Un teatro patético
Abrir cada día la prensa española –lo mismo da enchufarse a internet, encender la radio o plantarse ante un televisor– empieza a ser un espectáculo impresionante para los aficionados a cualquiera de las disciplinas teatrales.
A mí, en forma particular, me apasiona el sainete o las llamadas «comedias de puertas», que con tanta gracia preparaban los españolísimos, Hermanos Quintero, Arniches y compañía. Se trata, en definitiva de un genero chico en el que los personajes entran y salen de escena, se confunden, generan un bajo grado de tensión con sus diálogos absurdos y terminan por hacer sonreír en torno a una solución que a nadie satisface pero que sortea el drama..
Algo así nos presentan en la política española. Con un Gobierno en funciones y sin un futuro cierto, redadas contra tramas corruptas, Felipe González a modo de gran gurú al que nadie ha convocado y un Pablo Iglesias adornado con laureles de césar.
Pero nosotros, los vascos del Sur, nos hallamos a merced de un régimen que se descompone con retardo y que permite que el partido con más corruptos por cargo que se conoce en Europa sea el primer candidato a repetir saqueo; que el segundo sea el que aún mira con devoción litúrgica al amo y señor del GAL; que el tercero se recree en un coqueteo entretenido pero interminable y un cuarto indefinido, que igual juega a ser carne que pescado, en el que sin duda se embosca la derecha.
Llegados a ese punto, ¿no es hora ya de preguntarnos qué diantres pintamos en ese escenario? A mí cada día que pasa me parece más patético actuar en tan paupérrima compañía.