Aitor CASTRO
MÚSICA CLÁSICA

Tradición musical y nueva creación, unidas a través de Ravel

Tan cercano a nosotros, y aún tan desconocido en la Euskal Herria al sur de los Pirineos, el domingo el folclore de Zuberoa se hizo protagonista en el Kursaal de Donostia. Tehenta Ahots Taldea, formado por seis mujeres con voces capaces de oscilar entre la extrema delicadeza y la fiereza, cantó tres emocionantes piezas con textos de Itxaro Borda y Titika Rekalt, melodías nacidas del ingenio popular pero que presentaban aquí un factor impredecible por sus pausas, su estructura, su vocalidad a veces declamatoria y sus armonizaciones, con un resultado fascinante para nosotros por sentirlas tan familiares y al mismo tiempo tan diferentes de la tradición coral de Hego Euskal Herria. En algunos números, como la impactante “Gerlara”, Tehenta estuvo acompañado de un grupo de dantzaris que, partiendo de los pasos de danza del folclore, saltaron a la contemporaneidad en “Bazterresak”, una pieza silenciosa que cerró el espectáculo en una suerte de interrogación y en la que, a pesar de la ausencia de música, todos pudimos adivinar el ritmo que marcaban los pies de los bailarines.

La idea del espectáculo, “Ohiberritze”, que se estrenó en septiembre en el Festival de Otoño de París, era confrontar y buscar lazos entre la raigambre popular de los cantos y danzas zuberotarras y las creaciones del labortano Maurice Ravel y del donostiarra Ramon Lazkano. Del primero, el músico vasco más célebre en todo el mundo, se escogió el “Trío” para violín, violonchelo y piano, muy bien defendido por Massimo Spadano, Asier Polo y Marta Zabaleta, que lograron revestirlo de un carácter casi sinfónico y llenar así el amplio espacio del Kursaal. En cuanto a las escenas de “Ravel”, la ópera que está finalizando Lazkano tomando como base la novela homónima de Jean Echenoz, es probablemente, y por múltiples razones, la creación más portentosa que ha dado la música vasca en las últimas décadas. De una riqueza tímbrica tan inagotable como inesperada, y una gestión magistral del tiempo y de la forma, supo, ante todo, conjurar la magia de ese universo raveliano en el que lo más profundo y hermoso se revela en las refracciones de la artesanía musical más sofisticada.