Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale
GAURKOA

El desafío estratégico llama a la puerta

En el pasado, las luchas de emancipación de los pueblos (y del pueblo) siguieron algunas pautas de las más comunes estrategias diseñadas por la izquierda. Inicialmente, partidos comunistas y socialistas promovieron la estrategia de revoluciones obreras o proletarias en países industrializados. Posteriormente, en los periféricos sin clase obrera homogénea y mayoritaria, la estrategia de liberación nacional de movimientos con organizaciones guerrilleras persiguió la independencia y el socialismo, mientras en paralelo la estrategia socialdemócrata europea se acomodaba al marco democrático-liberal del capitalismo buscando el bienestar.

El triunfo cubano o argelino tuvieron especial significación para la adecuación de la estrategia de liberación nacional al contexto vasco, pese a las diferencias. Euskal Herria era una realidad nacional, lingüística y cultural, pero hacía siglos que no era una realidad política, homogénea o siquiera administrativa. No éramos una colonia lejana, sino un país ocupado por dos estados. Concentrábamos en la mayor y más poblada parte del país (bajo una dictadura) una gran actividad fabril e industrial que generó una mayoritaria clase obrera consciente de su opresión y explotación. Esto, fundió la lucha de liberación nacional y social mediante la identificación de un nuevo sujeto emancipador, el Pueblo Trabajador Vasco.

En la década de los 50, las revoluciones proletarias son estrategias del pasado y para la década de los 90 (El Salvador) las perspectivas de victoria de las insurrecciones guerrilleras son historia, la desaparición de la URSS convirtió al socialismo dogmático-burocrático en pasado sin posibilidad de vuelta y la globalización neoliberal hizo que la socialdemocracia dejara de ser útil al capitalismo y de ser eficaz para el bienestar de los asalariados.

El milenio nació con impulsos y procesos de soberanía nacional e incluso, en algunos casos, con estadios previos al socialismo. Y, aunque no todos han conseguido quebrar la lógica del ultraliberalismo, sí ayudaron a recuperar los conceptos de independencia, democracia, poder popular, socialismo y revolución democrática con los que soñábamos los vascos para la fase posnegociadora. Democracia y socialismo, para volver a mirarnos en el espejo de la prematura y abortada experiencia de la Unidad Popular Chilena y de su vía pacifica al socialismo en la que, tanto a nivel político como organizativo, se inspirara la izquierda abertzale.

Cambios profundos han hecho que la globalización neoliberal y la interminable crisis del capitalismo nos asfixien, que la Unión Europea no sea ejemplo ni de democracia ni de oportunidad social y menos aún marco para recuperar la soberanía robada o cedida (Grecia es testigo). El Estado español de la reforma política sin ruptura ha tocado fondo e hipotéticas cartografías federales o plurinacionales nos son ya inservibles. En la sociedad vasca, significativos cambios sociológicos y productivos han recaracterizado incluso al sujeto revolucionario, el Pueblo Trabajador Vasco. Cambios en la clase trabajadora (mas heterogénea y feminizada), en fábricas y centros de trabajo, en educación y cualificación de los jóvenes, la familia, las relaciones personales, el consumo, los protagonistas de las migraciones... La percepción que teníamos del sujeto protagonista de la liberación nacional y social se renueva haciéndolo mas popular que proletario y más no propietario (empleado, funcionario, comerciante, autónomo, cooperativista...) que trabajador industrial.

Por otro lado, una no menos profunda reconfiguración política afecta tanto a los espacios como a las fuerzas políticas vascas, a estrategias de alianzas a largo como a posibilidades transversales de acuerdos a corto. Hoy, nuevos mapas de mayorías políticas, sociales e institucionales son todavía ampliables.

Sin embargo, desde la irrupción de EH Bildu, que suma sensibilidades políticas más amplias (y necesarias) que las de la propia izquierda abertzale, podría parecer que, en aras del equilibrio de diferentes, se han dejado de lado los planteamientos estratégicos (independencia y socialismo) que son la identidad y lo esencialmente no prescindible del proyecto de liberación nacional.

Tras el cambio de ciclo político y de estrategia, no se trata ya de centrar el debate en torno a lo oportuno o no de unos u otros medios (a estas alturas ya lo suficientemente clarificados) sino en que los fines, por encima de los medios, vuelvan a la centralidad de la estrategia y del discurso de la izquierda abertzale. Los objetivos finales deben ser visibles en la práctica política propia y en la de los aliados que, a día de hoy, pueden calificarse de estratégicos.

La izquierda abertzale debe reorientar el proceso político vasco para situarse a la altura de los desafíos que el proceso emancipador debe enfrentar. Es el momento de acometer una reflexión estratégica sobre los objetivos políticos de la izquierda abertzale y el modo de materializarlos sin complejos. Mas allá de teorizar estructuras organizativas y estrategias definitivas que únicamente queden plasmadas en documentos, necesitamos contextualizar la apuesta estratégica, imprimirle dinámica y hacerla visible. Hacer pedagogía a través de la acción para mostrar claramente hacia dónde vamos y a dónde queremos llegar. Sin desdeñar la teoría política, lo urgente es repensar el accionar y la acción (iniciativa política, organización, movilización, agitación-propaganda….) pensando en públicos amplios y no marginales, en público participante y no espectador. La acción es ilustrativa, pedagógica y más participativa que la compleja teoría política para élites.

No es momento de abandonar el carácter de movimiento que siempre ha tenido la izquierda abertzale, pero sí de levantar estructuras políticas creíbles de carácter estratégico. Es momento de pensar, repensar y colectivizar las vías hacia la independencia y el socialismo, y eso no puede ser tarea exclusiva de una sola organización política ni de un puñado de militantes. Es momento de articular las alianzas en clave y sentido estratégico, y eso va a exigir desarrollar EH Bildu como Unidad Popular o Frente Amplio (lo de menos es el nombre) que deje de calificarse de soberanista para empezar a ejercer como bloque netamente independentista y marcando su agenda. Es el momento de que EH Bildu, abrazando una común y comprometida posición anti neoliberal y anticapitalista, sea capaz de movilizar, ilusionar y articular una mayoría independentista mas allá de la movida exclusivamente por la pulsión emocional abertzale. Dejemos que los partidos integrantes de EH Bildu realicen sus propias y particulares definiciones del concepto de socialismo atendiendo a su origen, historia y evolución ideológica, pero acordemos al menos entre todos ese suelo social común para que el independentismo incorpore a los nuevos interesados en una independencia con tantas o más virtudes sociales que emocionales.

En estos momentos, con nuestros aliados de largo recorrido, tenemos que reflexionar en clave «amplia» y estratégica. Pero el verdadero desafío estratégico se sitúa en el terreno de la izquierda abertzale, donde nos tenemos que activar para organizarnos, actuar y movilizar en esas mismas claves estratégicas, la independentista y socialista.