Raimundo Fitero
DE REOJO

Espera

Mientras esperamos la amenaza del día de Trump y sus huestes, nos damos cuenta de que estamos mirando la televisión de un país donde está padeciendo una ola de calor que hace que las temperaturas se mantengan por encima de los treinta y cinco grados y que está sufriendo unos incendios forestales considerados como los más graves de su historia. Me refiero a Chile. Y en un canal de noticias durante veinticuatro horas vemos imágenes verdaderamente alucinantes, equipos televisivos destinados a los lugares más candentes, situaciones realmente peligrosas para los reporteros, desesperación, ansiedad en directo.

Se ha podido ver cómo crecen las llama en un instante y en vivo, cómo las masas forestales de eucaliptos o de pinos explotan literalmente y se convierten en inmensas teas, cómo el viento va trasladando la desolación de una manera evidente, cómo los servicios de bomberos y protección civil se ven superados por una inusitada virulencia del fuego que nos provoca desazón, incluso miedo. Parece que es imposible controlarlo, se debe esperar a que todo se consuma. Casas, granjas, miles de hectáreas calcinadas. Los medios de extinción parecen insuficientes y, de repente, el prodigio.

Estoy viendo en este momento una bestia que acaba de aterrizar en Santiago, un avión inmenso que se va a cargar con agua y productos químicos para ahogar los incendios.

Puede verter líquido sobre extensiones de tres kilómetros. Lo vemos imperial en la pista, esperamos que se den las autorizaciones y lo veamos actuar, sobrevolar esa franja de fuego y comprobar cómo se puede acabar con el horror de la naturaleza en llamas. Están vivos treinta y seis incendios. Ya hay varios detenidos. Quedamos a la espera de datos concretos sobre esta tragedia ecológica que parece provocada.