Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Ostracón

Según cuentan los papiros, los trabajadores ya tenían derechos en el Antiguo Egipto, hace más de tres mil años. Claro que, antes de seguir y para ser exactos, habría que matizar que no todo el que trabajaba tenía la condición de trabajador. También bregaban los esclavos, habitualmente capturados en guerras, cuyo estatus era inferior o inexistente, pero que no conformaban un grupo cuantitativamente tan significativo como se cree (las grandes pirámides, por ejemplo, las construyeron hombres libres).

A lo que iba. Los trabajadores tenían la obligación de trabajar para el Faraón y sus obras faraónicas. Este, como contraprestación, les proveía de alimento, vestido y vivienda. En el Imperio Medio, el sueldo habitual era de diez panes y dos jarras de cerveza diarias, por una semana laboral de diez días (dos de descanso) y jornadas de ocho horas. No obstante, un oficial especializado podía llegar a 400 panes, que lógicamente no se comía y cambiaba por vestimenta, mobiliario u otros bienes que certificaban su posición social.

Sería poco riguroso hablar de huelgas, pero los trabajadores sí utilizaban métodos de presión ante las eventuales negativas, retrasos o reducciones en los pagos del salario. En tiempos de Ramses III, la corrupción del Haty de Tebas provocó que la masa trabajadora dejara sus quehaceres para dirigirse al templo de Thutmose y reclamar: «Hemos venido aquí empujados por el hambre y la sed, no tenemos vestidos, ni aceite, ni pescado, ni legumbres. ¡Que nos den nuestro sustento!» Y tras las negociaciones con los sacerdotes, se suspendieron los paros, pero... En un ostracón de la época ramésida se puede leer esta queja de un trabajador: «Comunico a mi señor que estamos completamente empobrecidos. Se nos ha quitado un saco y medio de cebada para darnos un saco y medio de basura».

En fin. Ya ven por dónde voy. Quiten ustedes de esta columna términos como papiro, ostracón, Haty o Thutmose, y tendrán una versión muy aproximada de la realidad socioeconómica actual. Comenzando por los esclavos y terminando por los sueldos basura. Puede que ya no haya látigos, pero latigazos sobran.