Raimundo Fitero
DE REOJO

Mínimo

Los programas de televisión consiguen máximos y mínimos históricos de audiencia que son resaltados por los especialistas en estas lecturas entre líneas de los designios de los públicos con mando a distancia. Bertín Osborne consiguió su mínimo histórico con la presencia de José María Aznar en su programa. No hay que sacar muchas conclusiones, simplemente constatar que Aznar repugna en directo, diferido, con corbata o en mangas de camisa. Su presencia en la lavandería Osborne ha demostrado de que es un pasado histórico de difícil asimilación incluso para sus más fieles escuderos en la banda, ahora de Rajoy, al que él colocó al frente de la misma.

Podríamos sacar conclusiones falsas, como falsas son las apreciaciones de los que se aproximan a la irrealidad parlamentaria. Cada vez más fan de Rufián, porque al menos tiene un cuajo en sus intervenciones, mantenido en el tiempo que lo convierte en un espectáculo constante. Es lo contrario que el desinfle absoluto de la cuadrilla de amiguetes de Pablo Iglesias, los que han colonizado Podemos con sus imposturas, porque el tal Ramón Espinar, el hijo black, el que especuló con un piso de protección oficial, que después de proponer un boicot a Cocacola, va y se sirve en la taberna del Senado, dos botellas. ¿Se puede ser más tonto, cretino, cínico, impresentable? Sin boicot, comer con la chispa de la vida es descalificante. ¿Conocerá el verbo dimitir este maestro de la incoherencia y las corruptelas? Por un mínimo grado de vergüenza.

Aznar no da audiencia; Bertín se queda contento con su amigo en casa; Mediaset masajea al señor de las Azores; la maldita guerra en la que nos metió sigue teniendo terribles consecuencias y vemos una repetición de supuestos con sospechoso episodio de guerra química en Siria. Eso sí, Osasuna ganó por la mínima.