Imanol INTZIARTE
SUPER BOWL

La verbena no termina con el bingo

New England Patriots fuerza la prórroga tras ir perdiendo 28-3 ante Atlanta Falcons y gana en el tiempo extra su quinto título.

«El descanso de la Superbowl es como el bingo en el parón de la orquesta de las fiestas de mi pueblo. Solo los valientes se quedan después», tuiteaba Enrique Ballester, cuyas columnas sobre fútbol en ‘Levante-EMV’ son de obligada lectura.

Ya de por sí es ejercicio de supervivencia soportar sobre las 2 de la ¿noche, madrugada? un show –entre monta y desmonta se va a la media hora– de alguien cuyos vídeos están a la carta en Youtube. Te corta el rollo, que se dice vulgarmente.

Más si el partido, lo que importa, tiene visos de estar sentenciado. La pantalla se llenaba de estadísticas sobre que nunca se remontaron más de 10 puntos en una final. Cuando se mira al marcador y se ve que la renta es de 18, toca preguntarse ¿qué hago aquí? ¿debería acostarme?

Para cuando Lady Gaga saltó al escenario, Atlanta Falcons ya organizaba su pasacalles por la capital de Georgia –la de EEUU, no la del este de Europa– en un autobús descapotable. Mientras, Donald Trump, hincha de los Patriots, se marchaba enfadado de la fiesta de su club de golf de Palm Beach.

Tras un primer cuarto de tanteo y sin anotaciones, una pérdida (fumble) provocada al running back (corredor) de New England LeGarrette Blount en el segundo cuarto supuso el inicio del Armageddon. Como en Indiana Jones, la enorme esfera de piedra echó a rodar y se llevó todo por delante.

Dos pases de Matt Ryan a Julio Jones, tres carreras de Devonta Freeman y touchdown. Otra defensa agresiva, tres nuevos pases y otra anotación de la mano de Hooper. Y Alford que corta ba un pase de Tom Brady y sumaba una carrera de 82 yardas. 21 puntos de una tacada, New England contra las cuerdas.

Recuerdos de 2003

Atlanta Falcons era un muro contra el ataque de carrera, Brady no tenía tiempo para pensar. 21-3 al descanso. Recuerdos de la Super Bowl de 2003, cuando Tampa Bay endosó a Oakland Raiders un parcial de 17-0 en el segundo cuarto y se acabó la historia. Y la vocecilla interior susurrando «vete a la cama, vete a la cama…».

Que el ataque de Atlanta funcionara como un reloj de precisión entraba en todos los análisis, que su defensa axfisiase a la ofensiva de los Patriots no.

Ganó la parte irracional, después de tragarse decenas de partidos enteros desde septiembre, lo mínimo era aguantar otro par de horitas. Por si salen enrabietados del vestuario, y esas cosas.

Fue que no. Mediado el tercer cuarto, otro drive mágico, otros siete puntos como sin esfuerzo, como pidiendo perdón pero no sabemos hacerlo peor. Touchdown de Coleman y 28-3. Chorreo, término con el que pasó a la posteridad el expresidente del Real Madrid Vicente Boluda.

Para los profanos en esto del football con balón ovalado, vendría a ser, haciendo una regla de tres, como un 4-0 de balón redondo con media hora por delante. Ni los más optimistas.

Reza el axioma del periodismo deportivo –y si no lo reza me lo invento– que nunca se debe escribir el titular antes del final, porque equivale a que pase algo en el último minuto que te obligue a cambiarlo. Pero la situación permitía ir adelantando trabajo. Como el actor Samuel L. Jackson es hincha activo de los Falcons, su famoso monólogo de ‘Pulp Fiction’, Ezequiel 25:17, podría dar juego.

Ni siquiera el punto extra

Mientras pensábamos cómo encajar en esta crónica eso de que «el camino del hombre recto esta por todos lados rodeado por la injusticia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos», de refilón los Patriots enganchaban por fin un drive decente y se ponían 28-9, porque Gostkowski fallaba el punto extra. «Hay días en que no te sale nada». Ahí, en plan experto, tirando de frases hechas.

Último cuarto, y New England nuevamente a la puertas de la zona de anotación. Dos placajes (sacks) de Grady Jarrett sobre Brady y su nombre sonando para MVP. «Porque él es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos», recita en la pantalla Samuel con la pistola en la mano. Todo cuadraba. Solo 3 puntos más, incendio sofocado y 28-12.

Y en estas que Hihgtower fuerza la pérdida de Atlanta, Brady asiste a Amendola, los Patriots aciertan en su conversión de dos puntos y se ponen a 8. Los desfibriladores no dan abasto, se ingieren más pastillas contra la ansiedad que alitas de pollo y porciones de pizza.

El ataque de los Falcons no consigue ni puntos ni comerse el reloj, New England tiene la bola, tres minutos y medio y 90 yardas por delante para forzar la que sería primera prórroga en una Super Bowl.

Brady vuelve a sacar su rifle de mira telescópica, ese brazo que no tiembla ante la presión. La carrera lleva tiempo olvidada, cogiendo polvo. Pase, recepción, pase, recepción, pase… Edelman que captura un oval como si fuera un jarrón Ming a un centímetro del suelo… Touchdown Amendola, dos puntos más de White, empate a 28. La locura.

La moneda también se alía. Primer balón de la prórroga para los Patriots. Sin perdón. White vuelve a sumar, se acabó lo que se daba. No hay palabras.

Quinto título, la dupla Belichik-Brady firma su obra cumbre. «Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos, y tu sabrás que mi nombre es Yahvé cuando caiga mi venganza sobre ti». Bang, bang, bang. El personaje de Samuel L Jackon era hincha de los Patriots, pero a él no le avisaron.