Arnaitz Gorriti- Andoni Canellada | Foku

Las otras conquistas en La Concha

La Bahía de La Concha ha vivido toda clase de regatas. Reivindicaciones de unas fiestas alternativas, un reto personal de dos amigos de toda la vida, o la reafirmación de un colectivo de mujeres de más de 45 años, todos con el denominador común de la mar como territorio a conquistar y el puerto donostiarra como culmen de sus hazañas. Nadie ondea banderas de campeón al final de las travesías, pero su mérito es innegable y merece ser contado.

El Cantábrico ya sabes cómo es, y desde luego que entre Orio y Donostia nos tocó una mar algo movida, pero si llegar a Orio ya fue emocionante, llegar a la Bahía de La Concha no lo fue menos». Son palabras de Idoia Etxebarria Urruzuno, una de las 37 miembros de Andrak Erramutan Talde Feminista de Ondarroa. Ocurrió el pasado 6 de julio, poniendo fin por todo lo alto al reto de este colectivo de mujeres entre los 45 y los 60 años que empezó a fraguarse en 2018, cuando el colectivo Zergatik ez de Orio llevó a cabo la travesía Orio-Bilbo-Orio.

«Cuatro mujeres de nuestro colectivo formaron parte del recibimiento que le hicimos en Ondarroa, junto con otras mujeres y el propio Ayuntamiento y empezaron a darle vueltas a la idea de por qué no podíamos las mujeres de Ondarroa hacer lo mismo», explica Nerea Gartzia Gartzia, otra de las que han conformado este Andrak Erramutan. «Bajo el lema ‘Zeatxik ez?’, surgió la chispa de esta idea, pero bueno, luego ha habido muchos motivos por los que ha tardado en formarse el grupo y que la idea empezase a tomar cuerpo, entre otros, porque llegó la covid-19 y aquello lo paralizó todo», añade.

Pero una vez superados esos obstáculos, la idea volvió a tomar fuerza y la necesidad de reivindicarse de las propias mujeres fue dando nuevo brío a un proyecto que se empezó a gestar a finales de 2023, cuando se crea Andrak Erramutan, para ponerse manos a la obra a inicios del presente año. «A lo largo del verano de 2023 se puso en marcha una iniciativa vía WhatsApp para las mujeres de Ondarroa de más de 45 años y en septiembre nos juntamos alrededor de 60. Las cuatro que azuzaron la idea se conformaban con reunir a unas 20, pero es que esa primera ola ya fue mucho mayor de lo que nadie esperaba», indica Idoia.

Siendo Ondarroa un pueblo pesquero y con tanta tradición para con el remo, pudiera pensarse que este colectivo ya tendría algún bagaje en el mundo del remo, pero nada más lejos de la realidad. «Excepto un par de miembros, que practicaron el remo cuando eran muy jóvenes, el resto jamás nos habíamos metido en unas tostas y tuvimos que aprender la técnica desde cero, al mismo tiempo que empezamos a ponernos físicamente a punto», explica Nerea, que indica que en un principio la idea era salir de Ondarroa y devolver la visita a Orio, sin llegar a Donostia.

«La mayoría no habíamos hecho remo, pero tampoco vivíamos de espaldas al mar. Al final, en Ondarroa la mar está presente siempre. Todas hemos descargado en el puerto alguna vez y todas tenemos o hemos tenido alguien en casa que se ha dedicado al mar. Pero una de las cosas que queríamos reivindicar es que la mar, tanto en lo que se refiere a la actividad deportiva como para otros quehaceres, también es un lugar donde caben las mujeres. Y más, como en este caso, las mujeres que ya empiezan a tener cierta edad, cuando en esta sociedad las mujeres que no son jóvenes ni perfectas, ya a partir de cumplir los 45 años, parece como que no existiéramos», añaden las protagonistas de esta historia. Una reivindicación que en su llegada a Orio subrayaron con la lectura de un comunicado a este respecto y que, como explica Nerea, «es un acto que nos ha ido empoderando, en cuanto que nos ha mostrado a nosotras mismas lo que somos capaces de hacer».

