Adiós a la inocencia
La tercera apuesta en el formato largo de Pedro Aguilera ha revelado la capacidad que tiene este autor para pulsar al máximo las emociones gracias a la variedad de un discurso en el que ha alternado diferentes ámbitos dramáticos. En su esperanzador debut –”La influencia” (2007)– abordaba un descenso a los infiernos de la depresión de una manera muy inteligente y en su segunda propuesta –“Naufrágio” (2011)– abordaba la temática social desde una óptica nada complaciente. En “Demonios tus ojos” se ha atrevido con un difícil juego de seducciones en el que el voyeurismo se transforma en una radiografía social e íntima. Siguiendo las constantes legadas por un Chabrol que entendió como nadie el concepto pérfido del juego que plasmó Hitchcock a lo largo de su obra, este filme es un arriesgado y valiente trabajo en el que la mecánica emocional de un joven cineasta afincado en Los Ángeles saltará por los aires en cuanto descubra en una web erótica un vídeo explícito protagonizado por su hermana. A partir de ese instante se inicia un proceso de redescubrimiento por parte del protagonista hacia su hermana y ello se traduce, a su vez, en una nueva mecánica comunicativa en la que la moral se reconvierte en un viaje sinuoso y turbador.
Aguilera se muestra implacable con la cámara y cumple con su cometido de no dar tregua a un espectador que asume su rol de voyeur dentro de una crónica íntima en la que el cuerpo de Ivana Baquero adquiere la dimensión de una geografía fascinante.
“Demonios tus ojos” es un filme doloroso porque acierta de pleno a mostrar el adiós a una inocencia que tendemos a preservar a través de códigos morales tan endebles como fictícios. Por otro lado, Aguilera no se muestra como un carnicero de emociones, no se ensaña con ese dolor sino que le confiere un estilo y una ética rica en matices arraigados en nuestra propia realidad.