Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «I Am Not a Serial Killer»

Cuando el terror vive al lado o asoma en nuestro espejo

Ejemplar tras su apariencia de película muy modesta, “I am not a serial killer” es en sí misma un brillante ejercicio de terror. Carente de artificios y coherente con lo que quiere exponer, esta apuesta irlandesa incide en esa máxima que nos indica que lo realmente terrible no se oculta en el interior de nuestros armarios o bajo nuestras camas, sino en la conducta de nuestro afable vecino de al lado o, por qué no asumirlo, cada vez que topamos con nuestro reflejo ante el espejo. Lo aparentemente normal se torna en un despiadado juego enmarcado en una olvidada localidad de Minnesota, ese extraño enclave que gracias a la mirada discordante que los hermanos Coen imprimieron en “Fargo”, ha pasado a formar parte de una geografía en la que habitan personajes tan singulares como los que se saludan en esta película, que recuerda a esa tipología de filmes de serie B de corte ochentero.

Basada en la novela de Dan Wells, el cineasta Billy O’Brien toma la ruta del costumbrismo para servir al espectador una serie de piezas de puzzle que tienen como objetivo completar los casos de asesinato que se suceden en dicho lugar. A modo de guía, el realizador nos presenta a un joven sociópata que responde al pintoresco nombre de John Wayne y que, a lo largo de su mecánica cotidiana, nos descubre un talante disfuncional que lo conducirá a ese territorio tan inhóspito como es la paranoia.

Lejos de adoptar una pose seria o reiterante en el susto, lo que el cineasta pretende es abanderar un discurso basado en el humor negro con el que respeta la inteligencia de los espectadores, proponiéndoles un juego de apariencias engañosas. Para subrayar este concepto, resulta obligatoria la presencia del personaje que encarna con gran solvencia el veterano Christopher Lloyd.