La trainera del colectivo Andrak Erramutan entra en la Bahía de La Concha, completando la singladura desde Ondarroa, fruto de la determinación de un colectivo de 37 mujeres entre 45 y 60 años. Andoni Canellada | FOKU

Empezar desde cero equivale empezar desde lo más básico. Garbiñe Badiola Bernedo sonríe al recordar el contraste de las miembros que se aventuraron a esta travesía. «En el colectivo hay mujeres que en su momento han hecho triatlones, y otras, en cambio, que casi ni nos habíamos puesto unas zapatillas en nuestra vida», un detalle que completa Nerea Gartzia al rememorar que «en el pueblo ya hay un colectivo de mujeres Aringaingan que suele quedar para correr varias veces por semana. Pero por eso resultó muy chocante en todo el pueblo ver, de repente, un grupo de tantas mujeres, todas corriendo. ‘¿Pero qué pasa?’, se decían».

«Uno de los méritos de este reto feminista es que ni una sola de las 37 que formamos el grupo nos echamos atrás. Podían haber mil motivos, cada cual tenía el suyo, para hacerlo, pero una de las cosas más bonitas de todo esto es que hemos permanecido unidas desde el primer momento hasta el final, lo que supone haber estrechado lazos entre nosotras», subraya Garbiñe Badiola.

Una vez embarcadas en este proyecto, la seriedad a la hora de hacer las cosas y el ingenio para resolver los problemas han sido dos de las armas para poder seguir adelante hasta el final. «Por regla general, el pueblo nos ha apoyado en lo que estábamos haciendo, y fruto de ello es que cuando salimos hacia Orio, el puerto de Ondarroa estaba lleno de gente a las 8.00 de la mañana», explica Idoia Etxebarria, aunque aclara que «por otro lado, hemos tenido que tirar de ingenio para, cuando nos surgían algunos problemas, como el poder contar con una segunda trainera y hasta una tercera, poder arreglárnoslas para hacernos con ella y guardarla en el mismo puerto porque en el club de remo no había espacio. En ese sentido, la amistad y el tener conocidos en todas partes ha sido clave para ir pudiendo solventar los problemas».

Poner a punto unos físicos dispares para poder afrontar una travesía que, ida y vuelta, han supuesto más de 110 kilómetros y no siempre con la mar en calma, aprender a remar, entrenarse en la mar -incluyendo el cambio de tripulación con la embarcación en marcha-, afrontar la preparación física mediante el concurso de médicos para adecuar los planes de entrenamiento y demás… no sucede por arte de magia y requiere su tiempo. Nerea Gartzia explica cómo «las familias han sido cómplices» para que esto haya llegado a buen puerto. «Que hayamos salido a entrenar y hayamos preparado la logística de toda la travesía significa que hemos podido conciliar nuestro trabajo diario con este proyecto, y es evidente que sin la ayuda de nuestras familias, hubiera resultado mucho más difícil de llevar a cabo».

A propósito de las familias, Garbiñe Badiola narra la anécdota de que «mi hermano y mi cuñada llegaron de Londres para ver la partida en Ondarroa y, por carretera, siguieron la travesía entera, para estar con nosotras en el momento de la llegada en cada punto establecido». Idoia Etxebarria, por su parte, reside en Mutriku y relata cómo supuso «una gran emoción» para ella «que la primera parada fuese en Saturraran, donde dejamos dos de los tres botes».

Dos momentos de la aventura que protagonizaron Julen Idarreta y Eulogio Génova. Fotos cedidas por Eulogio Génova

Y es que las 37 remeras salieron en tres traineras el 6 de julio por la mañana, con Ondarroa en el muelle despidiéndolas. «Completamos los botes con nuestras hijas, entre ellas, la mía», explica con orgullo Nerea Gartzia, patrona de una de las traineras. «Todas queríamos estar en ese momento de hacernos a la mar y fue muy emotivo: un subidón al ver que madre e hija compartíamos bote. Luego dejamos dos de los botes en Mutriku y seguimos con una trainera, y el resto de las remeras repartidas en diversas zodiacs para, cada 20 minutos, ir cambiando cuatro o cinco remeras sobre la marcha», completa.

