César Manzanos
Doctor en Sociología
JO PUNTUA

Abolir el poder heteropatriarcal

El actual capitalismo ¿Cuándo se fija en las mujeres? ¿a través de qué prisma? Pues muy sencillo, a través de un microscopio de laboratorio, del punto de mira de un fusil de asalto, o de un pene dentro de unos pantalones militares o paramilitares. Y lo hace cuando se plantea exterminarlas, es decir, cuando se plantea políticas neo-darwinianas fascistas que responden a su necesidad de eliminar masivamente a la población excedentaria ya innecesaria para regular los precios de la mano de obra y sobrante para reproducir gratuitamente la fuerza de trabajo. La automatización y el excedente de una potencial fuerza de trabajo que ya no hace sino consumir recursos las hace innecesarias o al menos sobrantes.

Ellas son las que poseen la fábrica de los nacimientos y por tanto su esterilización masiva y selectiva en función de criterios de clase y raza es una de las bombas bacteriológicas a aplicar para reducir la población y retrasar el agotamiento de las los recursos naturales. Tenemos muchos ejemplos actuales de estas prácticas que constituyen en el proceso de producción de guerras y pandemias un verdadero espectáculo del terror.

La lógica del mercantilismo de acumulación como sistema intrínsecamente heteropatriarcal ha hecho posible que la humanidad más explotada y violentada sean las mujeres, sin cuya opresión no se hubieran concentrado de un modo tan exponencial la riqueza en el mundo en manos de un puñado de hombres. Además, la reproducción presente y futura de la violencia hacia las mujeres, por la importancia que tiene para el mantenimiento del sistema económico capitalista y de los estados como estructuras legitimadoras del mismo, pasa sin duda, por la perpetuación de sus encierros y cautiverios, por «nuevos cercamientos», por la reproducción de la violencia machista imperante y por un proyecto hegemónico de exterminación selectiva que se ceba especialmente con ellas.

Las revoluciones son inútiles si solo cambiamos algunas estructuras, sin cambiar la mentalidad de las personas. Esta premisa, que tan asumida tiene el feminismo, es una cuestión transcendental sobre la virtualidad de cualquier revolución. La clave está en devolver el poder al lugar de donde nunca debió ser extirpado, al cerebro, único lugar donde residen la libertad y la conciencia y por tanto este se desvanece. A esto se le suele denominar no empoderamiento, sino abolición del poder como imposición ajena a la voluntad. En el caso de la liberación de las mujeres supone «tomar conciencia de sí como ser construido por los otros» con el fin de saber que estar en sí pasa por abolir de nuestro ser el poder heteropatriarcal.