«Resistir es vencer» o cómo el turnismo resucita por hastío
La gran paradoja de las terceras elecciones es que los partidos que protagonizaron el turnismo podrían verse reforzados ante el agotamiento provocado por el bloqueo político. PP y PSOE se culpan de estar buscando nuevos comicios, pero lo cierto es que a ninguno de ellos les perjudicaría en exceso.
Mariano Rajoy ha logrado imprimir su carácter a toda una época. La convulsión y la efervescencia han dado paso al aburrimiento. Y en medio, inmóvil como una roca, aparece el líder del PP. Su determinación de no hacer nada y confiar en que el tiempo le haga el trabajo sucio era una estrategia ganadora. Al menos, para mantenerse él en el poder. Parafraseando a Juan Negrín, el último presidente de la II República antes del golpe de Estado de Franco, «resistir es vencer». Una máxima que no se aplica solo al jefe de Génova. Es el propio sistema turnista el que puede resucitar, favorecido por el bloqueo y la perspectiva de unas terceras elecciones.
La sesión de investidura del miércoles presentó una paradoja desoladora: a pesar de lo viejo que sonaba el debate entre Rajoy y Sánchez, fue el único que podía modificar la situación, por lo que era el único con un interés real. Con Unidos Podemos en fuera de juego y Ciudadanos convertido en muleta del PP, los dos representantes del turnismo resucitaron las antiguas discusiones basadas en el «y tú más», pero con la perspectiva de que unas terceras elecciones podrían reforzarles.
Es el triunfo de la antipolítica. El «abandonad toda esperanza» de las puertas del averno de Dante. Después de años de repolitización en el Estado, el statu quo renace de sus cenizas como única alternativa.
Estamos más cerca de la repetición de los comicios que ayer. Y no hay ninguna señal de que pueda darse una intervención externa que haga cambiar de idea al PSOE, que es quien tiene en su mano cambiar el curso de los acontecimientos. Es cierto que en Europa comienza a percibirse el nerviosismo. Y que una repetición de elecciones obligaría a prorrogar los presupuestos. Pero tampoco se puede olvidar que, después del «Brexit», Bruselas no quiere tomar decisiones que incrementen el euroescepticismo. Especialmente en unos países del sur ya de por sí castigados por las políticas de austeridad.
Predecir qué va a ocurrir no es sencillo. Lo que parece claro es a quién beneficiarían unas terceras elecciones. Por una parte, al PP. Por la otra, aunque en menor medida, al PSOE. Tanto Unidos Podemos como Ciudadanos temen que sus apoyos se reducirían notablemente. Este análisis ha incrementado la rumorología sobre un posible acuerdo entre Génova y Ferraz para repetir los comicios y, así, liquidar a las formaciones emergentes.
En este sentido, la clave no estaría tanto en la pugna entre PP y PSOE sino en la capacidad del turnismo para regenerarse. Con la protesta social bajo mínimos y el debate público reducido a un «que-se-pongan-de-acuerdo», hasta Juan Carlos de Borbón tiene que estar arrepintiéndose de haber abdicado hace dos años, cuando la crisis estructural del Estado estaba en uno de sus puntos álgidos.
En los próximos dos meses todavía puede haber sorpresas, pero los movimientos que se vislumbran suenan más a propaganda que a intentos reales de configurar un Gobierno. En el PP nadie hace sombra a Rajoy, así que la sugerencia de Albert Rivera de que busquen un nuevo candidato no es creíble. La decisión de enviar al Banco Mundial al exministro José Manuel Soria, que dimitió por mentir tras el escándalo de «los papeles de Panamá», demuestra hasta qué punto se preocupa Génova por la «regeneración» que pide Rivera. Rajoy tiene un sólido apoyo electoral que, previsiblemente, se incrementaría si se celebran nuevos comicios. Dentro del partido, ha sido capaz de cortar la cabeza a todo el que le cuestionaba, así que no hay quien le haga sombra.
El caso de Sánchez es el opuesto. No puede entenderse ningún movimiento que haga sin tomar en cuenta el caos interno del PSOE. Es posible que estos días el secretario general de Ferraz amague con una candidatura alternativa. Busca tiempo para evitar un Comité Federal que le exija la abstención o, incluso, que le pida primarias, lo que le obligaría a medirse con sus críticos.
Imponerse por aburrimiento será el gran legado «rajoyesco». El turnismo le deberá mucho.