Antes de emprender la marcha hacia Orio y Donostia, un mes antes llevaron a cabo un «ensayo general» camino a Lekeitio. «Resultó mucho más sencillo de lo esperado. Ya los médicos nos decían que su intención era que nosotras llegásemos a la travesía físicamente preparadas y que pudiéramos disfrutar de ella. Y lo cierto es que así fue. En la travesía a Lekeitio queríamos probar también el cambio de remeras sobre la marcha, pero como no había muy buena mar, pues tuvimos que hacer menos cambios, pero pudimos ver, por ejemplo, que necesitábamos una lancha más grande al lado y por el otro, que estábamos preparadas», explica Idoia.

Una preparación que resultó ser un éxito. Nerea Gartzia explica cómo «al principio teníamos dudas de si íbamos a ser capaces de llegar hasta Donostia, pero nuestra entrenadora lo tenía tan claro… Y es que al final llegamos antes de lo esperado a Orio, a Donostia, a Lekeitio… Y el camino era emocionante, porque aunque hubo algún mareo porque ya sabemos cómo es el Cantábrico, las remeras nos animábamos las unas a las otras de las lanchas a la trainera». Y no solo es que llegar a Orio, después a Donostia y poder regresar -pasando por Zumaia-, al día siguiente a Ondarroa fuese de lo más emocionante. «Además nos grabaron unos chavales que están preparando un documental de la travesía, pero es que todo esto nos ha servido para estrechar lazos entre nosotras».

Prosigue Nerea: «Todo este proceso nos ha ayudado a conocernos mejor, a compartir los problemas diarios y ver que tenemos a gente que nos escucha y nos comprende porque afronta situaciones parecidas, y más en una sociedad que invisibiliza a las mujeres una vez cumplen los 45 años. Todo esto nos ha brindado espacios donde poder expresarnos; contactos y amistades más estrechas que sabes que con ellas puedes hablar de lo que sea con toda naturalidad, como ha podido ser el hecho de volver a descubrir nuestros cuerpos y poder afrontar los momentos en los que nos hemos podido sentir observadas y juzgadas por los demás. Si ya antes había entre nosotras una toma de conciencia de las cosas, todo esto nos ha ayudado a profundizar, porque no soy yo, o aquella, la que toma conciencia, sino que somos nosotras».

Esto no acaba. Como indica Garbiñe Badiola Bernedo: «gracias a esta travesía hemos comprendido que podemos llevar a cabo muchas otras cosas en conjunto. Unido tal vez a la mar, porque al final no deja de ser parte de lo que es nuestro pueblo, pero aunque no lo fuera. Con esta travesía no termina nada, sino que se abre un camino para hacer otras iniciativas como pudiera ser participar en la próxima Lilaton».

Julen Idarreta y Eulogio Génova posan para 7K en el mismo escenario al que llegaron en su travesía marítima desde Santoña. Andoni Canellada | FOKU

«EUSKAL HERRIA, DESDE UN DRON HORIZONTAL»

Eulogio Génova no necesita presentación en esto del remo. Hablamos de un campeón del mundo y doble medalla de bronce en el Mundial de peso ligero y de un ganador de la Bandera de La Concha. Su buen amigo Julen Idarreta, también es conocido en el mundillo. Los dos son profesores jubilados y se han encargado de la educación física de incontables alumnos. Ahora coinciden en los entrenamientos de remo de veteranos, Génova más en serio que Idarreta. El primero es del muelle y el segundo de la Parte Vieja, donde Idarreta ejerció de entrenador de judo, además de ser un antiguo componente de la selección vasca de lucha y sambo y también profesor de técnica de remo.

En 1998 tanto Génova como Idarreta decidieron idear una travesía entre Santoña y la Bahía donostiarra. «Los deportes de lucha y el remo han sido mis dos grandes pasiones y por eso pude compartir con Eulogio aquella experiencia. Hay pocas experiencias más bonitas que llegar a un pueblo desde el mar. No me refiero volver a puerto, sino a otro pueblo. Recuerdo, por ejemplo, lo bonito que me pareció llegar a Armintza; para mí aquello era una novedad y fue precioso», recuerda.

