EDITORIALA
EDITORIALA

Hablar sin condiciones para controlar la espiral

Un misil norcoreano con capacidad de portar una carga nuclear ha sobrevolado Japón, en lo que se considera como uno de los lanzamientos más provocativos de Pyongyang. Para el primer ministro nipón, Shizo Abe, es una «amenaza grave y sin precedentes». Donald Trump, tras haber prometido una lluvia de «ira y fuego» si Corea del Norte osaba atacar a EEUU o a cualquiera de sus aliados, ha declarado que «todas las opciones están encima de la mesa». Para su embajadora en la ONU, Nikki Haley, «algo muy serio tiene que ocurrir». Los llamamientos a la calma de chinos y rusos parecen no ser atendidos, mientras una de las partes realiza constantes ejercicios militares y la otra lanza continuamente misiles.

Este misil no ha caído cerca Guam, territorio de EEUU en el Pacífico que alberga importantes bases militares, pero sí ha recorrido una distancia suficiente para sugerir que Corea del Norte podría cumplir su amenaza de golpear primero. Para Pyongyang, EEUU demuestra sus intenciones hostiles y reivindica tener «todo el derecho del mundo de responder duro, como forma de ejercer nuestro derecho a la autodefensa». Es un país fácil de ridiculizar y de no ser tomado en serio, pero no es suicida. El padre del actual líder norcoreano, Kim Jong-il, dotó al país del arma nuclear y su hijo, Kim Jong-un, lo ha dotado de misiles que permiten lanzarla para una disuasión efectiva. Sabe también, y juega esa baza, que cualquier fallo o error de cálculo podría acarrear una catástrofe nuclear en la región.

Los avances técnicos norcoreanos y la volátil e impulsiva personalidad de Trump son una mezcla explosiva, potencialmente devastadora. Hablar sin condiciones previas entre enemigos no suele ser agradable, pero sí necesario. No es una concesión ni una recompensa, es el camino más sensato para calmar ánimos y reducir peligros. No es garantía de solución, pero una respuesta militar empeoraría las cosas y desataría una espiral fuera de control.