Marta Luxán Serrano, Joxi Imax Bengoetxea y Oier González Bilbatua
UnibertsitatEraldaketa
KOLABORAZIOAK

Educación y transformación social

Para qué queremos educar, para reproducir o para transformar el status quo? Entendemos que ésta es una de las preguntas clave a las que ha de responder cualquier reflexión sobre educación. Nosotras lo tenemos claro, la educación debe impulsar el cambio social, ese cambio tan necesario para transformar esta sociedad. Y no por pocas razones.

Es necesario transformar el sistema económico porque se sustenta en la explotación de muchísimas personas. Es necesario acabar con el capitalismo puesto que necesita de un crecimiento económico constante y que pone en peligro la propia existencia de nuestro planeta y atenta contra la vida. Este sistema, además, impulsa la concentración tanto de la riqueza como del poder, convirtiendo la justicia social en un objetivo inalcanzable y, de igual modo, el capitalismo ha privatizado y sigue privatizando los recursos comunales. Por todo ello, creemos que es necesario promover una transformación social que haga frente a las enormes desigualdades sociales que genera este sistema tanto entre los diferentes pueblos como entre sexos.

Una de las prioridades de los sistemas educativos formales e informales debería ser concienciarnos sobre la necesidad del cambio e impulsar la transformación. Autores críticos, como Louis Althusser o Pierre Bourdieu, escribieron en los 70 que el sistema educativo es un aparato más de reproducción del sistema capitalista. Y tenemos numerosas pruebas de que, efectivamente, esa hipótesis tiene sentido. Pero, en nuestra opinión, hay oportunidades para convertir el sistema educativo en una herramienta de resistencia y transformación, tal y como reivindicaron Paulo Freire, Michael Apple o Henry Giroux. Prueba de ello son las numerosas iniciativas en torno a los saberes populares que están hoy en día en marcha en Euskal Herria y otras partes del mundo. Ya se trate de escuelas libres o de colectivos que promueven espacios de formación, estas prácticas demuestran que el ámbito educativo puede ser una potente herramienta de transformación. Cabe recordar que para Jane Anyon la educación es un campo de batalla más y para Paulo Freire un instrumento que sirve para el empoderamiento de las oprimidas y el avance en el camino de la liberación.

Según Henry Giroux, la educación habría que entenderla como parte de un proceso de lucha política más amplio, y los educadores deberían jugar el papel de intelectuales que trabajan por la transformación. Nelson Mandela dijo que la educación era el arma más poderosa de transformación social y, en opinión de Michael Apple, aquéllas que luchan contra las desigualdades de clase, género y etnia han demostrado que es posible transformar los currículum, avanzando así hacia sociedades más justas.

En todo caso, la premisa de la que partimos es que la educación es, siempre, un fenómeno social y político. Ya Emile Durkheim estudió cómo muchas de las cuestiones de nuestra vida que explicamos en términos de decisiones individuales están atravesadas por factores sociales: por eso había tantas monjas y curas en las sociedades tradicionales y hay tanto ingeniero en las sociedades científico-industriales.

Paulo Freire subrayó en numerosas ocasiones el carácter político que tiene y que debe tener la educación. En efecto, tanto en el ámbito de la educación como en las ciencias sociales, la neutralidad no existe, es imposible; educadoras e investigadoras forman parte de la sociedad, son subjetividades construidas en el seno de la misma. Por eso, a pesar de intentarlo con ahínco, las consecuencias de esas posturas supuestamente objetivas no serán neutrales, porque, cuando hay un conflicto entre un poder y un contrapoder, quienes no toman posición están favoreciendo al status quo. Así, según Giroux la educación es «una práctica moral y política, puesto que siempre exige tener una determinada visión de futuro».

Entender la educación como un proceso con vocación transformadora, que quiere/debe incidir en las asimetrías de poder, exige mancharse las manos, implicarse en los conflictos locales y abrazar las luchas universales.

Y al calor de estas ideas nos hemos reunido durante los últimos cuatro años para organizar las jornadas UnibertsitatEraldaketa. Estas jornadas han tratado de superar la dicotomía docente-alumnado, de saltar los muros de la academia y entrar en los espacios de la autogestión, creando espacios de encuentro e intercambio entre diferentes colectivos e individualidades.

Trabajando juntas hemos compartido emociones, experiencias vitales y sueños, o lo que es lo mismo, otras maneras de producir conocimiento. Queremos arrancar a la academia el monopolio de la producción del conocimiento, apostar por la construcción conjunta y desde diferentes ángulos, por sembrar dudas y alianzas, que con el paso del tiempo y en el momento oportuno se conviertan en frutos emancipadores.