El archivo histórico de ETA y el benedictino de Lazkao
El pasado 18 de octubre, la Diputación de Gipuzkoa realizó un homenaje a Juan Joxe Agirre, alma mater del archivo y biblioteca que los benedictinos de Lazkao guardan en su monasterio. En 2011 se creó Lazkaoko Beneditarren Fundazioa, que gestiona el centro de documentación, con el apoyo de Diputación, Ayuntamiento de Lazkao y otras entidades.
A partir de 1973, Juan Joxe Agirre, que hoy cuenta con 94 años, comenzó a recopilar panfletos, folletos, pegatinas, revistas y otras publicaciones, la mayoría clandestinas, siguiendo la estela de otros benedictinos que, en Montserrat, guardaban en su histórica y mítica biblioteca la memoria de la lucha antifranquista catalana. Si Montserrat se convirtió en referencia, el convento de Belloc, también benedictino y situado en la muga de Francia con Ipar Euskal Herria, fue parte del origen del depósito de Lazkao. Belloc, que cerró definitivamente en 2022 con el traslado de sus últimos frailes, fue un centro de documentación, pero también de conspiración política. Desde la época de la resistencia francesa contra el invasor nazi, sus paredes albergaron y escondieron a centenares de militantes, como Eustakio Mendizabal, ‘Txikia’, que se había formado en el de Lazkao. ETA realizó una de sus asambleas en Belloc y en 1987 el convento fue asaltado por la Policía francesa que buscaba a Filipe Bidart. Si Juan Joxe Agirre fue el animador del archivo de Lazkao, Marzel Etxehandi fue el de Belloc.
En 1968, en pleno estado de excepción, el convento de Lazkao fue invadido por la Policía española. Desde entonces, junto al también benedictino convento de Estibaliz (abandonado en 2022), sus paredes acogieron a huidos y clandestinos antes de cruzar la muga. En varias ocasiones, aparecieron ikurriñas en su interior, cuando la tricolor estaba rigurosamente prohibida. La fotografía de Juan Joxe Agirre junto a Eustakio Mendizabal besando una ikurriña en el Aberri Eguna se convirtió en un icono de la historia contemporánea vasca.
Sin embargo, el reciente homenaje tributado por la Diputación de Gipuzkoa ha evitado cualquier connotación política al archivo de Lazkao y, por extensión, a su responsable. Hay una razón evidente. El centro de documentación es el mayor archivo público que existe sobre ETA en todo el planeta. La conversión del archivo de Lazkao en centro fundamental para el estudio de la evolución de ETA tiene que ver con la labor de Agirre y numerosos voluntarios, pero también respondió a un interés de la propia organización de que así lo fuera, junto al de Belloc. Durante décadas, ETA desvió su información, también la interna después de filtrarla, a ambos conventos. Las dos grandes obras relacionadas con ETA (“Documentos Y” -18 tomos- y “Euskal Herria y la Libertad” -11 tomos-), tienen en Lazkao su base documental, en especial la primera que reproduce únicamente textos de la organización armada vasca.
ETA tuvo, durante toda su época histórica, vocación de guardar sus archivos. Al comienzo lo hacía de forma informal pero, a medida que el cerco policial se fue estrechando, fue diseminando los mismos y preparó vías para su guarda y, también, para su consulta. Los primeros, hasta la muerte del dictador Franco, fueron recogidos en un único archivo que, sin ser completo, acogió buena parte de la documentación de la organización, sus cuentas, sus militantes (en un cuaderno con teléfonos y direcciones), sus relaciones exteriores y una lista con todos los receptores de su publicación “Zutik”, que recibían puntualmente, por correo o en mano, el boletín.
ARCHIVOS DESAPARECIDOS
Al inicio de la denominada Transición, aquel primer archivo original de ETA fue trasladado a Suecia para evitar su incautación, retornando a Euskal Herria ya en el siglo XXI. Con motivo del golpe de Estado en 1981, ETApm, como KAS y otros archivos particulares, depositaron sus fondos en la sede que entonces tenía Eusko Ikaskuntza en Hondarribia. Pero, años después, los archivos de ETApm, especialmente los relacionados con temas económicos, desaparecieron, sin a día de hoy conocer su destino.
Por entonces, ETA hizo de la sede de la revista “Enbata” en Baiona un depósito provisional de parte de sus archivos que, a pesar de que fue una opción temporal, se mantuvieron en la sede periodística, hasta que una inundación se llevó por delante la mayoría de la documentación, no solo de ETA, sino también de “Enbata”. Aunque la provisionalidad fue compartida con una decisión que se mantuvo durante años. La documentación generada, al menos la susceptible de alguna vez ser consultada, comenzó a ser depositada en el archivo de los benedictinos de Belloc. A partir de entonces, los de Belloc guardaban una copia del documento o publicación de ETA, enviando otro ejemplar a sus homólogos en Lazkao.
Al margen de la vía de los benedictinos, ETA comenzó a construir su propio archivo, que dio comienzo en 1975, año de la muerte de Franco, con algunas colecciones privadas que se remontaban a 1970, en especial a la escisión de ETA Sexta. Fue en principio operativo, pues también recogió las “cantadas” de los militantes detenidos, para completar un inicial archivo de militantes “quemados” para la actividad “legal”. Ese archivo se mantuvo durante toda la década de 1980 y parte de 1990, hasta que esos temas fueron integrados en una estructura propia e informatizados. El archivo recogió numerosos hechos particulares, desde los preparativos para la evasión de la prisión de Segovia en 1975, hasta cartas de Pakito Arriaran, que murió en acción de guerra en Cahalaltenago, El Salvador, en 1984.
