D.G.
FESTIVAL DE JAZZ DE GASTEIZ

THEO CROCKER, LLEGAR Y VENCER

HUBO QUE ESPERAR AL ÚLTIMO DÍA PARA DISFRUTAR DEL MEJOR CONCIERTO EN EL TEATRO PRINCIPAL, PERO EL GRUPO DEL TROMPETISTA DE FLORIDA RESARCIÓ CON CRECES AL AFICIONADO FIEL DE JAZZ DEL SIGLO XXI.

A veces ciertos detalles permiten augurar con precisión lo que va a ocurrir de forma inminente; como ver una piel de plátano en el suelo y un tipo absorto en su smartphone caminando hacia ella. El teatro está lleno, vemos un piano Fender Rhodes, un bajo eléctrico de seis cuerdas y una bonita guitarra de caja Gibson. Los elementos y la disposición del set de batería... El quinteto del trompetista Theo Crocker sale al escenario y, en ese instante, uno piensa que allí se va a liar una bien gorda: sonrientes y desenfadados, luciendo rastas y ropa cool pero, sobre todo, con unas contagiosas ganas de agradar. Vaya si lo hicieron.

El Steve Coleman de la época M-Base y el Miles eléctrico, Erykah Badu y D’Angelo, pinceladas de blaxploitation o del Gary Bartz más soul-funk. Las coordenadas están claras, pero la batidora lleva marca de la casa Crocker y el brebaje refresca el paladar con notas de acidez muy personal. Lo estábamos necesitando. El grupo suena de fábula propulsado por un magnífico Dexter Hercules a la batería, el bajista Rick James y Femi Temowo a la guitarra. Ellos tres se bastan para acentuar y colorear un repertorio bien escogido con lo mejor de su último disco, “Escape Velocity” (2016): “Real Episode”, “No escape from bliss” o el vacilón “It’s gonna be alright”. Únicamente el teclista Jonathan Idiagbonya baja levemente el listón, bien en el apoyo armónico y algo más parco en sus intervenciones como solista. Apartado del set para concederles protagonismo, Theo parecía disfrutar tanto de las improvisaciones de sus compañeros que en varias ocasiones llegó a olvidar que le tocaba volver al grupo para tocar con ellos. Pero suyos fueron los momentos más inspirados de improvisación. Hora y media que transcurrió en un suspiro.

De manera mucho más elocuente que en otras ocasiones, el saldo final permite aventurar la victoria por K.O. del Jazz del Siglo XXI sobre el Polideportivo de Mendizorrotza. El público del Teatro Principal ha respondido con fidelidad y bastante entusiasmo a un programa sólido e interesante, mientras el escenario principal ha visto cómo la semana transcurría en un ambiente demasiado tibio; solo la cita del sábado logró convocar el ambiente festivo de las grandes noches.

Propuestas sin el tirón de otras ediciones y entradas flojas son dos datos que parecen ir de la mano y que, a buen seguro, harán reflexionar a los responsables del festival. Habrá que esperar un año para ver el fruto de todo esto. De momento Donostia toma el relevo del jazz en Euskal Herria, y allí estaremos para contarlo.