Grandes museos con gestores muy pequeños
Cada vez que visito el coqueto Bellas Artes de Bilbo o el titánico Guggenheim tengo la impresión de entrar en un gran museo, no tanto por sus dimensiones sino por lo fascinante de sus contenidos. Claro está que tengo mis gustos particulares y, por tanto, unas veces salgo más satisfecho que otras tras haber disfrutado, o no, de alguna de sus exposiciones temporales.
Y considero que disfrutar “en casa” de este tipo de instalaciones no es un lujo –otro debate es el de cómo nos marcamos las prioridades de gasto público–, sino una necesidad sociocultural como puede ser, por ejemplo, contar con una piscina o un campo de fútbol en cada municipio de pequeño-mediano tamaño.
Lo que me cuesta entender es cómo se puede gestionar tan mal este tipo de instalaciones en las que, de una u otra forma, nuestras instituciones invierten mucho, pero mucho, dinero de todos sus contribuyentes.
Las trabajadoras y los trabajadores de Manpower Group Solutions han tenido que aguantar mucho antes de ir a la huelga, primero en el Bellas Artes y ahora en el Guggenheim, para reivindicar cuestiones tan básicas como un sueldo digno (no a la altura del prestigio de estos museos, sino a la de un salario medio).
Pero quienes realmente se han puesto en evidencia son sus gestores económicos. En el caso de los del Guggenheim han llegado a afirmar que «la regulación de las condiciones laborales» de quienes prestan el servicio de orientadores dirigido al visitante «es un tema ajeno a nosotros» porque trabajan subcontratados. ¡Qué ajenos al arte y la solidaridad!