Ramón Sola
IKUSMIRA

Manojos de papel

El columnista de ‘‘The Guardian’’ Timothy Garton Ash firmó la definición de prensa escrita más brillante y a la vez inquietante. Llamó a diarios como este de nuestros amores y dolores «esos manojos de papel doblado que ancianos cada vez menos numerosos compran en unos pintorescos sitios llamados quioscos». Suena a réquiem de un funeral al que los propios medios contribuyen, aunque siendo justos entre todo el panorama mediático quizás los diarios sean los menos culpables.

El harakiri tiene dos golpes. El primero ocurrió al inicio de este siglo, cuando la irrupción de internet dio paso a las ediciones digitales gratuitas. No había otra opción (quienes intentaron cobrar fracasaron y resultaba quimérica una unidad de acción entre productos en competencia a todos los niveles), pero el resultado fue devaluar el trabajo periodístico y que hoy a muchos les parezca caro esto que vale como una caña, un pincho de tortilla o un billete de bus pero cuesta bastante más producir.

El segundo, efecto del anterior, sí es evitable. Atraer compradores lanzándose por la pendiente de la banalidad, la frivolidad, la irrelevancia y la infantilización que ya colonizan muchas webs es una tentación. La comunicación ha devenido en entretenimiento de la peor especie, puro usar y tirar, a mayor gloria del statu quo. Viralidad viene de virus y es letal. El periodismo se empobreció económicamente con el primer zarpazo, pero es ahora cuando se vacía en su esencia, su función: informar, formar. Con días mejores y peores, estar en esa trinchera y compartir pelea con nuestros lectores con criterio sigue siendo un orgullo este 2017, aunque lleve el aroma de las eternas batallas perdidas.