Idarreta evoca que «llevamos un batel pequeño en el remolque hasta Santoña e hicimos la travesía con jornadas de cuatro o cinco horas diarias. Aquello no tenía que ver con una actividad deportiva o incluso una actividad física, sino que era gozar de nuestras costas; ya te digo que ver nuestros pueblos desde el mar es como ver Euskal Herria desde un dron horizontal».

Aficionado a la mar y remero en su juventud, Idarreta recuerda un paseo en su batel entre viejos marineros en Hondarribia, con el saludo de las gentes del mar adoptándolos entre los suyos, a bordo de una chipironera. «Nos decían ‘Avantean, lehengo zaharrak bezala!’ Y aquella es una expresión que se me quedó grabada, porque es lo que hicimos en aquel viaje entre Santoña y Donostia. Cuatro o cinco horas de ‘avante’, disfrutando de nuestros pueblos de la costa. La recompensa era no solo disfrutar de la belleza de lo que veíamos, sino de las buenas comidas que nos metíamos… ¡Normal, después del trajín diario! (risas)».

Julen Idarreta busca la alargada sombra de Eulogio Génova para quitarse importancia y quitarle trascendencia a remar hace 26 años entre Santoña y el puerto donostiarra, pero es precisamente trascendencia lo que se trasluce de aquellos días. «Recuerdo que tras una muy buena comida en Lekeitio, tuvimos una conversación muy íntima, recordando cómo mi abuelo tuvo que ir a trabajar de criado, o cómo el padre de Eulogio se tuvo que hacer a la mar ya con 12 años… Aquello tuvo su poquito de conversación etílica, pero aquellos días sirvieron para estrechar lazos en nuestra amistad, que viene precisamente de compartir la experiencia y las cuatro o cinco horas diarias de remo».

El «viento francés» del Este es uno de los escasos recuerdos no tan gratos de aquella semana de travesía. «Ahí Eulogio me dio una lección de lo que hoy todo el mundo llama ‘resiliencia’. Tuvimos ese viento de cara varios días, pero sobre todo se levantó en la playa de Bakio, y no había manera de avanzar… Diría que para avanzar 500 metros escasos nos tiramos como una hora, o algo así. Yo estaba desesperado, con el trasero ya machacado por el banco fijo y Eulogio me daba ánimos para ‘seguir dándole’. Por fortuna, nos metimos en Mundaka y tumbados sobre la piedra caliente, recibimos un masaje reparador. ¡No necesitábamos más! Eulogio remando en la proa, yo en la popa, adaptamos los remos a la travesía, y adelante. Eulogio era el capitán y yo a su lado daba un poco el pego. Pero tampoco creas que nuestra preparación era exhaustiva: durante la semana nos dedicábamos a nuestro trabajo y el fin de semana pulíamos los detalles, pero con calma», indica, añadiéndole un barniz de ternura al recuerdo de aquellos días.

Aquella experiencia nada tiene que ver con las regatas de La Concha, aunque llegaran al mismo escenario. «No deja de ser parte de esa droga que ha sido el salitre para mí y para tantos como yo. Luego, resulta que mi esposa estaba embarazada, ¡y menuda bronca me echó mi madre! Pero luego cuando avistábamos Igeldo, nos estuvo saludando con la ikurriña», (risas).

