Víctor ESQUIROL
Crítico cinematográfico

Miren Gaztañaga como síntoma

N i Madrid ni mucho menos Barcelona, el faro filosófico del Estado español, esa invención demencial, es Valencia, capital fallera mundial. Se impone la piromanía como única actitud posible ante la vida. El caso es que en esta casa de locos, la actualidad cinematográfica de la semana la ha capitalizado Miren Gaztañaga. Para algunos, enemigo público número uno de la nación; para otros, síntoma que evidencia su escasa salud mental colectiva.

Repasemos: una de las actrices de “El guardián invisible” comenta, en un programa de ETB, y en un evidente contexto humorístico, el concepto que tiene de los españoles. «Culturalmente son un poco atrasados», dice. Añade que cuando piensa en ellos «me viene la imagen de un cateto». A partir de ahí, otra ración de ira y destrucción. Resultado: se propone, por segunda vez en lo que va de temporada, un boicot a una película. Traducido: «Demostremos que no somos unos catetos... tomándola con el arte».

No es por piel fina, es por un insano gusto por el fuego. Hablando de... acude el equipo de la película, y a la mañana siguiente del estallido de la polémica, firma y divulga un comunicado que parece redefinir los límites de lo rastrero. En resumen: Miren Gaztañaga es mala y no nos representa. Más madera, más fuego.