Pablo CABEZA
BILBO
Entrevue
ANARI ALBERDI
INTÉRPRETE

«Cada vez que salgo sola a un escenario, siento que vuelvo al origen de todo»

Comienza tocando la batería, pero pronto decide reorientar sus preferencias. Toma la acústica e inicia el complicado mundo del solista. Arropada desde hace años por una potente banda, mañana presenta «Epilogo bat» en Kafe Antzokia de Bilbo y el sábado en Larreko K.G. de Senpere.

Anari Alberdi
Anari Alberdi

El tiempo es para cambiar, la música para romperla una y otra vez y esa ha sido y es el manual de Anari a lo largo de los últimos veinte años, si bien su actual sonoridad tiene ya cierto arraigo marcado por los últimos discos, excelentes ejemplos de canciones escritas a ritmo medio donde textos, fondo y arreglos cautivan. «He ido cambiando continuamente y de manera consciente. Veo que hay un abismo entre “Minaren funtsa”, “Amua” y “Gu”, por ejemplo. Entre los cambios a los que me refiero, entraría por un lado la producción, que es mucho más evidente –entre el primer disco y “Zebra”, por ejemplo–, pero para mí el gran cambio, o el gran esfuerzo está en las canciones y, sobre todo, en las letras. Respecto al tono de voz, habré perdido unas tres notas en estos veinte años. Me escucho en el primer disco y madre mía… no llego ni con escalera a los agudos. Aunque no soy fumadora, he perdido frecuencias. Y diría que es más coherente con la voz interior (ja, ja)...».

“Epilogo bat” tiene un pasado diluido en la protocanción o la figura del descarte; pero, en todo caso, esto solo demuestra que con voluntad y talento lo que un día fue un esbozo sin dirección, puede terminar siendo una enorme canción, justo lo que ocurre con la quejosa y agradecida cadencia generalizada de “Epilogo bat”, transmisor de tristezas y melancolías hasta dejar la voluntad devastada por el clima, la envoltura, su trance. “Epilogo Bat” y “Zure aurrekari penalak” serán la base de los conciertos en Bilbo y Senpere. Dos títulos unidos por labios dolidos de mirada limpia.

Ander Mujika sustituye a Borja Iglesias. Inoren Ero Ni. Siguen los escuderos Mikel Abrego, Xabier Olazabal “Drake”, tan amigables y apreciados, y el multiinstrumentista Mariano Hurtado, quien un día llegó de Cádiz a Ereñotzu, encontró el amor y se quedó, para placer de todos. Unos y otros han hecho mayestático, sublime, “Epilogo bat” y solo cabe pensar que todo esto en directo suma al oyente en una espiral de belleza y quietud.

Va camino de cumplirse el 20 aniversario de la edición de «Anari», publicado el 30 de mayo de 1997. Como suele suceder en estos casos, todo transcurre tan rápido que da la impresión de que lo pasado ha sido solo un descuido de la memoria o una irónica broma del tiempo. Huellas y decisiones no parecen ser lo mismo, ¿de qué tiene más?

No soy muy de aniversarios. Los números redondos se escriben en negrita, pero yo no veo más que un camino recorrido y que sigo recorriendo. Hace poco me preguntaba un periodista sobre el futuro, y yo le respondía que ‘esto era el futuro’. Es así como me siento. Empecé con 26 años, tengo 46. Imagínate. Y siento que desde hace un tiempo el futuro siempre será un presente. Acabamos de hacer “Epilogo bat”, sentimos a la gente con ganas de escucharlo y cantarlo. Estamos tocando mucho. No se puede pedir más. En cuanto a las huellas y las decisiones, supongo que en el camino que es la vida te dan forma ambas. Soy la que soy por las decisiones, por la huellas; pero no las veo en un punto concreto de mi vida, diría que soy mis huellas y mis decisiones. Las buenas de las que surgieron cosas malas y las malas de las que surgieron cosas tan buenas.

Los recuerdos dejan apreciaciones en el cerebro que, en un momento dado, uno no sabe si son ciertas o se las ha fabricado: le recuerdo como una persona tímida que ha resuelto lo aterrador y mágico que tiene que ser el escenario.

No me considero una persona tímida. Todo lo contrario. Otra cosa es lo que una trasmite desde un escenario. Este es un sitio muy particular en la vida. Y gestionar tu presencia en él no es fácil. A mí me gusta estar detrás de las canciones en el escenario. Además, cuando empecé, iba sola. Y veinte años después, aún se me hace difícil salir sola ante las luces. La banda arropa mucho. Pero me gusta dar conciertos en solitario. Y en esto sí que no pasa el tiempo: cada vez que salgo sola a un escenario, siento que vuelvo al origen de todo.

