Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

Plurinacionalidad supremacista

El concepto político de la temporada parece ser el de la plurinacionalidad, desde que el PSOE lo haya fijado como horizonte para su política territorial. Sánchez lo ha tomado de Iglesias, que a su vez lo cogió de Domènech. El líder de En Comú Podem, como historiador catalán, es buen conocedor de Josep Fontana, que ya hablaba de Estado plurinacional hace un par de décadas.

La idea plurinacional está, por tanto, a kilómetros de ser nueva. Eso permite basarnos en la larga tradición intelectual que tiene detrás para distinguir entre las varias ideas que encierra el término.

Por ejemplo, el proyecto de Estado plurinacional no es ajeno al independentismo. De hecho un Estado catalán que tuviera como oficiales el catalán, el castellano y el aranés en todo el territorio ya habría desarrollado la plurinacionalidad de una forma bastante más interesante que la que estamos acostumbrados.

La propuesta de Iglesias es de Estado español plurinacional. En realidad la idea de los de Podemos es en gran medida un eufemismo de federalismo, o al menos una idea sobre el federalismo. Aunque de forma bastante borrosa, lo que han venido defendiendo es un Estado donde las soberanías sean múltiples entre los pueblos que lo componen. Si bien se restringe a lo teórico (luego no reconocen el referéndum catalán) la de Podemos es una visión de la plurinacionalidad asimilable al espíritu original.

Otra cosa ocurre con la formulación del PSOE. La plurinacionalidad que recogen los de Sánchez es de soberanía única, y por tanto no va más allá del artículo 2 de la Constitución, que ya reconoce la existencia de «nacionalidades». El problema es que este artículo habla de unas nacionalidades que «integran» la nación española. Lo plurinacional entonces no es el Estado español sino la nación.

Esto significa el reconocimiento de dos categorías de naciones en España: la española, que es plurinacional, rica y compuesta, y el resto, que no lo son, que son simplemente naciones menores. Una concepción nacional supremacista española que ya avergonzaba en 1978 y que el PSOE acaba de adoptar como la línea maestra de su renovación.