Imanol Intziarte
Periodista
IKUSMIRA

Yo controlo

De aquí a Madrid en tres horitas y parando para tomar un café». «Ohhh, ahhh».

«El restaurante estaba en mitad de la nada y no pretenderás que beba agua en una boda». «Desde luego, se trata de un día especial»

«Es que llegaba tarde a la oficina». «Van a pillar, solo quieren recaudar».

Existe un fenómeno de comprensión hacia quienes tienen gusto por pisar el acelerador más de la cuenta, o hacia quienes se ponen al volante con unos tragos de más. Incluso hay admiración, sobre todo en grupos de hombres. Al menos, es mi experiencia.

Al fin y al cabo, nos decimos, no son/somos ‘quinquis’ que huyen de un atraco bajo los efectos de un chute, son/somos gente ‘normal’.

Hace unas décadas jóvenes con carnet recién estrenado, estudiantes o haciendo los primeros pinitos laborales, que oiga, llegaba el fin de semana y bien que nos habíamos ganado el derecho a pasarlo bien en las fiestas de uno u otro pueblo.

Ahora padres de familia, gente ‘de bien’, trabajadores responsables que nos ganamos el pan con el sudor de nuestra frente. Que procuramos fichar con puntualidad suiza y que de vez en cuando nos soltamos el pelo. Porque lo valemos.

Y nos avisamos por el Whatsapp de dónde están los radares. Risas, palmaditas, cabeceos de asentimiento. A tope contra el sistema. «Cómete las señales, corre, corre», que cantaba Barricada.

Hasta el día en que el coche que venía de frente era el de tu familia. Hasta que la niña que salió tras el balón en la zona 30 era tu hija. Entonces ya no es tan divertido. «Ohhh, ahhh». Ni puta gracia.