Mikel CHAMIZO
CLÁSICA

Un gran fichaje que abre nuevos caminos para la OSE

Robert Treviño ya había dejado estupendas sensaciones en sus colaboraciones anteriores con la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pero esta era su presentación como director titular y la expectación era latente entre el público de la orquesta. El programa era ambicioso: dos obras sinfónico-corales para empezar y la monumental “Sinfonía nº 1” de Mahler para coronar la velada. A Treviño le gusta probarse a sí mismo con la música de Mahler: su debut con la Filarmónica de Múnich en 2016 fue con la “Quinta sinfonía”, y su exitosa presentación con la Orquesta Sinfónica de Londres, el pasado verano, con la “Tercera”.

Estos debuts dan la medida del nivel en el que se está moviendo Treviño en la actualidad. Su compromiso con la OSE parece firme –acaba de aterrizar y ya ha tenido gestos de cercanía que no hemos conocido con directores anteriores–, pero la carrera de un director es caprichosa y existe ya el temor de que Treviño vuele a ligas más altas más pronto que tarde. De momento, su primer concierto junto a la OSE fue esperanzador. 

El Orfeón Pamplonés, invitado para la ocasión, realizó un trabajo sólido en lo musical e intenso en lo expresivo, aunque la calidad de su sonido no es tan refinado como lo que estamos acostumbrados a escuchar en Donostia. Treviño realizó un lectura interesante de la “Canción del destino” de Brahms y desató una gran energía en los “Salmos de Chichiester” de Bernstein, en los que tuvo que lidiar con algunos problemas de equilibrio entre coro y orquesta. Pero fue en la “Primera” de Mahler donde se percibió su talla como director, con una lectura que rebosó de ideas y filosofía, perfectamente meditada en cada detalle, optimista y con una realización técnica ejemplar que sacó lo mejor de los músicos de la OSE. Estos se dejaron la piel sobre el escenario para estar a la altura de un director que promete ser la figura que necesitaba la OSE para dar un salto cualitativo.