gara, donostia
EDITORIALA

La cumbre del G20 refleja el desgobierno mundial

Entre fuertes manifestaciones de protesta se está celebrando en Hamburgo la cumbre anual del G20. El grupo se creó a finales de 2008, en plena crisis económica y financiera, con el objeto de tratar temas relacionados con el crecimiento económico global, el comercio internacional y la regulación de los mercados financieros. A partir de entonces ha ido ampliando su agenda dando entrada a temas tan variados como el cambio climático, la lucha contra las epidemias, el empoderamiento económico de la mujer, las migraciones, los flujos de refugiados, etc., hasta encarnar una especie de gobierno mundial que todo lo abarca, pero que, a juzgar por las declaraciones finales, poco aprieta.

Esta cumbre aparece más que nunca dominada por las agendas particulares de los países participantes. Las relaciones bilaterales, el encuentro entre Trump y Putin, la crisis en la península de Corea o la guerra en Siria sobresalen sobre las cuestiones económicas y financieras globales. Este cambio en las prioridades es un síntoma más de la crisis del modelo de globalización neoliberal. A pesar de ello, la Unión Europea pretende erigirse en adalid del liberalismo, aunque sin mantener la debida coherencia. Así, la víspera de la cumbre firmó un acuerdo comercial con Japón en un claro gesto contra las posturas proteccionistas de EEUU, pero a renglón seguido olvidó su posicionamiento y amenazó con contramedidas al país que impusiera aranceles al acero europeo, como, por otra parte, ya hizo la propia UE con el acero proveniente de China. Una muestra más de la hipocresía de aquellos que alaban el librecambio en sus discursos, pero no tardan en dejar de lado la doctrina que predican para proteger sus intereses por encima de cualquier otra consideración.

La crisis de las instituciones internacionales lanza nuevos desafios, sin embargo, los líderes mundiales muestran más preocupación por sus problemas internos que por establecer unas nuevas bases para una gobernanza global.