Sumido normalmente en una ola depresiva que surge de la peor tradición del drama social, el cine alemán tiene a bien recompensarnos, muy de vez en cuando, con alguna que otra excepción a la regla, apostando así por un cine de género que, las cosas como son, no acaba de prescindir de esa tan característica base grisácea. En el caso que nos concierne, tenemos al abogado de un potente (y maléfico, claro) bufete, el cual siente el despertar repentino de esa fuerza de la naturaleza a la que algunos llaman conciencia. Por supuesto, el pánico se apodera de su cuerpo.

El caso es que después de concretar uno de los grandes éxitos de su carrera, el tipo se da cuenta de que este no se hubiera podido dar sin la desgracia ajena. Una revelación que le llevará a emprender la senda hacia la iluminación personal, y dejar así atrás las perversas pulsiones del mundo moderno, dominado este por la codicia y la brutalidad de la ley de la jungla. Dicho así, puede sonar muy elevado, pero a efectos prácticos, se reduce todo a un (mal) viaje brindado por la ingesta masiva de setas sicotrópicas. Peligroso manjar, con aún más peligrosos (y terroríficos) efectos secundarios.