dicho, las últimas cuatro vacaciones de verano, de 4 o 5 días casi siempre, las he disfrutado en Asturias. Asturias tiene algo que atrapa y ha hecho que vuelva un año tras otro. Quizás, por la comodidad de conocer un entorno en el que, siendo agosto, nos movemos a deshoras mañaneras y no nos cruzamos con mucha gente, disfrutamos de algunas de las mejores playas que he visitado nunca y, sobre todo, se come de escándalo a precios ridículos. Pienso que esto se irá acabando pero, de momento, sigue siendo mi destino favorito para desconectar.
Las cuatro horas de coche no las afronto del tirón, ya llevo dos años visitando el restaurante Garena de mi amigo Julen Baz, en su formato informal (Taska) y que espero hoy también ocurra. Si lees esto por la mañana, he de decirte que comeré o intentaré comer allí. Si estas leyendo esto por la tarde, ojalá pronto te pueda contar lo que he comido hoy en la Taska de Garena. ¡Ojalá! Veremos a ver…
Hablemos pues del gastro-plan que nos atañe. También os adelanto que este año es el primero en el que me acerco para una semana completa y la necesidad de buscar alguna alternativa “saludable” que permita equilibrar el resto de comilonas se torna un reto increíblemente necesario y difícil. A ver si vais a pensar que no pienso en cuidarme…
¡Pienso y mucho! Pero es cierto que mantener una dieta medianamente equilibrada, de vacaciones, si no es que uno tiene la opción de hacer la compra y prepararla, es difícil. Porque hasta una ensalada tiene más “pecado” que un filete de casa. Entre el queso de cabra, las gulas, gambas, la miel, el vinagre balsámico o cualquier otro topping (añadido) que cabría, también, sobre un postre, contiene más azúcares y grasas que las patatas a la riojana de la ama, el aita, aitona o amona.
Este es mi mayor reto este año. Probablemente, haga ayuno intermitente, pero es que se desayuna tan bien en la casita rural en la que me alojo… tengo casi enfrente el primer desayuno, incluido, y no se qué hacer. Y, ¿si me busco un gym? Es otra opción… Pero al final, ¿no os dais cuenta, de que con la obsesión de cuidarse, uno termina convirtiendo sus vacaciones en su rutina diaria? A ver si las vacaciones no son tan vacaciones o no sabemos disfrutarlas del todo.
Cada uno que las disfrute como quiera. Yo creo que me voy a terminar decantando por un ayuno intermitente, intermitente. Es decir, hoy desayuno, mañana no, pasado sí, al siguiente no… y así hasta el último día. No me parece una mala opción. Lo mismo haré con las visitas a la enorme lista de restaurantes que quiero visitar. Obviamente, mi agenda y mi bolsillo no dan para semejante maratón gastronómico, pero como ya tengo algunos refugios culinarios, estos los respeto y visito, como ya os adelantaba, religiosamente. Visitaré sí o sí o sí, casa Pilar, un pequeño restaurante de pescado. El Xiglú, un chiringuito de playa con un pollo asado que merece mucho la pena y con vistas increíbles. La sidrería El Cabañón, en la que se come una carne increíble a un precio al que aquí ya cuesta encontrar…
Estas son mis apuestas fijas, pero tengo en mente pasarme también por Casa Poli, a comer fabada. Haga 30-35-40º grados, me da lo mismo. Las alubias en casa de mi abuela, también se han disfrutado en agosto, en Ciudad Real, con 45 grados a la sombra. Así que, fabada, seguro que también cae. Y este año, teniendo más tiempo, intentaré colarme por alguna lonja de pescado, simplemente por curiosidad.
Esto es lo que ahora me ronda por la cabeza y el estómago. Y es que me pongo nervioso y a la vez me entra hambre cuando planifico mis vacaciones en Asturias. Habrá algo de montaña, con su correspondiente choricito a la sidra en alguna taska montañera perdida. Es qué si no, pierde parte de gracia el plan. ¿No os parece?
Pues eso, que estando de vacaciones, ya os contaré alguna cosita sobre cómo va el plan, pero de momento, os dejo con el tráiler de la película y una mini receta vacacional con la que disfrutar un día de calor asturiano.
Ensaladilla de pitu El pitu (de Caleya) es un tipo de “pollo, gallina, gallo” típico de Asturias, con el que una vez asado y calificado como «el pollo que ha sobrado» se puede elaborar una ensaladilla acojo… nante. Solo tenemos que desmigar y picar la carne del bicho (que está ya asada, porque son sobras), cocer la misma cantidad de patata y la mitad de huevo. Picar todo finito y teniendo todos los ingredientes finos, mezclar con mayonesa, una punta de mostaza, limón rallado y mucha pimienta negra. Recomiendo añadir una cucharada de cebolleta muy muy muy picadita y terminar con un buen chorro de aceite de oliva.
On egin eta ondo pasa!