Izena Abizena
Kargua
JO PUNTUA

Filípica odriozolesca

No estamos en los años 30 del siglo pasado. El fascismo posmoderno –el de la «posverdad»– ya no puede exhibir los tics de antaño por burdos: el partido único, sindicato vertical etc. Sus formas ya son otras y se nos presenta bajo el ropaje de la «democracia». La oligarquía financiera necesita, hoy como ayer, apoderarse de todos los aparatos y resortes del Estado. Ellos son el Estado y el poder (las elevadas facturas de la luz es una –otra– demostración). Y hay que distinguir bien entre el poder real y el circo de los «políticos» que sirve para embellecer esta chirigota fascista (véase lo que hacen con el referéndum catalán como demostración –otra– de fascismo puro. El fascismo duro será cuando se pasen olímpicamente –Alfonso Guerra diría «cepillarse»– por el forro de sus caprichos –que diría «Butanito»– lo que hagan –o decidan– los catalanes pues en ello les va su propia supervivencia en este tinglado de la antigua farsa, que diría Benavente).

La burguesía ha aprendido que puede haber cien partidos siempre que se garantice su política única. Es más, la existencia de esos partidos es una necesidad para dar legitimidad y base social a esa política de Estado y convertirla en «razón de Estado» (p.ej. Nafarroa). Esas son las reglas del juego y quien no las acate es excluido de la –su– legalidad dizque la Constitución como Ley Fundamental del Estado... posfranquista: un corsé, un miriñaque, un polisón, una camisa de fuerza, un tótem, un «candado» que decía un bluff como Iglesias, un sombrero de Gessler, aquel bailío que impuso a los suizos agachar la cabeza ante la sola visión de su copete encima de un poste en un camino hasta que el legendario Guillermo Tell –el realísimo Tell de Schiller– se negó y dijo ya te vale, joputa.

Lo único que precisan son piquitos de oro y chupar cámara para engatusar al personal esclavo en la Caverna de Platón. Siempre digo lo mismo por evidente: el Generalísimo murió –malamente, eso sí– en la cama. Aquí, en el Estado español, no hubo ruptura democrática y sí componenda y traición de modo que, por lo tanto, no se puede ser demócrata sin ser antifascista.