Empieza calentito el curso político. Esta misma semana, si los tanques no lo impiden, se convocará el referéndum catalán y el chaparrón mediático español tornará en tormenta, tornado o huracán.

En Euskal Herria se sentirán los efectos del movimiento telúrico y la izquierda independentista se presta para avanzar en la misma dirección, pero esta vez tendrá que ser sin esperar al PNV, ese partido intitulado independentista que, en el momento crucial, siempre prefiere amoldarse a la doctrina española, hasta el punto de pactar con el partido más derechoso y corrupto de Europa, «para traer cosas a Euskadi», como si la Corte española fuera un bazar chino.

Una vez más, los jelkides dividen su discurso, una perorata de lengua bífida, para que Ortuzar defienda la estrategia del mercadeo con España y Egibar nos diga que sí, pero sin prisa. Y así llevan décadas.

La última propuesta ha venido de Urkullu, que, arrogante, sugiere una fórmula para desatascar la cuestión catalana. Antes nos habló de crear una «nación foral» y ahora propone crear un Estado confederal «de abajo a arriba». Otra ocurrencia para salir del paso.

Lo cierto es que faltan horas para que Catalunya dé un paso de gigante y a Euskal Herria le falta calzarse las botas de siete leguas para alcanzarle. Se trata de recontar las fuerzas, convencer. Y el que prefiera quedarse como estaba, que se quede. Ya llegará el día de dar explicaciones. Y el veredicto será severo, porque se puede hipnotizar y engañar a la gente pero resulta imposible ocultar la realidad de forma permanente. ¿Por qué en Catalunya sí y aquí es imposible? A ver que se les ocurre ahora a los propagandistas de Sabin Etxea.