A un mes de París
Ees 9 de noviembre y confieso que mi idea primera era abrir esta ventana de opinión mirando a Catalunya. Aniversario de una cita premonitoria, de una jornada iniciática, de un proceso ciudadano avalado por 2,3 millones de personas, pero también un ensayo de emancipación serena, vía papeleta, esperpentizado por los vigías del Estado.
He repasado algunas crónicas de aquella jornada y, si esto no fuera algo muy serio, les animaría a leer esos análisis porque son, como dicen en mi familia, de auténtica risión.
Los cortesanos se mofaron de las «urnas de cartón», y como no aprenden de sus errores y, sobre todo, son muy previsibles, repitieron jugada el pasado 1 de octubre con las urnas de «bazar chino».
Les advierto que la hemeroteca crea adicción y recurriendo a ella encontrarán muchos emparejamientos que dibujan ese toma y daca, esa imagen en claroscuro que retrata la odisea democrática catalana. Ley de consultas, zasca. Ley de Transitoriedad, colleja. Y hoy a ver si el Tribunal Supremo se desmarca de la Audiencia Nacional, en otro juego de las diferencias que podría hasta ser entretenido si no se tratara de la libertad de unos electos del pueblo.
Iba a hablarles de todo eso, hasta que caí en la cuenta que este 9 de noviembre nos sitúa a un mes de nuestra cita clave. No me abronquen, que yo también he aprendido del devenir catalán que no hay día sino días, que cuenta cada paso que se da y aún más el que se guarda para luego, que puntúa cada sonrisa y cada lágrima, y que todos los pulsos hacen latir el proceso. Porque aprendemos, sabemos lo que toca el 9D. Y que París cuenta, y mucho, para la vía vasca.