¿Cómo conviven la enseñanza y ser músico? ¿Cómo se acoplan entre los días?

Dar clases y el contacto diario con los adolescentes me da muchísimo, y me encanta. La escuela es el lugar donde confluye toda la sociedad. Es duro, pero es hermoso. Los inmigrantes que tanto estigmatizamos traen a clase historias increíbles; creo que no se aprovecha y no se valora todo lo que tienen que contar. Recuerdo estar explicando el argumento del “Lazarillo de Tormes” y darte cuenta que en clase hay un chico que se fue de casa a los nueve años y que esperó en el puerto de Tánger tres años para cruzar en los bajos de un autobús. Un Lazarillo. Este año he pedido excedencia; y estoy en la gloria; me levanto y leo, escribo, paseo… Lo cierto es que no me importaría vivir así, pero no me quejo.

Nos referíamos antes al tiempo, a las decisiones, y nos inspiraba la reflexión el interesante texto de «Laugarren azalberritzea». Aquí las palabras penetran en las emociones, provocan el reinicio de nuestro cerebro. La composición ayuda, es la otra mano, el complemento.

Me gusta mucho esa canción. Musicalmente aporta arreglos preciosos. Es una canción que aunque lineal, ofrece muchos cambios por dentro. Y los cambios unidos, a su vez, a cambios en la letra. Es el tipo de canción que más me gusta componer, y en este caso me que he quedado muy a gusto. En cuanto a la letra, es una idea que escribí escrita hace años. Viví en Francia en casa de una pareja de biólogos que tenían bichos de todo. Había una especie de reptil que un día dejó tras de sí una piel, como un molde de sí mismo, con el que convivió el resto del tiempo que estuve allí. Siguiendo tus palabras, si existe alguna manera de “reiniciarse” en esta vida, una de ellas es ese momento en el que te acuestas con alguien por primera vez, dejas tu ropa en el suelo y reptas hacia una vida y un paisaje desconocido. Y sientes volver a sentir por primera vez lo que sabes que ya habías sentido.

 

El delicioso tema introductorio «Geure alde» posee una cierta conexión con el sonido de The Devastations, lo intuimos especialmente sobre el corte «He wasn’t like that when I knew him».

Llevaba tiempo con la canción de “Agur Jesusen ama”, que se canta en la iglesia. Ya antes, hace un par de años, habíamos intentado arreglarla; incluso me rondó la idea de hacer un maxi de canciones de iglesia, porque las hay melódicamente hermosísimas. Cuando estábamos preparando el disco, me empeñé en arreglar una canción con banjo, “Parentesien arteak”. Me puse a escuchar el primer disco de los Devastations, para “copiar” la producción del banjo, y de repente subí al estudio y le dije a la banda que había que grabar la versión de la primera canción con el banjo. Grabamos la base, y emborrachamos a Irazoki, Ager y Rubén –es broma– y grabaron esa maravilla.

Con el rock arrastrado y melancólico australiano le unen diversas sonoridades, pero no fueron iniciales.

Las iniciales son inglesas, sí. Hace poco escuché la banda sonora de una serie y me quedé flipada con Psychedelic Furs, además de The Smiths, The Cure, Everything But the Girl… Pero hubo un día en el que Roge Astigarraga, de Akauzazte, trajo a Nick Cave, The Beasts of Bourbon, The Scientists… y algo cambió. Con Roge pasaba, en el caso de Cave, que a él le gustaban cinco canciones del disco, justo las que no me gustaban a mí. Se podría decir que partimos del mismo sitio, pero en dos direcciones: yo más melódica, él mucho más visceral. Luego vendrían Tom Waits, Leonard Cohen y en los últimos años Dylan.

Los australianos también deberían escuchar «Epilogo bat» e incluso versionar «Autodefinitua», que, entre otras, ya se lo merece y que no sabemos muy bien si es apocalíptica o acaso regenerativa.

Tiene un tono apocalíptico desde su génesis. La melodía, el ritmo y la letra cantadas con la guitarra ya lo tenían desde el principio. En el disco, el duelo entre los increíbles arreglos de Joaquín Pascual y Ager Insunza, lo subrayan más. Me costó mucho producir esta canción. Cuando una composición funciona con guitarra y voz, y alcanza esa tensión, es difícil conseguir que con la banda supere esa magia. Pero en este caso creo que lo conseguimos. En cuanto a la letra, hay cosas que había escrito hace tiempo. A veces escribes cosas que necesitan un contexto muy determinado para que funcionen en una canción; la línea entre lo poético y lo pedante es muy fina. Esa ha sido la gran pelea de la letra en este tema. Y me he quedado conforme. Me encanta cantarla.