«Al final, aquello no precisaba de ningún eco mediático, sino que era algo íntimo. Por ejemplo, cuando pasamos por la isla de Izaro, me acordé de cómo mi hija Izaro se encontraba en aquel momento en la tripa de mi esposa. Las personas vivimos con las mentiras que nos creamos, pero también con nuestras verdades. Y ‘hazañas’ tan tontas o tan personales como la que hicimos, remando desde Santoña hasta Donostia, sirven para darle algo de sal a nuestras vidas, al menos a la mía. Otros necesitan el fútbol o cualquier otro estímulo externo, pero en este caso, creo que nosotros tenemos la capacidad de crear algo de riqueza, en el sentido de que sabemos cómo procurarnos nuestra propia felicidad. Remábamos de buena mañana, hacíamos vivac para dormir… fue una cosa espontánea, inspirada en aquellos que tuvieron que escapar de aquí a remo en la Guerra de 1936, de forma que, de algún modo, rejuvenecíamos a todos aquellos mayores que nos inspiraron a nosotros. A veces tiene que venir alguien con una perspectiva de fuera para mostrarnos qué es lo que somos y cómo somos en realidad», finaliza Idarreta, convertido de pronto en la imagen horizontal de un dron, que trae de vuelta la imagen de Génova y la suya bogan-do en la Bahía tras cinco días de travesía.

El abordaje pirata se ha convertido en cierta medida en parte del programa festivo de la Aste Nagusia de Donostia, aunque mantiene la idea de unir la fiesta y la reivindicación, la desobediencia, el humor y la participación popular. Idoia Zabaleta | FOKU

Idoia Zabaleta | FOKU

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PIRATAS AL ABORDAJE

También La Concha puede ser escenario para la diversión. El abordaje pirata de la Aste Nagusia de Donostia es la prueba. La última edición se celebró el pasado 12 de agosto. El máximo exponente de «Donostiako Piratak» es una iniciativa que intenta devolver las fiestas al pueblo. Y ya que la institucionalidad está encantada de hacer las fiestas más institucionales posibles, no queda otra sino tomar al abordaje las fiestas de la propia localidad.

Suena algo triste tener que ejercer la piratería, siquiera simbólica, en casa de uno mismo, pero desde el año 2003, este abordaje ha conseguido convertirse en una bocanada de aire fresco que ofrece un margen a la originalidad y la espontaneidad, por más que parece estar incluido ya en el programa festivo.

«Aquel primer año nos juntamos 50 personas. En 2004, fuimos 100. En 2005, 200. En 2006, 400. En 2007, 1000. En 2008, 2000... y así hemos llegado a organizar una fiesta donde participan más de 4.000 personas», describe Donostiako Piratak a través de su web.

«El modelo de Semana Grande prevalecía sobre todas las iniciativas para intentar recuperar el carácter popular de las fiestas: el programa, las plazas y la calle estaban gestionadas por intereses económicos privados; el castellano como idioma predominante en todos los actos y las corridas de toros, las grandes protagonistas; y los y las ciudadanas, observadoras pasivas y consumidoras activas», añaden.

Donostiako Piratak aboga por unas fiestas «participativas, liberadoras y euskaldunes». En ese sentido, dos de sus miembros, Ines Arrue e Inge Ugarte, precisaban en vísperas del abordaje que «hay una segunda y una tercera capa aparte de la cofradía. Es decir, los que sin ser miembros de las cofradías se ponen el pañuelo o se acercan a ella, tanto a nivel de Gipuzkoa como a nivel de Euskal Herria. En general, la participación en esta fiesta es muy amplia y poco a poco vamos creciendo. Hay valores que atraen a los jóvenes y el movimiento sirve para formarlos. Quizá porque son jóvenes que nunca se han formado, se acercan por primera vez al movimiento popular y se ejercitan en él en un sinfín de cosas. Al final, esto es como una escuela, cada uno para encontrar su habilidad».

Hay que regresar al origen de todo, que es la pregunta que se plantean desde Donostiako Piratak «¿Vamos a tener que pedir permiso para celebrar nuestras propias fiestas?». En busca de la respuesta a esta pregunta nació Abordatzea, uniendo la fiesta y la reivindicación, teniendo siempre como referencia la desobediencia, el humor y la participación popular.

«Reclamamos unas fiestas creadas para y por el pueblo, para así sumergirnos en las aguas un nuevo modelo de sociedad». En ese sentido, la Bahía de La Concha se convierte a un tiempo en una geografía perfectamente reconocible donde se intenta romper y revolver con lo establecido, y también en una suerte de aguas internacionales, donde o bien la bandera pirata o la de cada cual se planta para dar a Donostia una imagen alejada de sus típicas postales.