Un escenario abierto y lleno de variables aguarda tras el domingo
Sin pasar por alto la intensa lucha por la segunda plaza entre EH Bildu y Podemos, la principal clave para la noche del domingo será observar si PNV y PSE llegan a los 38 diputados que marcan la mayoría absoluta. Si las encuestas se confirman y no llegan, Urkullu tendrá que elegir entre utilizar la muleta del PP o buscar nuevas alianzas.
A falta tan solo de dos días para las elecciones del domingo, y con las encuestas encima de la mesa, es hora de levantar la mirada y ver qué puede ocurrir a partir del 26 de setiembre. Un tema que, como Alberto Pradilla escribió en estas páginas, constituye un elefante en medio de las salas de mando de los partidos. Un elefante al que nadie quiere mirar pero que empezará a caminar tan pronto como, en la noche del domingo, se conozcan los resultados arrojados por las urnas.
Nadie se atreve a poner en duda, pese al descrédito de la demoscopia, que el PNV ganará las elecciones. De hecho, la inmensa mayoría de las encuestas (disponibles en NAIZ) dan a los jeltzales entre 27 y 28 diputados. Así lo apuntan los sondeos más amplios, que son los de EiTB, el del CIS, el Sociómetro y el realizado por el grupo Vocento. Según estas encuestas, la campaña no ha variado mucho la intención de voto de vascos y vascas. En las dos realizadas por la radiotelevisión pública con doce días de diferencia, por ejemplo, apenas bailaron dos escaños: los jeltzales pasaron de 27 a 28 y el PSE de 8 a 9, a costa de Podemos y Ciudadanos.
La variación existe también en los dos sondeos publicados en las redes con cinco días de diferencia por el politólogo Juan José Domínguez, a cuyo favor está haberse acercado más que nadie a los resultados del 26J. Sus cifras son sensiblemente diferentes a las del resto, ya que suaviza la victoria del PNV (entre 23 y 24 escaños) y amortigua la caída del PSE (le da entre 10 y 11 escaños, frente a los 8-9 del resto). En las dos encuestas de Domínguez sí hay una diferencia sustancial: en la primera situaba a Podemos como segunda fuerza con 17-18 escaños, seguida de EH Bildu con 14-15; mientras que en la segunda la situación se invertía, con 16-17 para la izquierda independentista y 14-15 para la candidatura de Pili Zabala.
La pugna por la segunda plaza será, sin duda, uno de los puntos calientes del domingo, ya que la dificultad de la demoscopia para seguir el rastro al votante de Podemos hace que su resultado sea una incógnita. De momento, la mayoría de encuestas sitúa por encima a la izquierda independentista, pero más allá de la batalla entre las dos principales fuerzas a favor del cambio, y dejando a un lado la evidente carga simbólica que tendrá para unos y otros quedar en segunda o tercera posición, lo cierto es que todas las encuestas, todas, sitúan la suma de EH Bildu y Podemos en una horquilla de entre 29 y 33 escaños. Es decir, si las encuestas no se confunden escandalosamente, el 26 de setiembre habrá un importante bloque de parlamentarios a favor del cambio, pero en ningún caso alcanzará la mayoría absoluta situada en los 38 diputados. Dicho de otro modo, la gobernabilidad de la CAV y la posibilidad de abrir o no nuevos procesos y nuevas mayorías no está en juego en la particular pugna entre EH Bildu y Podemos.
La frontera de los 38
El elemento clave para empezar a valorar las opciones que dará la nueva legislatura, en lo que a trabajo parlamentario se refiere, claro está, pasa por observar si la aritmética permitirá reeditar el pacto entre PNV y PSE. Tanto los jeltzales como los socialistas han rehusado en campaña aclarar si volverán a pactar. De hecho, ambos han asegurado estar libres de ataduras y no han tenido reparos en decir barbaridades los unos de los otros.
Pero nunca está de más poner en tela de juicio lo dicho en una campaña. Porque al margen de la evidencia de que ambos partidos gobiernan conjuntamente las tres diputaciones y las principales ciudades de la CAV, el entorno mediático lleva semanas preparando el terreno. En el primer sondeo emitido por EiTB, la radiotelevisión pública se pasó el día confundiendo dos preguntas realizadas a los encuestados: en una se preguntaba qué pactos postelectorales prefieren, mientras que en la otra se preguntaba cuáles piensan que se van a dar. El 27,7% afirmó creer que PNV y PSE gobernarán en coalición (solo un 4,7% respondió EH Bildu-Podemos, y un 4,6% PNV-EH Bildu). El dato fue presentado como deseo de la mayoría, pero la realidad, ocultada, era que, en cuanto a preferencias, existía un triple empate técnico situado en torno al 14%.
La tentación de reeditar el pacto de la última legislatura es, por tanto, palpable. Y sin embargo, está por ver qué tipo de aritmética permite el próximo Parlamento. Porque si se confirma el batacazo del PSE que auguran las encuestas (algo que, ciertamente, está por ver), ambos partidos tendrán muy difícil alcanzar los 38 diputados. Es más, si el PSE suavizase su caída, entonces el PNV tendría difícil alcanzar los potentes resultados que le auguran. De las encuestas publicadas, solo la de “Eldiario.es” y la del grupo Vocento, en su horquilla alta, auguran dicha mayoría. El resto, no. En este sentido, igual que en Nafarroa en las elecciones de mayo de 2015, una de las principales claves del domingo será ver cuánto voto socialista consigue rascar Podemos.
Las posibilidades que este hipotético escenario puede abrir en el próximo ciclo legislativo son tan grandes como las disyuntivas que tendrá que afrontar un Gobierno del PNV en minoría. Un tamaño (el de las posibilidades y el de las disyuntivas) que, en cualquier caso, dependerá también de la actitud que tomen el resto de actores.
¿Con la muleta del PP?
Sin olvidar un difuso eje de izquierda formado por EH Bildu, Podemos y PSE, que pese a no funcionar como bloque podría articularse en momentos puntuales (como ocurrió en la pasada legislatura con la Ley de Vivienda y como en Nafarroa con IUN antes del cambio ocurrido en 2015), cabe pensar que será el PNV quien deba articular la manera de dar forma a la legislatura. Puede optar por gobernar en solitario o puede optar por fortalecer su mayoría simple incorporando al PSE. En cualquiera de las dos opciones, siempre que no lleguen a 38 diputados, necesitarán un apoyo externo. El PP será la opción más barata a corto plazo, pues cabe pensar que la derecha española apoyará sin contrapartidas directas un Gobierno inmovilista encabezado por un Urkullu cuya moderación no se cansan de alabar al sur del Ebro.
A largo plazo, sin embargo, la factura de dar derecho de veto a la minoría asciende: ¿Qué leyes y qué avances en autogobierno va a alcanzar el PNV con un PP que recurre cualquier iniciativa al Tribunal Constitucional? Por mucho que así lo diga el eslogan, no es lo mismo pactar con el PSE o con el PP.
Y si no es con el PSE y el PP, por muy variable que pueda ser la geometría, que lo tendrá que ser a la fuerza, la aritmética se impone: o EH Bildu o Podemos, dependiendo de la materia en cuestión. O ambos juntos, porque la mayoría para avanzar hacia un nuevo estatus y en las demandas del derecho a decidir seguirá existiendo. Ahí es donde se sitúa, de hecho, la propuesta de la izquierda independentista a PNV y Podemos. Cierto que el destino final de estas fuerzas no es compartido, pero el arranque del camino es el mismo. No es garantía de nada, como se ha podido comprobar durante la última legislatura, pero como dijo aquel, las condiciones están dadas.