Jesus Valencia
Internacionalista
KOLABORAZIOA

La cárcel, herramienta de ocupación colonial

En la fría mañana del 9 de noviembre, el último de los trenes solidarios llegó a la estación de Montparnasse. El andén se convirtió en un aluvión de gentes que, mochila al hombro y banderola en ristre, avanzaban reivindicando los derechos de los presos. Un sorprendido ciudadano francés preguntó por el significado de la consigna “presoak kalera”. Ni la premura del tiempo ni la limitación del idioma facilitaron la respuesta a su pregunta. De haberlo podido, le hubiera remitido a la Argelia de los años cincuenta; cuando el ejército francés encarcelaba a miles de árabes tildando a los patriotas de terroristas.

Pero no es preciso remontarse tan lejos ya que la historia se repite con rabiosa actualidad. La cárcel ha sido y sigue siendo la burda receta metropolitana para asfixiar los anhelos independentistas de los colonizados. Ha bastado que Catalunya apueste por un proceso soberanista para que sufra en carne propia el rigor de los encarcelamientos políticos. Ninguno de los captores admite que el motivo de la prisión sea la voluntad emancipadora de los encarcelados. Siempre queda el pretexto del «terrorismo o la rebeldía» para encubrir la razón profunda del castigo. Addameer, organización palestina que defiende los derechos de los presos, es contundente: «La política de detenciones y encarcelamientos es una estrategia más de la ocupación israelí».

Los procedimientos para reducir a los activistas son muy similares. Leonard Peltier, el líder indígena que cumple cadena perpetua en cárceles americanas desde 1976, fue condenado en un juicio farsa; la acusación contra él fue fabricada de los pies a la cabeza por el FBI. Hace algo más de un mes, la justicia marroquí celebró el segundo juicio contra los saharauis que, el año 2010, habían participado en el Campamento de la Dignidad cerca de El Aaiún. Las abogadas que los defendieron –dos eminentes letradas de alcance internacional– descalificaron el juicio como nulo. Ambas, en un procedimiento completamente inusual, fueron expulsadas de la sala en la que se celebraba el juicio.

Una vez encarceladas las personas militantes, son sometidas a tratamientos de especial crueldad. Empeño obsesivo para que las personas reprimidas se hundan en el aislamiento físico y moral; supuestamente abandonadas por las personas a las que entregaron su vida. Los miles de presos palestinos son alejados de sus lugares de procedencia provocando una dispersión que resulte especialmente dolorosa para sus familiares. Dunia, una joven palestina detenida por el ejército israelí, pasó maniatada por siete centros diferentes sin saber de qué se le acusaba.

Sobra decir que ese empeño metropolitano por quebrar la voluntad de los activistas, resulta estéril. La misma Dunia reconoce que «en la cárcel se cría a los niños y niñas que, generación tras generación, van recordando su lugar de origen y van aprendiendo a mantener sus raíces». Los presos políticos son la respiración apretada e intensa de sus respectivos pueblos; el resumen de luchas libertarias que pueden estar activadas desde hace siglos. «Me siento militante y símbolo de la resistencia de mi pueblo, dice el prisionero Facundo Jones Huala; desde la cárcel estoy expresando lo que piensan y sienten miles de mapuches». Oscar López, el patriota boricua que hace meses regresó a su Puerto Rico natal tras muchos años de cárcel, admite que su experiencia le ha permitido recuperar y expandir conciencia anticolonial.

Para nuestro abnegado pueblo vasco, nada de lo que sucede en el mundo nos resulta novedoso. Conocemos en carne propia el alto precio que estamos pagando desde hace muchos años por reivindicarnos un pueblo soberano e independiente. Son impactantes las palabras de Iñigo Iruin al exponer el último alegato de la defensa durante el escandaloso juicio 18/98: «Podréis absolverlos o condenarlos, pero lo que no podréis impedir es que amplios sectores de Euskal Herria hayan visto en estas personas un ejemplo a seguir en la defensa de sus derechos». Y estremecedoras fueron las palabras anteriores de Jokin Gorostidi: «Atzo eta gaur, Espainiako Estatu-gerraren estrategiak bahitua. Euskal Herriak hitza eta erabakia behar du, eta hori lortu arte ez gaituzte isilduko. Utzi bakean Euskal Herria! Atzo, gaur eta beti: Gora Euskal Herria askatuta!».

Nuestros presos políticos, como otros muchos presos políticos del mundo, cuentan con la espesa cobertura de una solidaridad incondicional. Los demostramos en París y lo ratificaremos en Bilbo. Resulta ilustrativa la reflexión que hizo el ex Fiscal General de Estados Unidos Ramsey Clark a propósito de la prolongación del encarcelamiento de Leonard Peltier. «Hasta que quede en libertad, cada día cometemos un nuevo crimen contra la dignidad del pueblo indio y contra el honor de los Estados Unidos. Porque mientras Leonard Peltier esté en prisión, todos lo estamos».