Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Hoy tampoco

Estoy esperando a que la Conferencia Episcopal anuncie la excomunión automática (latae sententiae) para quienes participen o coadyuven a la celebración del referéndum en Catalunya. No tardará. Con eso se habrá cerrado definitivamente el pentagrama mágico, la estrella flamígera que conseguirá, de forma fulminante e irreversible, que los catalanes sigan siendo españoles aunque no quieran. Y para siempre.

El Gobierno de Mariano Rajoy prometió hace ya tiempo que impediría la celebración de la consulta. Ha tenido a su disposición varios meses para preparar su estrategia a conciencia. Todo el presupuesto de un Estado. Los medios técnicos y humanos de una administración gigantesca. La materia gris de decenas de consultores, expertos y politólogos a sueldo. Y los frutos de semejante despliegue se van conociendo poco a poco, a medida que se acerca la fatídica fecha. La semana pasada, Rajoy anunciaba que cortará la luz a los colegios electorales colaboracionistas. Y también internet. Se ve que no se les escapa una.

Si no fuera porque detrás esconde (apenas) una profunda falta de respeto por cualquier valor democrático, el espectáculo que están ofreciendo los poderes españoles –político, económico, judicial– resultaría cómico. Se afanan en asaltar imprentas en busca de votos, perseguir urnas fantasma, amenazar con la cárcel a cientos de alcaldes, cerrar páginas web que enseguida se clonan en internet, suspender actos públicos perfectamente lícitos... Si no hay nadie que se lo diga, lo haré yo: están haciendo el ridículo. Lo malo es que ese ridículo tiene plena fuerza de ley, respaldada además por una inmensa fuerza bruta.

No se puede negar el poder de los símbolos. El referéndum lo es, y de tamaño importante. Pero tratar de impedir que todo un pueblo se manifieste de forma libre es reconocer más pavor que miedo y retratarse como lo que algunos hace tiempo que ya sabemos: utilizan los ropajes de la democracia como un torpe disfraz. Debajo, lo de siempre.

No olvido el mantra: «En ausencia de violencia, cualquier idea es defendible con libertad». Ya. Ya sé por quién pregunta, pero hoy tampoco ha venido.