Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

¿60 manzanas al día, doctor?

Tenía tanta sed como una legión de cosacos perdidos en el desierto. De alcohol. Hasta las diosas llegan a flaquear con sus excesos y una vez se planteó reducir la dosis, no creo que muy en serio. El médico le propuso una terapia de sustitución: cada vez que te asalte el deseo de tomarte una copa, muerde una manzana. De ahí su legendario ¿60 manzanas al día, doctor? En realidad, sí que hubo unos años en que Tallulah Bankhead practicó la abstinencia, por motivos altruistas además, aunque no la sobriedad. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, anunció que dejaría el alcohol hasta que Hitler fuera vencido en solidaridad con las víctimas del nazismo, y cumplió. Se aficionó entonces al amoniaco con cocacola, dicen que nunca se le vio tan embriagada. Tengo que probarlo.

Fue tan deslenguada como hedonista y divertida, su secreto era que se la sudaba el qué dirán. Aunque en realidad, iba más allá: le deleitaba reírse del control horizontal, del puritanismo y de las buenas costumbres. La prensa del escándalo la dejó por imposible, salía de los hoteles con un abrigo de piel que dejaba caer en cuanto empezaban los flashes. Debajo siempre estaba desnuda, impublicable. Y, ¿cómo iban a sorprender pecando a una mujer que lo contaba todo? Asustaba al miedo.

Hoy sabemos que prácticamente todas las estrellas del Hollywood dorado andaban saltando de cama en cama sin hacer ascos a ningún género. La menos lesbiana fue quizás Marilyn Monroe, quien reconoció haberlo probado en dos o tres ocasiones. Pero Tallulah, como en todo, mil veces más. «Papá me advirtió sobre los hombres y el alcohol, pero no dijo nada sobre las mujeres y la cocaína». Vivió sesenta y seis años haciendo lo que le daba la gana, no está nada mal para su nivel sostenido de vicio. «Si volviera a nacer, cometería exactamente los mismos errores. Pero más deprisa». Su gloriosa existencia neutraliza toda la misoginia, la mojigatería y la crueldad de este mundo. Cualquier excusa es buena para evocar a Tallulah Bankhead, hoy ni siquiera tengo una.