BIOGRAFÍAS Y TESTIMONIOS
A comienzos de 1980, ETA decidió almacenar el testimonio de sus militantes históricos para guardarlos en su archivo, y lo hizo en dos formatos. El primero de ellos fue haciendo una ficha de 153 de sus entonces militantes liberados, recogiendo en la misma su biografía familiar y política, sus inquietudes, una especie de currículo vitae. El segundo de los formatos lo fue en entrevistas grabadas en casete, en esta ocasión a militantes históricos que refirieron, de forma más distendida y en largas conversaciones, historias personales y de la propia organización que habían ayudado en su crecimiento. En total fueron una colección de más de 80 cintas, aunque en esa fonoteca había otras cintas dedicadas a otras cuestiones. Muchas de estas entrevistas revelaban hechos desconocidos, acciones ejecutadas o fallidas, relaciones internacionales y hechos anteriores a 1981, que es cuando tuvieron lugar la mayoría de las entrevistas. Entre los acontecimientos relevantes contados por sus protagonistas se encontraban cómo prepararon el atentado contra Melitón Manzanas, un cursillo de entrenamiento con el IRA de anfitrión o un secuestro fallido del cónsul de EEUU en Bilbo en tiempos del Proceso de Burgos.
Al margen de las grabaciones con los testimonios, el archivo guardaba otra serie de casetes con temas diversos. Entre ellos, las históricas declaraciones de Argala a las Gestoras pro Amnistía de Arrigorriaga, así como un análisis suyo sobre ETApm y su estructura organizativa. También las canciones grabadas a comienzos de la década de 1970, con las voces de Telesforo Monzón, Txomin Iturbe, Maite Ormaetxea, Isidro Garalde… También todas las actas grabadas del Biltzar Ttipia de ETA entre 1977 y 1980 donde, por ejemplo, se tomaron las decisiones de concluir con “Zutik”, la publicación histórica, y comenzar la edición de “Zuzen” y “Zutabe”, las concreciones sobre la Alternativa KAS y su papel de coordinadora y bloque dirigente, la preocupación de ETA sobre el narcotráfico… Y otras cintas con grabaciones de los interrogatorios realizados a empresarios secuestrados como José Lipperheide Heinke (al que ETA llamó “Operación Onassis”) o a Diego Prado y Colón de Carvajal, presidente del Banco de Descuento.
A partir de 1988, ETA decidió trasladar y unificar su archivo en la vivienda Harretche de Hiriburu, en las cercanías de Baiona. En el sótano y con un sofisticado sistema hidráulico, la organización había preparado un amplio zulo. La dueña de la vivienda, Marta Alcalde Linares, conocida como ‘Txori’, dio origen al nombre del zulo. Así, Txori se convirtió en el depósito del archivo histórico de ETA, con el material sucintamente reseñado. Y con el añadido de las publicaciones que ETA iba publicando. Alcalde, natural de Portugalete, vivía con su pareja Mikel Negrete. Ambos se habían trasladado en la década de 1970 de su localidad natal a Grenoble, donde trabajaron durante años, hasta que fueron contactados por ETA.
Txori fue, asimismo, depósito de armas. El 5 de febrero de 2000, Marta Alcalde, con 46 años, falleció en Baiona a consecuencia de una enfermedad. Su muerte fue difundida un mes después y ETA evitó reconocerla como militante, porque tanto el archivo como el zulo con armas permanecían activos. En febrero de 2005, la Policía francesa encontró el zulo e incautó el archivo completo junto a las armas halladas en el habitáculo. En 2010, en un juicio contra varios militantes de ETA celebrado en París, Marta fue reconocida como militante de la organización.
Cuando entró la Policía en el zulo, el archivo se encontraba en cajas, apilado, para su inmediato traslado e inventariado. Una vez realizado el mismo, ETA había decidido donar la mayoría del mismo a un archivo público, probablemente Belloc o Lazkao. Quiso la casualidad que, antes de que se ejecutara la decisión, la Policía francesa lo incautara. En 2016, el Ministerio del Interior español solicitó el archivo a la judicatura francesa y en 2018 las carpetas fueron trasladadas a Madrid, quien ordenó llevarlas al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo ubicado en Gasteiz (conocido popularmente como Melitonium). En la actualidad, el archivo no se puede consultar.
QUEMA DE DOCUMENTOS
Simultáneamente al descubrimiento del zulo de Hiriburu, Marzel Etxehandi fue detenido en Belloc. Etxehandi fue llevado a la comisaría de Baiona, mientras que el convento de Belloc era registrado y su prior, Marc Doucet, así como otros religiosos, interrogados sobre las tendencias políticas de Etxehandi. A los pocos meses del arresto de Etxehandi, que salió en libertad tras varios días de detención, el abad de Belloc ordenó la quema de toda la documentación relacionada con ETA y la izquierda abertzale. La decisión se ejecutó al viejo estilo: los documentos y libros fueron apilados en el patio y ardieron en una hoguera que los convirtió en cenizas.
A través de una comisión rogatoria, la jueza Le Vert solicitó ampliar la investigación de Belloc a Lazkao. Y el juez Garzón envió a la Guardia Civil al convento con una orden de detención y su traslado inmediato a Madrid, bajo la acusación de “colaboración con banda armada”. Pero la Guardia Civil, en un exhaustivo registro, no halló documentación de su interés y puso en libertad a Agirre, sin siquiera pasar por el cuartel. Ello no debió sentar bien en las altas esferas del Instituto armado, que años después difundió la falsa noticia (“Sangre, sudor y paz. La Guardia Civil contra ETA”) de que Agirre se había zafado de los interrogatorios con «astucia» y que fue puesto en libertad «por su avanzada edad». Con motivo de sus detención, ABC ya había titulado: “El guardián de la historia de ETA”.