Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

A tiros

Matadlos, no necesitamos a nadie vivo». Mañana se cumplen 22 años desde que el Radislav Krstić, general del Ejército serbio de Bosnia, pronunciara esta frase como preludio de la matanza de más de 8.300 personas de etnia bosnia musulmana en los alrededores de Nova Kasaba, en la región de Srebrenica, en el marco de la conocida como Guerra de Bosnia. La masacre tuvo lugar en una zona que la ONU había declarado como segura, «protegida» por los Cascos Azules. Este sangriento capítulo es solo un ejemplo, traído por su cercanía en ese trivial sumario histórico que son las efemérides. Hay centenares en la historia reciente de esta calamidad de planeta.

La violencia es el principal negocio del mundo capitalista. El tráfico de armas es la actividad económica más lucrativa, por delante de las drogas y la prostitución. Según Amnistía Internacional, el 60% de las violaciones de los derechos humanos está relacionado con armas de fuego ligeras. Cada día mueren 500 personas tiroteadas, en zonas no calificadas oficialmente como de conflicto. Cada año se fabrican en el mundo quince millones de balas, y cerca de 900.000 armas pequeñas. El comercio global de armamento está hoy en su punto más alto desde la Guerra Fría.

En realidad, el planeta está en permanente estado de excepción. Bajo la influencia de las poderosas corporaciones y ejércitos, los estados neoliberales se han erigido en defensores a ultranza de los «derechos humanos» universales, en castigo de «terroristas» y bárbaros, a través de una suerte de nueva cristianización que aplasta al diferente bajo la premisa de que siempre supone una amenaza en potencia para la libertad. A tiros.

Y, en realidad, los grandes estados han evolucionado hacia un modelo que se ha dado en llamar «estado securitario», porque la pretendida seguridad nutre casi exclusivamente su argumentario político. Ante el incremento de la inestabilidad social a causa de la crisis sistémica, en lugar de actuar en la raíz del problema, se esfuerza por reprimir los esfuerzos populares, en ocasiones legítimamente enérgicos, por cambiar una realidad socio-económica profundamente desigual. A tiros.