Freaks and Jeegs
Después de 2016, annus horribilis de DC Comics, no fuimos pocos los que miramos más allá de Estados Unidos para encontrar alternativas a las superhero movies de la Marvel. A esto tradicionalmente se le llamaba “picar piedra”, pues es misión casi imposible encontrar buenos representantes del género aparte de los que ofrece Hollywood, cuyo inigualable músculo productivo ha monopolizado la oferta de héroes y villanos, erigiéndose así como único faro al que seguir en el salto de las viñetas de cómic a la imagen en movimiento de la gran pantalla.
Por supuesto, y afortunadamente, hay excepciones a la regla. Una de ellas la encontramos en Italia, país en el que una película dirigida por un absoluto desconocido (Gabriele Mainetti, debutante en el largo), consigue aguantar en cartel durante más de un año. Triunfal andadura en la taquilla culminada por un baño de oro académico, en forma de siete premios David di Donatello. Pero, ¿a qué se debe este descomunal éxito? Básicamente a la descomunal alegría que produce el descubrir un diamante donde ningún pronóstico auguraba que se iba a tener éxito.
Con esta misma suerte, un criminal de poca monta se zambulle en las –infectas– aguas del río Tíber. Al salir de allí, descubre que ha adquirido una fuerza y una resistencia igualmente sobrehumanas. La cuestión, cómo no, está en saber si se ha ganado un poder, una responsabilidad o ambas cosas. Mainetti explota estas dos opciones, llevando las reglas del juego tanto de las películas de superhéroes como del manga, a un territorio propio donde todo funciona a la perfección. Cuando nos damos cuenta, nos encontramos en una comedia bufa sobre grupos mafiosos, potenciada esta por una serie de habilidades extraordinarias, filmadas todas ellas de manera espectacular. El resultado es un divertido y gamberro show de acción. Quintaesencialmente italiano, y aun así, 100% exportable.